Acinipo. Capítulo I
No había acabado de despuntar el sol sobre la cima de las montañas cuando, la partida de jinetes ataviados con una guisa bastante extraña y sin hierro con el que proteger sus cuerpos, llegaron a galope por la vieja calzada. Lo hicieron envueltos bajo la polvareda provocada por los cascos de sus pequeñas monturas, unas cabalgaduras estas que nada tenían que ver con las robustas bestias de combate que utiliza la guardia y que, de vez en cuando, se ven pasar por estos viejos parajes olvidados por el hombre.