En tiempos de conjuras y delaciones
“Mira, esto te lo envía el Senado.”. Interesante cita la de Dión Casio (Historia Romana, L.XXI), en boca del cándido Claudio Pompeyo Quinciano, para dar comienzo a nuestro relato.
En tiempos de conjuras y delaciones
“Mira, esto te lo envía el Senado.”. Interesante cita la de Dión Casio (Historia Romana, L.XXI), en boca del cándido Claudio Pompeyo Quinciano, para dar comienzo a nuestro relato.
Existen pasajes de nuestro pasado que lograron alterar el ritmo de la Historia y, tal vez, sea este uno de ellos. Seguro que lo conoces… o puede que no.
Estói, Faro. Portugal
Se trataba de mi primer yacimiento en tierras lusas; por fin se cumplía ese deseo, tan añorado durante largo tiempo, de recorrer el territorio portugués a la caza de sus antiguas ruinas. Nada más cruzar el umbral de las instalaciones pude contemplar esa calzada, con sus grandes losas de piedra, que atraviesa, de parte a parte, los restos arqueológicos y separa la pars urbana del enorme edificio de culto. Supe entonces que no se trataba de una villa romana al uso. Conforme me adentraba por el recorrido marcado, decidí cerrar los ojos y dejarme llevar, imaginando cómo pudo ser la vida en este impresionante fundus que, con el transcurrir de los años, llegué a comprender mejor. Dejad que os lo explique.
En esta ocasión marchamos hacia la Colina Capitolina, zona de impresionantes museos. Lo hacemos recorriendo las faldas del monte Palatino flanqueado aún por los terrenos donde, en la Antigua Roma, se asentaba el Circo Massimo. Hemos alcanzado las proximidades del río Tíber, lo que sería parte del Campus Martius. Pero… ¿por qué tanta prisa? ¿Qué tal si hacemos una pequeña parada en este lugar y nos deleitamos un poco con el Teatro Marcelo?
Higuera la Real, Badajoz
Se escucharon las tubas mientras resonaban gladios contra los escudos. Desde el ocaso, las caligae romanas marcharon en columna allá donde los estandartes señalaban su nuevo objetivo: un asentamiento céltico en la rica y verde Baeturia.
Campamento romano de Ciadella. Sobrado dos Monxes, A Coruña
A lo largo de los dos primeros siglos del Imperio, contingentes de soldados galos, germanos e hispanos fueron reclutados para suplir las bajas que, dentro de las filas romanas, se iban generando. Bien como unidades de apoyo a las legiones, bien operando de forma autónoma, estos cuerpos de auxiliares actuaron en territorios cuyas fronteras parecían cada vez más inabarcables.
Velilla del Ebro. Zaragoza
Nos encontramos ante un claro ejemplo de cómo una de las ciudades más importantes de su territorio en época romana acaba desapareciendo en casi dos siglos de existencia. Su mayor error, entrar en la órbita de las guerras civiles acontecidas en el perido de la República.
“… Bajo el consulado de Tiberio Nerón y Publio Quintilo, cuando regresé a Roma de mi viaje a Hispania y la Galia y después de haber llevado a cabo afortunadas empresas en estas provincias, el Senado decretó que se debía consagrar en honor a mi llegada el Ara Pacis en las proximidades del Campo de Marte y dispuso que los magistrados, sacerdotes y vírgenes Vestales celebrasen cada año un sacrificio en él.”. (Res Gestae Divi Augusti, 12.2)
Tercer cuarto del siglo III d.C., en cualquier rincón del Imperio nace un nuevo usurpador, un rebelde local o un autoproclamado rey de un territorio. Los nuevos imperators son nombrados por la guardia pretoriana o se proclaman apoyados por sus legiones. Algunos se suicidan, otros son simplemente asesinados.
El Imperio se hace viejo y envilece. Roma se siente incapaz de hacer frente a todas sus amenazas y las fronteras, desde el Rin hasta el Éufrates, se contraen cada vez más. Ya no nacen emperadores de gran carisma como Augusto, Trajano o Antonino. El Senado se manifiesta abiertamente infiel y traidor, corrupto. La única garantía que sobrevive en este tiempo es la nueva estirpe de combatientes procedentes de las lejanas tierras del Danubio; una nueva casta de líderes a las que se aferran sus legiones para intentar mantener el poder sobre el resto de pueblos, aun sacrificando parte de sus antiguas tradiciones.
Último cuarto del siglo I a.C., Augusta Emerita se va a definir como capital de la Lusitania. Todo el extenso territorio que abarcará la nueva provincia hispana ya se encuentra bajo dominio romano. Las comunidades nativas, que habitaban las altas montañas, han sido obligadas a descender y a establecerse sobre llano; buscaron, ante todo, tierras fértiles donde cultivar y ricos pastos con los que alimentar a la ganadería.