Los baños romanos de Fortuna

Fortuna, Murcia

A los pies de lo que hoy se conoce como la Sierra del Baño, inmersos en pleno proceso de romanización durante el siglo I d.C., se monumentalizará un nacimiento natural de aguas siguiendo los cánones de tipo oriental-helenístico. Sería este un balneario que, desde antaño y motivado por sus propiedades especiales, siempre fue aprovechado por la población nativa del lugar.

Desde el punto de vista edilicio, podríamos estar hablando de un balneario romano como tantos otros que se erigieron en pleno periodo de la colonización romana; desde la perspectiva salutífera de sus aguas, podría tratarse de otras termas naturales del sureste peninsular – caso de Alhama o Mazarrón, por poner varios ejemplos -, ricas en propiedades curativas. Pero la cuestión que realmente tendríamos que plantearnos sería la siguiente: si en el término municipal de la actual Fortuna no se ha detectado presencia alguna de poblamiento romano que obligara a embellecer y sacralizar este nacimiento de aguas curativas, ¿qué pudo empujar a ello teniendo en cuenta que las ciudades más cercanas se encontraban a medio centenar de millas de distancia?

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Qart Hadast

La ciudad púnica de Cartagena

Invierno del año 209 a.C. Conquistada la ciudad, quiso celebrar un sacrificio en honor a su padre y tío caídos en aquellas inhóspitas y lejanas tierras; el oficio se prolongaría durante tres días. También festejará un triunfo con sus hombres donde no faltaron arengas y elogios de todo tipo, así como el reparto del cuantioso botín y la distribución de los prisioneros capturados tras el asalto. Publio Cornelio Escipión, general de la República romana, quien pasará a los anales de la Historia como ‘el Africano’, había hecho suya la importante plaza de Qart Hadast ante la sorpresa de sus enemigos. Era esta la capital púnica en territorio íbero, puerto de contacto más cercano entre la Península y Cartago.

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El derrumbe de las defensas

La caída de Sagunto. Capítulo VII

Durante algún tiempo, mientras sanaba la pierna del Bárquida, disfrutamos de cierta tranquilidad en las defensas. El bloqueo permanecía, eso es cierto, impidiendo con su cerco que nadie pudiera entrar o salir de la ciudad. Pero también es cierto que se produjo una especie de tregua no pactada, un leve respiro necesario a la población que permitió la continuidad en las obras de fortificación interna con todos los brazos disponibles.

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Se inicia el asalto

La caída de Sagunto. Capítulo VI

Sereno e impasible, desde el adarve de las murallas Balcáldur observaba los movimientos de tropa que realizaban los cartagineses ante su inminente ataque. En retaguardia, al amparo de los manteletes y las vineas, los arietes traídos expresamente desde Qart Hadast se mantenían a la espera de una infantería hispana encargada de portar las escalas con las que llevarían a cabo el asalto. O por lo menos eso era lo que se podía intuir desde la distancia y con una vista desgastada por el paso de los años.

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Aníbal llega a Sagunto

La caída de Sagunto. Capítulo V

Espoleando sus pequeñas y ágiles monturas – sin bridas, ni bocados, ni tampoco sillas; tan sólo el uso de una vara y una cuerda alrededor del cuello -, un cuerpo bien nutrido de caballería ligera númida avanzó hasta alcanzar las proximidades del oppidum. A sus espaldas dejaban una densa polvareda que terminaba fundiéndose con las altas columnas de humo de unos campos envueltos en llamas.

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Sisapo

La Bienvenida. Almodóvar del Campo, Ciudad Real

Desde las primeras luces del alba varias de las esclavas se habían dedicado a preparar algunos ungüentos y cremas con los que maquillarían esa misma mañana a la domina. Era un día importante para Roma, se celebraba el regreso de Augusto tras su viaje a tierras de la Galia e Hispania. Por fin ambas provincias habían quedado completamente pacificadas.

