Monte do Facho. La pervivencia de un dios

Cangas do Morrazo. Pontevedra

Ascender por su antiguo camino, ese maravilloso entorno natural que lo protege, hasta alcanzar la croa de la colina donde se localiza el santuario y contemplar desde su altura los restos del viejo castro y las espectaculares vistas al mar… eso sí que no tiene precio. Hoy pasamos a narrar la historia de Monte do Facho y la de un dios, su protector, que en el asentamiento castreño se veneró incluso con el transcurso de los siglos.

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Castrejón de Capote

Higuera la Real, Badajoz

Se escucharon las tubas mientras resonaban gladios contra los escudos. Desde el ocaso, las caligae romanas marcharon en columna allá donde los estandartes señalaban su nuevo objetivo: un asentamiento céltico en la rica y verde Baeturia.

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La colonia tartésica de Conisturgis

Sobre la fundación de Tartessos nos llega el mito de Habis en el que se nos relata:

Gárgoris, su viejísimo rey, fue el primero en introducir la costumbre de recolectar miel. Como le hubiese nacido un nieto por estupro de su hija, por vergüenza quiso hacer morir al pequeño de varias formas, aunque la Fortuna le protegió de todos los peligros para que lograra el reino. En primer lugar, como hubiese ordenado que fuera abandonado, cuando unos días después envió a buscar el cuerpo del expósito, lo encontró alimentado por la leche de diversos animales salvajes. Después, tras ser llevado a casa, ordenó que fuera arrojado a un paso angosto que solía cruzar el ganado; decisión cruel, pues prefirió que su nieto fuese pisoteado a que sufriera una muerte simple. Como allí tampoco fuera dañado ni le faltara alimento, lo arrojó primeramente a perros hambrientos, por no comer durante muchos días, y después también a jabalíes. Y así, como no sólo no le dañasen que incluso era alimentado por las ubres de algunas fieras, por último ordenó que fuera arrojado al Océano. Entonces, se manifestó claramente un numen divino que le sostuvo sobre las olas y los mares enfurecidos, los cuales entrechocaban como si navegara sobre un navío, y no flotando sobre el mar, hasta ser depositado sano y salvo en la orilla. No mucho tiempo después apareció una cierva que ofreció sus ubres al pequeño. Finalmente, a partir de entonces, el muchacho adquirió del trato de la nodriza una agilidad extraordinaria y durante mucho recorrió montes y bosques entre manadas de ciervo con velocidad no inferior a ellos. Por fin, cazado a lazo, fue entregado al rey como regalo. Entonces reconoció al nieto por la semejanza de rasgos y las señales corporales que de niño le habían marcado a fuego. Admirado desde entonces por tantas desgracias y peligros, fue designado rey sucesor del reino…”. Justino (XLIV, 4)

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La ciudad como eje de comunicaciones

La nueva ciudad romana quedó adscrita al Conventus Astigitanus, situada a los pies de la Sierra del Torcal. Era este un terreno llano y fértil, de gran aprovechamiento agrícola, regado por las aguas del cercano cum fluvio foederatorum (el río de los federados o de Malaca que menciona Plinio, pero también denominado por Ptolomeno como Saduce o la ciudad con río). Nos estamos refiriendo al río Guadalhorce de Málaga.

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