El derrumbe de las defensas

La caída de Sagunto. Capítulo VII

Durante algún tiempo, mientras sanaba la pierna del Bárquida, disfrutamos de cierta tranquilidad en las defensas. El bloqueo permanecía, eso es cierto, impidiendo con su cerco que nadie pudiera entrar o salir de la ciudad. Pero también es cierto que se produjo una especie de tregua no pactada, un leve respiro necesario a la población que permitió la continuidad en las obras de fortificación interna con todos los brazos disponibles.

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Se inicia el asalto

La caída de Sagunto. Capítulo VI

Sereno e impasible, desde el adarve de las murallas Balcáldur observaba los movimientos de tropa que realizaban los cartagineses ante su inminente ataque. En retaguardia, al amparo de los manteletes y las vineas, los arietes traídos expresamente desde Qart Hadast se mantenían a la espera de una infantería hispana encargada de portar las escalas con las que llevarían a cabo el asalto. O por lo menos eso era lo que se podía intuir desde la distancia y con una vista desgastada por el paso de los años.

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Medidas preventivas

La caída de Sagunto. Capítulo III

Las intenciones de Aníbal no están para nada claras. Puede que el general cartaginés tan sólo esté jugando con nosotros, utilizándonos ante su eterna enemiga Roma, aunque sea a costa de nuestras vidas. Si esto fuera así, creo que se trataría de un juego un tanto cruel, ¿no crees?

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