Empieza a hacerse tarde. No puedo perder un instante más si quiero llegar a la hora prevista para el encuentro con Caecilius Avitas.

Según las indicaciones que me proporcionó el día nuestra última reunión en Corduba, su domus debe quedar muy próxima a esta zona residencial, en el área de insulae distribuidas a lo largo de la calzada. Parece que se trata de la misma viae que tomé al cruzar la puerta del puente, pero en dirección norte. En realidad, corresponde al primer cardus minimus que atraviesa la urbe y que circunda su muralla por la cara interior.

Mi amigo me comentó que para orientarme sin problemas en la ciudad y llegar a las puertas de su vivienda, debía tomar como referencia las columnas de humo que emanan de las instalaciones industriales aledañas a la orilla del río. Por su descripción, deben de ser principalmente figlinae u hornos dedicados a la elaboración de lucernas, aunque puede que también se hallen otros tipos de producciones relacionados con envasados y demás cerámicas elaboradas en la ciudad. Supongo que, con la ingente cantidad de arcilla que pueden obtener de la orilla del Anas, estas industrias estarán en condiciones de producir altos remanentes en su fabricación. Así que la domus que debo localizar seguro que se encuentra situada muy próxima a la altura de la muralla, dirección a estos mismos alfares.

Otra referencia importante a tener en cuenta era que, justo al final del barrio residencial al que me dirijo, y sin perder nunca de vista la calzada, se encuentra una de las puertas de acceso a la ciudad. Ni mucho menos tan imponente como la del puente, pero sí lo suficientemente ancha como para que permita la entrada y salida de dos carruajes en ambos sentidos. Augusta Emerita, a parte de las cuatro puertas principales levantadas en los extremos del decumanus y el cardus maximus, también cuenta con cuatro auxiliares construidas en las caras orientales y occidentales del lienzo de muralla, las cuales sirven para descongestionar el tráfico que pueda generarse en su interior.

Independientemente a todas estas puertas mencionadas, la urbe dispone de una gran cantidad de vanos o portillos peatonales a lo largo del recorrido de su muralla que facilitan el rápido y cómodo acceso a cualquiera de sus calles, más concretamente en esta parte de la ciudad donde se registra un mayor flujo de viajeros y comerciantes. Traspasar los límites de esta puerta auxiliar significará que habré atrás mi destino.

Hoy disfruto por primera vez de la comodidad que se siente llevar el carruaje por las amplias calles de Augusta Emerita; resulta evidente que su construcción no se tomara a la ligera en los tiempos de la fundación de la colonia. Los ingenieros emeritos que la diseñaron fueron plenamente conscientes de la gran importancia que representaba la nueva ciudad como encrucijada de caminos de aquellas otras calzadas que recorren y atraviesan este territorio. Tuvieron que invertir tiempo y esfuerzo en su correcto trazado, prestando gran atención a las calidades pétreas que en ella se emplearan.

Esto mismo no ocurre en otras ciudades donde he tenido que desplazarme para vender mi mercancía, inclusive tratándose de urbes cuyas fundaciones son de la misma época del divino Augusto. Posiblemente las características geográficas de los primeros oppidum o el propio entramado urbano previo al poblamiento colonial condicionaran el diseño de sus calzadas, lo que motivaría que en ellas se trazaran simples actus o calles exclusivas para la circulación de un único transporte.

Aunque no lo parezca, estos actus limitan bastante la consecución de nuevos acuerdos comerciales, ya que, ante la imposibilidad de acercamiento directo con los posibles interesados, las probabilidades de tratos infructuosos son, si cabe, aún más notables. Para el tipo de venta que yo practico resulta fundamental acercar las mercancías hasta las inmediaciones de las domus. Además, siempre será perjudicial para el negio permanecer extramuros de la urbe en aquellos días señalados de macellum, pues la competencia es todavía mayor.

Cuando acudo a ciudades con este tipo de trazados viarios, la obtención de permisos para la libre circulación de carros resulta una tarea ardua y complicada, por no decir imposible. Estas autorizaciones suelen quedar para uso exclusivo de transportes del gobierno local. Ni siquiera en todas las ocasiones se permite cruzar el decumanus o el cardus maximus para atravesar la urbe, lo que obliga a rodear la ciudad si se pretende llegar al otro extremo. Y si se diera dicho permiso, también queda limitada la posibilidad de parar en el interior del recinto murado.

