La extravagante tumba de un panadero

Que cruel es la ignorancia cuando así lo pretende, momentos en los que uno tiene ante sus ojos una joya, un verdadero tesoro, y es incapaz de percibirlo. Claro, que si el elemento en cuestión da pie a confusas interpretaciones, nada se puede hacer para evitarlo. A decir verdad, esto lo llamo yo ‘consuelo de tontos’.

Nos hospedábamos en Domus Sessoriana, un antiguo monasterio de la Santa Cruz de Jerusalén rehabilitado como hotel en la zona oriental de Roma, a unos quince minutos de la zona monumental. No es que fueran unas lujosas instalaciones; en realidad era todo un búnker, pues apenas llegaba señal Wifi a sus habitaciones. Eso sí, podíamos descansar en las mismas celdas que sus antiguos inquilinos, los frailes. Además, contiguo al propio hotel se encuentra la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, una de las siete iglesias principales de Roma que los peregrinos estaban obligados a visitar en la Edad Media.

BASILICA

Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén junto al Hotel Domus Sessoriana. Roma

A través de los pasillos interiores que comunicaban desde el hotel a la basílica, podíamos acceder directamente a su interior para visitar el museo donde se exponen un conjunto de reliquias supuestamente relacionadas con la crucifixión de Cristo: partes de la Vera Cruz, la cruz de una de los ladrones, la esponja empapada en vinagre, etc. En definitiva, todo un patrimonio histórico y una buena motivación para iniciar una nueva jornada cultural en la Ciudad Eterna. A veces daba la sensación que todo esto nunca se acababa.

PASILLO

Pasillo de acceso a la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén desde Hotel Domus Sessoriana. Roma.

Para la mañana de miércoles teníamos planificado visitar la zona de la Estación Termini, el lado opuesto de la ciudad donde se encuentran todos los edificios monumentales de la Roma Antica. Ese día tocaba visitar los museos nacionales, las Termas de Diocleciano y el conjunto de iglesias repartidas por ese distrito donde se pueden contemplar algunos de los más bellos mosaicos del periodo paleocristiano. No estaba mal la propuesta, a parte que debíamos de aprovechar esta salida para reservar los billetes de tren con destino a Pompeya.

Y como de aprovechar los recorridos trata todo esto de fotografiar yacimientos y monumentos, justo en las inmediaciones de la parada de tranvía que nos acercaba hasta Termini se encuentra una de las puertas de la antigua Roma menos conocidas por los visitantes: la Porta Maggiore. Hasta ella iríamos dando un paseo, pues tan sólo distaba de nuestro hotel unos cinco minutos andando. De camino y, como no, también aprovechando, disfrutaríamos de los monumentos y edificios antiguos que fuéramos encontrando a nuestro paso.

MURALLA AURELIANA

Tramo de la Muralla Aureliana. Roma.

La Porta Maggiore o Porta Pernestina es una de las puertas orientales de la ciudad que forma parte de la antigua muralla Aureliana del siglo III d.C. Según he podido constatar, por ella pasaban dos calzadas diferentes: la Via Praenestina, la cual le otorga uno de sus nombres y que comunicaba la capital con la actual Palestrina; y la Via Labicana. Aunque la puerta original fuera construida por el emperador Claudio en el año 52 d.C. próximo a su acueducto, sería el emperador Aureliano quien, en el año 271, transformase este acceso en parte del muro defensivo que se vio obligado a levantar por la continua amenaza de los ataques bárbaros.

Tener ante tus ojos un vestigio histórico de tal calibre y envergadura no tiene precio, sobre todo porque este tipo de monumento, para el que cualquier otra ciudad soñaría contar entre su conjunto patrimonial, apenas tiene referencia y relevancia en las distintas guías e itinerarios que podemos encontrar sobre Roma.

PORTA MAGGIORE

Porta Maggiore formando parte de la Muralla Aureliana. Roma.

Si algo debo de objetar a estos preciosos restos es la gran cantidad de cableado que cruzan su cielo y afean las inmediaciones. Actualmente, este lugar es una zona de confluencia y cruce de varios tranvías, por lo que la presencia del tendido eléctrico es habitual, aunque acaba siendo insoportable si se quieren lograr algunas fotografías de más o menos calidad y presentación. En mi caso, busqué los mejores ángulos en el frontal de la puerta, evitando los matutinos rayos de luz (son manías mías) y el ya mencionado cableado, deleitándome todo lo que podía y me permitían estos dos molestos elementos intrusistas.

PORTA MAGGIORE

Porta Maggiore junto a tumba de Marcus Vergilius Eurysaces. Roma.

Pasé en fotografiar nuevos ángulos, sus laterales y trasera, cobijado siempre por la requerida y ausente sombra. Fue allí, justo en la parte de atrás, cuando topé con lo que denominaría ‘eso’. Porque esta fue la palabra exacta que se me ocurrió para describirlo; no lograba a comprender qué demonios hacía una cosa tan hortera en aquel lugar. Se trataba de una especie de ‘mazacote’ de hormigón; algún tipo de obra ¿artística contemporánea?, embellecida con círculos y ¿columnas? bien alineadas y perfiladas. Pero, ¿quién habría tenido tan mal gusto de colocar semejante cosa aquí?

