Cuenta una leyenda abulense que en el año de 1.112, Alfonso I el Batallador, belicoso monarca del reino de Aragón, plantaba sus tropas ante las murallas de la ciudad de Ávila. Su exigencia, que el Niño Rey le fuera entregado.
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Cohors I Celtiberorum
Campamento romano de Ciadella. Sobrado dos Monxes, A Coruña
A lo largo de los dos primeros siglos del Imperio, contingentes de soldados galos, germanos e hispanos fueron reclutados para suplir las bajas que, dentro de las filas romanas, se iban generando. Bien como unidades de apoyo a las legiones, bien operando de forma autónoma, estos cuerpos de auxiliares actuaron en territorios cuyas fronteras parecían cada vez más inabarcables.
Qal’at Rabah: Calatrava La Vieja (continuación)
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Resulta que en tales circunstancias, a finales de 1157, habían llegado a Toledo don Raimundo, abad del monasterio de Santa María de Fítero, y fray Diego Velázquez, ambos religiosos del Císter. El abad se había hecho acompañar del hermano Diego para disponer de una mayor facilidad a la hora de acceder al rey, al cual pretendía solicitar confirmación de los privilegios concedidos por Alfonso VII en su abadía. Tiempo atrás, Diego Velázquez fue amado del anterior monarca y amigo en la infancia del Deseado.
Qal’at Rabah: Calatrava La Vieja
El origen de una Orden
“Todos los nobles callaron ante tal propuesta. Y lo sucedido a continuación causó tan extraordinaria sorpresa que provocó algunas burlas entre los nobles de la corte. Sin embargo, fue un hecho trascendental para el futuro de la plaza y de su entorno: el propósito fue aceptado por el abad Raimundo, aconsejado a ello por Diego Velázquez.”