La llegada al oppidum de Ategua
Julio César, desde su etapa como cuestor de la Hispania Ulterior, era perfecto conocedor de la ciudad de Corduba y todo su territorio próximo. Por este mismo motivo, sabía que el bastión de Ategua, segundo en importancia de la zona, era realmente la ciudad donde se protegían las grandes reservas de trigo recogidas en la campiña.
Controlando el oppidum, el dictador alcanzaría dos objetivos que en esos momentos calculaba como de gran trascendencia y prioridad: por un lado, se aseguraría el abastecimiento continuado para su tropa, cuestión de suma importancia si la contienda se alargaba en el tiempo. El mismo era consciente de que esas eran las pretensiones de sus enemigos. Por otro lado, dar un golpe de moral a sus hombres después del fracaso sufrido bajo las murallas de Corduba.