Nada más verlo, una rotunda conclusión hundió todos mis ánimos: esta eventualidad no podría ser salvaba ni por el más experto en el manejo de Photoshop. O lo que es lo mismo, tenía perdida las perspectivas de detrás de la puerta y me tendría que conformar con su frontal. No se cómo, supongo que por dejadez u olvido, pero finalmente todas estas fotos quedaron almacenadas en mi disco duro y no fueron eliminadas. Apurando todo lo que se podía apurar, eché algunas más antes de tomar el tranvía y dirigirnos a la Estación Termini para iniciar nuestra visita planificada.

TUMBA

Tumba de de Marcus Vergilius Eurysaces. Roma.

Pasaron los meses de mi viaje a la capital italiana y, para qué os voy a engañar, ese ‘bicho’ plantado tras la Puerta Mayor no logró quitarme el sueño. Una tarde de domingo, tumbado sobre el sofá de casa, disfrutaba de un fantástico documental de la prestigiosa historiadora y escritora Mary Beard titulado ‘Cómo vivían los romanos’. Todo marchaba como la seda: una cinta interesante, muy instructivo y bien explicado; una apacible tarde dominical… hasta que dejó de serlo en cuestión de minutos. Allí, en la pantalla de mi televisor, otra vez frente a mí estaba esa cosa con círculos. ¿Qué es esto?, me vi obligado a preguntar inconscientemente. Mi indignación alcanzaría su grado máximo, no por rememorar la experiencia en Roma, sino porque la afamada autora, como si me hubiese escuchado tras el plasma, estaba dándome respuesta, exacta y concisa, a la retórica pregunta que había sonado como una verdadera maldición.

Conforme iba avanzando el argumento del documental, y así pude corroborar posteriormente en diferentes fuentes, me enteraba que fue un panadero quien había dejado uno de los monumentos más extraños en Roma, ahora tras la Porta Maggiore. Su nombre era Marcus Vergilius Eurysaces que, casi con total certeza, había sido un esclavo, pero que a lo largo de su vida se había curtido como excelente panadero y contratista. Lo que parece cierto es que este personaje tuvo que lograr una gran fortuna con su trabajo, porque, de lo contrario, no se podría permitir una tumba tan extravagante y hortera, todo hay que decirlo. En palabras de la historiadora Mary Beard:

PORTA MAGGIORE

Porta Maggiore junto a tumba de Marcus Vergilius Eurysaces. Roma.

… lo que hizo Eurysaces fue regalarse una tumba temática. En su parte superior había escena de la vida en la panadería: amasar el pan, ponerlo en el horno, pesarlo. Incluso estos extraños círculos y columnas de debajo serían reconocidos por los romanos como equipamiento de panadería. Probablemente los círculos sean las máquinas de amasar y las columnas, los contenedores en los que se amasaba. Un escrito en latín dice: Esta es la tumba de Eurysaces, panadero y contratista…”.

TUMBA

Tumba de de Marcus Vergilius Eurysaces. Roma.

Perplejo me quedé ante tal revelación. Yo que en todo momento quise evitar fotografiarlo para que no perjudicara la imagen de la Puerta Mayor, resulta que había un relieve en el friso con escenas de la vida en una panadería de la antigua Roma. No, no y no, y mil veces no; quise maldecir mi ignorancia. Yo que buscaba fotografiar un monumento atípico de la ciudad, resulta que junto a mi estaba la tumba de un posible personaje griego que llegó a Roma y que logró una verdadera fortuna vendiendo pan gracias a las posibilidades que supo aprovechar de los beneficios que le reportaba vivir en esta ciudad. Una tumba ordena construir por un liberto a mediados del siglo I a.C. que se había enriquecido elaborando y suministrando pan en el complejo sistema de racionalización pública establecido por el Imperio.

Al Igual que hoy, cuando un ciudadano de la antigua Roma, procedente de la Vía Praenestina o Labicana, pasara junto a la tumba próxima a la Porta Maggiore, seguro que pensaría que menudo hortera estaba hecho este panadero. Aunque he de admitir que, si no se conoce esta historia y uno no se es capaz de interpretar la simbología del susodicho monumento, la única pregunta que se puede uno formular es: ¿Quién ha puesto esta ‘cosa’ aquí?

Como no conté con la fortuna suficiente para tomar fotografías de su conjunto de relieves, por decir algo, he querido buscaros una imagen en internet donde se ilustra, al detalle, el día a día en una panadería romana. Por supuesto, corresponde al mismo monumento. En las fotografías utilizadas a lo largo del presente artículo aparecen dos de los frisos, pero apenas es perceptible su contenido.

RELIEVE

Relieves de la tumba de . Imagen tomada de la web Sit Tibi Terra Levis.

Un saludo.

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