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Una larga espera

La caída de Sagunto. Capítulo IV

De forma tranquila y apacible transcurrió el final de temporada en Sagunto. Las naves apenas fondeaban en su portus desde que se declarara el cierre de las aguas. Sólo alguna que otra embarcación, de carácter menor y procedentes del área de influencia púnica, se atrevía a arribar en nuestras costas. Estos navíos, utilizados para cabotaje, arriesgaban la mercancía que fletaban al navegar por el océano encrespado, pero siempre lo hacían cargados de armas y defensas. La guerra parecía próxima e inminente y, desgraciadamente, resultaba todo un suculento negocio muy a tener en cuenta.

CEPO ANCLA

Cepo de ancla con inscripción. Siglo I d.C. Grau Vell. Hallazgo subacuático. Museo Arqueológico de Sagunto.

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La delegación saguntina

La caída de Sagunto. Capítulo II

El consejo de Arse volvió a reunirse para evaluar las repercusiones que habían dado lugar con motivo de los últimos ataques cartagineses. En la asamblea celebrada esa mañana se dieron cita miembros de dicho órgano, junto con la aristocracia de la ciudad y representantes de los emporianos con intereses en la región, además de otra gente influyente; el semblante de sus rostros denotaba cuál era el grado de preocupación que se vivía en esos momentos. Se debía debatir con urgencia qué medidas iban a adoptarse para el supuesto que, en la próxima campaña o con posterioridad, Aníbal decidiera atacar sus murallas.

Vía del Pòrtic. Decumanus minor pavimentado con grandes losas de caliza gris, junto con entramado hidráulico de la ciudad romana. Plaça Antiga Moreria, 9. Sagunto.

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Miedos

La caída de Sagunto. Capítulo I

Mi nombre es Urcebas y no, no soy un valeroso guerrero edetano. De hecho, y hasta hace poco, apenas había portado armas de guerra. Sí un viejo puñal de antenas y un cayado con los que afrontar en solitario los caminos inseguros, pero, tal vez, la trágica situación que nos ha tocado vivir me haya conducido a ello. Soy…, bueno, era un simple mercader, un comerciante dedicado a los negocios con los productos del interior y las rutas comerciales establecidas en el puerto de Arse. Aunque, si os soy sincero, en estos momentos ignoro el sentido de mi vida; tampoco importa. En realidad, antes de que se esconda el sol sabré aquello en lo que finalmente acabaré convirtiéndome: en otro cuerpo inerte más como todos esos cadáveres que se agolpan y pudren sobre los escombros de los muros derruidos.

SOLDADOS ENFRENTADOS

Relieve esculpido con dos soldados enfrentados. Formaría parte de un conjunto de relieves narrativos. Siglo I a.C. al cambio de era. Procedencia desconocida. Museo Arqueológico de Sagunto.

Nunca debí permanecer a resguardo de estas murallas, pero los dioses han sido caprichosos con mi destino y con el de todos los habitantes de esta ciudad. Así lo he aceptado mientras espero, fatigado y hambriento, el triste final que nos depara a los que aún logramos mantenernos en pie.

Ya se vuelven a escuchar los golpes secos y contundentes sobre los sillares de las maltrechas defensas, ya nada les impedirá pasar.

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Santuario ibérico Cueva de la Lobera

Castellar, Jaén

Impasibles sobre sus monturas, los equites otean el horizonte controlando el trasiego de gentes que, diariamente, transitan por estos viejos caminos. Son mercaderes venidos de tierras lejanas cargados con otras culturas y costumbres. También los hay oriundos de la propia Oretania que, sobre sus acémilas, llegan hasta la capital de la región en busca de nuevas oportunidades. Nos encontramos ante una de las demarcaciones definidas como frontera natural dentro del territorio de Cástulo durante los siglos IV y II a.C., periodo de tiempo en el que se mantiene en uso el importante santuario íbero que, a continuación, pasamos a describir.

EXPLANADA

Explanada justo a los pies del santuario íbero. Castellar, Jaén.

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