El viajero que llegaba por primera vez a estas grandes tierras fértiles de la Baetica; el mercader con intenciones de ofrecer sus exóticas mercancías a los ciudadanos más notables; o, simplemente, el emigrante atraído por las condiciones económicas favorables y las amplias miras de promoción social que ofrecía Singilia Barba, admirarían la majestuosidad de la ciudad mientras se iban acercando a ella a través del trazado que dibujaba su calzada. Atrás quedaban los grandes valles y sus extensiones de cultivo, así como las imponentes villae dedicadas a la producción continuada de vino, aceite y cereales. Seguramente que antes de partir, a estos individuos de la Hispania del siglo II d.C. les hablarían de la riqueza de sus campos, aunque en su imaginación apenas pudieron acercarse a lo que llegaban a contemplar con sus propios ojos.
Archivos Mensuales: abril 2015
Hablar con la gente siempre es de provecho
Cuando crees haber terminado, no has hecho más que empezar
Son numerosas las ocasiones en las que crees que vas a dejar zanjado un determinado proyecto y por ello te sientes satisfecho. Todo está preparado: la documentación, los horarios, la ruta y coordenadas, etc. Pero cuando por fin te desplazas a ese punto de interés y hablas con la gente dedicada al yacimiento o centro de interpretación, descubres que, sencillamente, estabas muy equivocado. Sin pretenderlo, acabas sumergido en un nuevo objetivo y todo vuelve a empezar de cero.
Las producciones en Singilia Barba
Una abundancia de recursos hídricos obtenidos por los ríos y afluentes de la zona, así como los buenos accesos a sus depósitos arcillosos, contribuyeron a la proliferación de este tipo de instalaciones dedicadas a la producción alfarera durante los siglos I y II d.C. Hornos excavados en el subsuelo, de cámara circular y parrillados, producían la cerámica común utilizada en la vida cotidiana de los habitantes de Singilia Barba y su entorno.