La cuestión de las viae de Augusta Emerita es bien distinta. Tal y como puedo comprobar, las calzadas son tan anchas y existen tantos accesos a la ciudad, que una situación de saturación o colapso en sus calles parece, en principio, bastante complicado. Así lo aseguraba Caecilius cuando me insistió que, tranquilamente, podría acercar el carro hasta las proximidades de su vivienda sin problema alguno.

Y que decir tiene el diseño de su entramado, no recuerdo haber contemplado con anterioridad losas pétreas tan grandes apisonadas en un pavimentum. Esto sólo puede significar una cosa: que la colonia cuenta con unas extraordinarias canteras donde extraer las enormes lajas. Solo por el ruido que provocan las ruedas del carruaje al pasar, se percibe una resistencia sólida.

La superficie del pavimentum o summa crusta se dibuja combada hacia los extremos en todo el trayecto. Esta característica facilita que el agua de lluvia no encharque la via, ni tampoco se filtre a sus capas inferiores, lo que evitará futuros deterioros. Supongo que, si se diera el caso, seguro que la colonia cuenta con operarios dedicados al mantenimiento exclusivo de estas calzadas.

La decisión de combar la vía y utilizar piedras lisas hace que, cuando llueva, el agua caiga a los canalillos preparados en los extremos y, de esta forma, se evacue hacia los puntos de cloacas más próximos. A partir de aquí la propia inclinación del terreno, natural o adaptada, hace el resto: el agua recorre el entramado de la red de saneamiento hasta su vertido en el río.

Todo esto da una idea de la cuidada planificación que llevaron a cabo los ingenieros del proyecto en el momento del trazado de la vía. Primeramente, dibujarían la orientación del decumanus y del cardus maximus, en cuya intersección quedaba definida la zona pública de la ciudad. A continuación, se marcarían los decumanus y cardines minores para establecer, mediante sus interrelaciones, cada una de las insulae donde planificarían construir las futuras domus de los colonos. Una vez estructurado el mapa con el que trabajar, y amurallado el recinto en todo su perímetro, pensarían en las mejores opciones para la distribución de las cloacas según la posición del río y la pendiente del terreno fortificado. Para los casos en los que dichas pendientes no les fueran favorables, se reajustarían artificialmente.

Antes de cubrir definitivamente las zanjas con las sucesivas capas empleadas (gremium, statumen, rudus y nucleos), se procedería a la colmatación del pavimentum abombado utilizando las grandes losas planas. Seguidamente se prepararían los canales bajo los bordillos de compactación pavimentario para facilitar la evacuación de las aguas pluviales. Estos ribetes o bordillos también servirían para impedir la invasión de vehículos sobre el acerado porticado de la calle.

En definitiva, nada dejaron al azar los ingenieros experimentados de las legiones licenciadas en tiempos de la fundación de la colonia.

La afluencia de gentes y transportes que transitan por este decumanus minor es impresionante. Tendrá mucho que ver la proximidad de la puerta principal del puente y que en esta zona se localicen gran cantidad de centros productores. Sin duda se trata de un paso obligado para todo comerciante. Sólo hay que observar el elevado número de tabernae o tiendas situadas bajo los acerados porticados de este corto tramo de vía que aprovechan perfectamente las cualidades de la propia calzada. En estos momentos están abriendo al público muchas de ellas.

Otro aspecto a resaltar de las calles de Augusta Emerita es la perfecta regulación de la circulación que se lleva a cabo en todo su recorrido. Un ejemplo de ello son los enormes bloques situados en los cruces de calles y que impiden a los carruajes circular a velocidades elevadas. Estas señales obligan a los transportes rodados a tomar las esquinas de forma moderada y no invadir por accidente el acerado peatonal. Me imagino que los mismos bloques de granito también se reutilizarán como obstáculos en los cruces de cloacas, impidiendo el bloqueo de carros en estos puntos críticos del subsuelo urbano.

Lo que aún no he podido constatar en el tramo recorrido es si en la urbe se utilizan las hileras de sillares transversales y discontinuas empleadas en las calzadas de otras ciudades. Con estas tiras de piedra también se consigue regular la circulación de vehículos, obligando a pasar, con moderación, las ruedas entre los huecos resultantes.

Estas hileras a las que me refiero son utilizadas también por los viandantes para cruzar las calzadas, de un lado a otro, en días de lluvia y evitar, de esta forma, empapar su calzado. Funcionan a modo de puente, pero, tal y como se ha planteado el diseño en esta ciudad, preveo que dicho recurso no habrá sido necesario.

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