La leyenda de Medellín

Castillo de Medellín. Badajoz

A la muerte de este primer Conde (Rodrigo Portocarrero) le sucedió su hijo primogénito y heredero don Juan, a quien su madre disputó los derechos al condado encerrándole para su seguridad en una habitación secreta y casi subterránea de la planta baja del cubo o torreón que ocupa la parte central de la muralla que mira al Guadiana.

Nada menos que cinco años, según datos de la tradición, estuvo el desgraciado don Juan encerrado en aquella reducida prisión sin más luz que la muy escasa que entraba por la aspillera que aún existe, ni más ventilación y aire que el que de aquel pequeño espacio dentro del cual tenía que satisfacer todas sus corporales necesidades y sin ver ni hablar a nadie más que al criado que, de vez en cuando, bajase – también colgado – a limpiar la habitación.

Entablada las negociaciones parece que don Juan exigió que rompiera el muro como hoy está y aún se conserva la rotura, tratando de probar, por ésta su inocencia, al salir por sus pies y no colgando como entró.”.

CASTILLO DE MEDELLIN

Castillo de Medellín. Badajoz.

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La colonia tartésica de Conisturgis

Sobre la fundación de Tartessos nos llega el mito de Habis en el que se nos relata:

Gárgoris, su viejísimo rey, fue el primero en introducir la costumbre de recolectar miel. Como le hubiese nacido un nieto por estupro de su hija, por vergüenza quiso hacer morir al pequeño de varias formas, aunque la Fortuna le protegió de todos los peligros para que lograra el reino. En primer lugar, como hubiese ordenado que fuera abandonado, cuando unos días después envió a buscar el cuerpo del expósito, lo encontró alimentado por la leche de diversos animales salvajes. Después, tras ser llevado a casa, ordenó que fuera arrojado a un paso angosto que solía cruzar el ganado; decisión cruel, pues prefirió que su nieto fuese pisoteado a que sufriera una muerte simple. Como allí tampoco fuera dañado ni le faltara alimento, lo arrojó primeramente a perros hambrientos, por no comer durante muchos días, y después también a jabalíes. Y así, como no sólo no le dañasen que incluso era alimentado por las ubres de algunas fieras, por último ordenó que fuera arrojado al Océano. Entonces, se manifestó claramente un numen divino que le sostuvo sobre las olas y los mares enfurecidos, los cuales entrechocaban como si navegara sobre un navío, y no flotando sobre el mar, hasta ser depositado sano y salvo en la orilla. No mucho tiempo después apareció una cierva que ofreció sus ubres al pequeño. Finalmente, a partir de entonces, el muchacho adquirió del trato de la nodriza una agilidad extraordinaria y durante mucho recorrió montes y bosques entre manadas de ciervo con velocidad no inferior a ellos. Por fin, cazado a lazo, fue entregado al rey como regalo. Entonces reconoció al nieto por la semejanza de rasgos y las señales corporales que de niño le habían marcado a fuego. Admirado desde entonces por tantas desgracias y peligros, fue designado rey sucesor del reino…”. Justino (XLIV, 4)

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Zona residencial junto a la puerta monumental

CIUDADANOS

Retrato (funerarios) de ciudadanos. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.

Fue atravesar la puerta monumental del flumen Anae y desbordarme el enorme bullicio que la propia Augusta Emerita generaba en su interior. El gran alboroto de sus calles provocó el despertar de mi letargo y tranquilidad del que venía disfrutando a lo largo de todo el viaje.

Ciudadanos, libertos, esclavos, viajeros, comerciantes y demás gentes de a pie transitaban las viae de la urbe a través de sus amplias aceras porticadas. Los que iban sobre monturas y carruajes, utilizaban cómodamente el ancho de las calzadas. Igualmente ocurría con aquellos que se desplazaban recostados en literas portadas por sus esclavos. La gente iba y venía de un lado para otro, cruzando las insulae y recorriendo las calles en distintas direcciones. Se trataba de uno de los puntos principales y mayor concurrencia de la colonia: el inicio del decumanus maximus.

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La puerta del puente

A30A01 - PUERTA DEL PUENTE - MERIDA

Restos de la puerta monumental en la Alcazaba de Mérida y a la que se accedía a la antigua ciudad romana tras cruzar el puente. Mérida

Cuatro son las puertas principales por las que se accede a la ciudad de Augusta Emerita, situadas cada una de ellas en los extremos de sus dos arterias principales: decumanus y cardus maximus. En concreto, la puerta donde me encuentro se ubica justo al final de la travesía del puente, sobre una gran explanada y dando inicio a la gran calzada del decumanus maximus – vía que recorre la ciudad de Oeste a Este atravesando la zona pública de la colonia -. La puerta del puente es, sin lugar a dudas, el área de acceso a la urbe donde se concentra un mayor tránsito de personas y carruajes cargados con mercancías. Ello se debe a su privilegiada localización, próxima a los cruces viarios de algunas de las calzadas comerciales más importantes del territorio hispano.

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Puente sobre el flumen Anae

Al fondo podía distinguir las enormes puertas levantadas en la explanada, una construcción flanqueada por dos inmensas torres que se adosan al lienzo de la muralla. Su posición es inmejorable como puesto de control sobre el flujo continuado de personas y carruajes que por este entorno pasan.

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