Despotes Hippon

El domador de caballos

El anciano oteaba el horizonte sobre la colina que cerraba el valle. Junto a él, en retaguardia, la fuerza de caballería íbera mientras la infantería avanzaba en formación cerrada al encuentro campal contra el ejército romano.

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Tierra, sudor y sangre

El desastre de al-Araq (IV)

Los yelmos de los castellanos ya se reconocían a la distancia. Abu Yahya, el jeque almohade, a voz en cuello gritó su primera orden. Entonces los estandartes califales se agitaron, señal que fue interpretada, rápidamente, por los jefes de las diferentes cábilas que pasaron a transmitirla a sus hombres. En una impecable maniobra sincronizada, al unísono las líneas de lanceros más avanzados hincaron rodilla en tierra y, pertrechados tras sus escudos, asomaron picas hacia el exterior, clavando el otro extremo de las astas en el suelo.

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En orden de batalla

El desastre de al-Araq (III)

… que todos los que he consultado antes que a vosotros, aunque son los primeros por su valor, por su pericia en las guerras y por su esfuerzo y poder, no conocen la manera de guerrear de los cristianos como vosotros, que sois sus vecinos y estáis acostumbrados a combatirlos y sabéis de sus estratagemas y costumbras.”. (Libro de la increíble historia de los reyes de al-Andalus y Marruecos. Autor: Ibn Idhari)

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Aníbal llega a Sagunto

La caída de Sagunto. Capítulo V

Espoleando sus pequeñas y ágiles monturas – sin bridas, ni bocados, ni tampoco sillas; tan sólo el uso de una vara y una cuerda alrededor del cuello -, un cuerpo bien nutrido de caballería ligera númida avanzó hasta alcanzar las proximidades del oppidum. A sus espaldas dejaban una densa polvareda que terminaba fundiéndose con las altas columnas de humo de unos campos envueltos en llamas.

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