Caius Valerius Avitus, duoviro de Tarraco

Villa romana dels Munts. Altafulla, Tarragona

Desde el pórtico de las estancias superiores, Caius Valerius Avitus, recién nombrado duoviro de la Colonia tarraconense, pensativo, mantenía la mirada perdida en un horizonte cubierto esa noche por un manto de estrellas. Sobre su hombro derecho, como en aquellos primeros años de casados en Augustóbriga, su mujer, Faustina, apoyaba la cabeza mientras le envolvía el brazo con sus delicadas manos. Este rincón de la villa siempre había sido el lugar preferido del matrimonio a la hora de contemplar juntos la costa de Tarraco bañada por las aguas del Mediterráneo. Distanciados de ellos, el esclavo, buen conocedor de sus obligaciones, esperaba paciente la llamada para su probable requerimiento.

PLAYA DE ALTAFULLA

Playa de Altafulla. Tarragona.

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Tras las huellas fenicias de Malaka

Por mucho que remonte la memoria a un pasado ya lejano, sólo logro recordar aquellos accesos hacia las playas de muchos pueblos costeros de mi provincia. Calles estrechas, pavimentadas con guijarros y conchas de mar que hacían las delicias de mi niñez en las idas y venidas hasta sus aguas. El olor a marisma y a su brisa fresca es el único recuerdo que consigo rescatar cuando cierro los ojos y, frente al horizonte, pienso en la colonia fenicia de Malaka. Tal vez sólo esté sintiendo nostalgia de un pasado no vivido, aunque estoy seguro que lo he soñado.

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Cohors I Celtiberorum

Campamento romano de Ciadella. Sobrado dos Monxes, A Coruña

A lo largo de los dos primeros siglos del Imperio, contingentes de soldados galos, germanos e hispanos fueron reclutados para suplir las bajas que, dentro de las filas romanas, se iban generando. Bien como unidades de apoyo a las legiones, bien operando de forma autónoma, estos cuerpos de auxiliares actuaron en territorios cuyas fronteras parecían cada vez más inabarcables.

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Basilippo

Torre del Cincho. El Arahal, Sevilla

Solitaria, pero desafiante; desolada, aunque orgullosa. Erguida y despuntando sobre el horizonte de la campiña sevillana, la vieja torre funeraria se resiste al paso de los siglos. Hace mucho que el límite de su necrópolis había dejado de marcar, hace mucho que la antigua ciudad de Basilippo habían dejado de citar.

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La Illeta dels Banyets

El Campello, Alicante

Resulta innegable que se trata de un pequeño espacio donde se ha confirmado la existencia de distintas civilizaciones a lo largo de más de cinco mil años. Pero, lo más llamativo de todo, es que estamos ante una de las puertas utilizadas por las diferentes culturas mediterráneas que acabaron influenciando en la vida y costumbre de aquellos que poblaban la antigua Iberia.

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Los baños romanos de Fortuna

Fortuna, Murcia

A los pies de lo que hoy se conoce como la Sierra del Baño, inmersos en pleno proceso de romanización durante el siglo I d.C., se monumentalizará un nacimiento natural de aguas siguiendo los cánones de tipo oriental-helenístico. Sería este un balneario que, desde antaño y motivado por sus propiedades especiales, siempre fue aprovechado por la población nativa del lugar.

Desde el punto de vista edilicio, podríamos estar hablando de un balneario romano como tantos otros que se erigieron en pleno periodo de la colonización romana; desde la perspectiva salutífera de sus aguas, podría tratarse de otras termas naturales del sureste peninsular – caso de Alhama o Mazarrón, por poner varios ejemplos -, ricas en propiedades curativas. Pero la cuestión que realmente tendríamos que plantearnos sería la siguiente: si en el término municipal de la actual Fortuna no se ha detectado presencia alguna de poblamiento romano que obligara a embellecer y sacralizar este nacimiento de aguas curativas, ¿qué pudo empujar a ello teniendo en cuenta que las ciudades más cercanas se encontraban a medio centenar de millas de distancia?

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Begastri (continuación)

<< Viene del artículo Begastri, una ciudad episcopal

No tardarían en llegar las guerras civiles entre monarcas y facciones aristócratas en el reino visigodo; nobles siempre codiciosos por usurpar el trono del Regnum Visigothorum. Atanagildo, careciendo de las tropas necesarias para intentar destronar a Agila I, decide buscar apoyo en el Imperio Romano de Oriente. Justiniano I, quien reinaba por aquel entonces, no desaprovechó la oportunidad de intervenir en Hispania y continuar avanzando en su ambicioso proyecto Renovatio Imperii Romanorum, es decir, la reunificación de todos aquellos territorios que en su día estuvieron bajo el poder del viejo Imperio Romano.

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Begastri, una ciudad episcopal

Cabezo Roenas. Cehegín, Murcia

«Abd al-Aziz, hijo de Muza, hijo de Noseir a Teodomiro, hijo de Gabdus , en virtud de la cual queda convenido, y se le jura y promete por Dios y su Profeta (a quien Dios bendiga y salve) que tanto a él, como a cualquiera de los suyos, se les dejará en el mismo estado en que se hallen respecto del dominio libre de sus bienes; no serán muertos, ni reducidos a esclavitud, ni separados de sus hijos, ni de sus mujeres; se les permitirá el culto de su religión, y no serán incendiadas sus iglesias, ni privadas de su propiedad libre, en tanto que observe y cumpla fielmente lo que pactamos con él, a saber: que entregará por capitulación las siete ciudades, Auriola, Villena, Alicante, Muía, Begastro, Ello y Lorca; que no se dará hospitalidad a los que huyan de nosotros, ni a los que nos sean hostiles, ni se molestará a los que nos sean fieles adictos, ni nos ocultarán las noticias que tuvieren respecto de nuestros enemigos; que él y los suyos pagarán cada año un dinar, cuatro almudes de trigo, cuatro almudes de cebada, cuatro azumbres de vinagre, dos azumbres de miel y dos azumbres de aceite, y la mitad de esto los siervos. Fueron testigos. Otman, hijo de Abuabda, el Corcixí; Habib, hijo de Abuobaida, el Fihrí; Abdala, hijo de Meicera, el Falimí; y Abucain, el Hadalí; fué escrito en el mes de Racheb del año 94 de la hégira«

Pacto de Teodomiro. Abril de 713.

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La caída de Sagunto

La caída de Sagunto. Capítulo X

Las calles permanecen desiertas, los hogares vacíos y los puestos de guardia desatendidos. Nadie vigila en las murallas porque todos, de viva voz, quieren escuchar las necesitadas condiciones de paz que trae el mercader de manos del general cartaginés. Todos se arremolinan alrededor de la vivienda donde se está celebrando la asamblea pública, puede que sea esta la última. Allí se encuentra congregada lo que queda de la población de Arse. Todos excepto yo que, sentado en un banco, continúo afilando mi falcata pausadamente. Tal vez porque ya no espero nada de nadie y presienta que muy pronto volveré a utilizarla, aunque sea por última vez. Va siendo hora de ir concluyendo esta triste y amarga historia. En estos momentos sólo deseo que tanto sufrimiento vivido no caiga en el olvido y sirva para algo en generaciones venideras.

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La extravagante tumba de un panadero

Que cruel es la ignorancia cuando así lo pretende, momentos en los que uno tiene ante sus ojos una joya, un verdadero tesoro, y es incapaz de percibirlo. Claro, que si el elemento en cuestión da pie a confusas interpretaciones, nada se puede hacer para evitarlo. A decir verdad, esto lo llamo yo ‘consuelo de tontos’.

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