Cerro de la Merced

Cabra. Córdoba

Rozamos el final del mundo íbero en el sur peninsular. Desde Corduba, el poder romano se extiende a lo largo y ancho del territorio; una región donde la cultura indígena no supone más que un leve residuo de independencia y va dejando paso a los nuevos conquistadores. Son las reminiscencias de un pasado ya lejano, testigo de la caída de uno de los últimos señores de la guerra.

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Castrejón de Capote

Higuera la Real, Badajoz

Se escucharon las tubas mientras resonaban gladios contra los escudos. Desde el ocaso, las caligae romanas marcharon en columna allá donde los estandartes señalaban su nuevo objetivo: un asentamiento céltico en la rica y verde Baeturia.

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Basilippo

Torre del Cincho. El Arahal, Sevilla

Solitaria, pero desafiante; desolada, aunque orgullosa. Erguida y despuntando sobre el horizonte de la campiña sevillana, la vieja torre funeraria se resiste al paso de los siglos. Hace mucho que el límite de su necrópolis había dejado de marcar, hace mucho que la antigua ciudad de Basilippo habían dejado de citar.

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Sisapo

La Bienvenida. Almodóvar del Campo, Ciudad Real

Desde las primeras luces del alba varias de las esclavas se habían dedicado a preparar algunos ungüentos y cremas con los que maquillarían esa misma mañana a la domina. Era un día importante para Roma, se celebraba el regreso de Augusto tras su viaje a tierras de la Galia e Hispania. Por fin ambas provincias habían quedado completamente pacificadas.

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Antes muerto que vivir arrodillado

El asentamiento turdetano de Astapa

Corría el año 206 a.C. No hacía más de un trienio que Qart Hadast, la principal ciudad cartaginesa en la Iberia y base central de aprovisionamientos púnicos en territorio hispano, había caído bajo la contundencia y arrojo de las legiones de la República. Al frente de ellas, el joven general Publio Cornelio Escipión, el mismo que pasaría a la historia con el sobrenombre de ‘El Africano‘.

01 - BUSTO DE ESCIPION EN CARTAGENA

Busto de Publio Cornelio Escipión, el Africano. Sede de la Federación de Carthagineses y Romanos, calle La Caridad, Cartagena.

Controlado este bastión, importante como estratégico, se inicia la conquista final de Hispania, uno de los escenarios más cruentos en las luchas que mantienen Roma y Cartago a lo largo de todo el Mediterráneo. Tras la derrota en Baecula, Asdrúbal Barca, junto a sus guerreros númidas, consigue huir. Su intención siempre había sido la de reunirse con su hermano Aníbal en tierras italicenses y continuar la guerra en territorio romano.

Poco a poco, los contingentes cartagineses que permanecen en Hispania van siendo acorralados en la Baetica, tierras donde aún mantienen su dominio; poco a poco los caudillos indígenas, que los han apoyado hasta ese momento, deponen sus armas o son derrotados. Así ocurre con Orongis o Ilipa, entre otros.

Ha llegado el momento de la venganza romana en la vieja Iberia, la ocasión de dejar escapar toda la ira contenida contra aquellos que traicionaron a los procónsules anteriores, Publio y Cneo Cornelio Escipión; represalias sobre los mismos que se dedicaron a masacrar a todo legionario huido tras las anteriores derrotas y buscaron refugio en los que hasta entonces estaban considerados como oppidum aliados.

Una a una, las ciudades, primero simpatizantes de Roma y después unidas a los cartagineses en su lucha y resistencia, son castigadas. Una a una, las ciudades bases empleadas por los generales cartagineses en la guerra librada en Hispania están siendo tomadas: Iliturgi, Cástulo.

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Los orígenes de Cartima

Cuando inicié la búsqueda de documentación relacionada con la antigua ciudad de Cartima, y en un intento de recabar toda la información posible, al primer lugar donde decidí acudir fue a las fuentes clásicas. Sólo en la obra de Tito Livio titulada Ab Urbe condita (Capítulo XL, 47, 1-4) se hace referencia a ella en el pasaje que narra la campaña militar de Tiberio Sempronio Graco (año 180 a.C.) durante la primera guerra celtíbera en tierras hispanas (pulsa aquí para conocerlo). Dicho texto recoge la siguiente mención: “… Después de tomar rehenes y poner una guarnición en la ciudad (Munda, a la que atacaría por sorpresa aprovechando la oscuridad de la noche), siguió su marcha asaltando los oppidum y quemando los cultivos, hasta llegar a otra ciudad de excepcional fuerza a la que los celtíberos llamaban Cértima…”.

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