La Cueva de Hércules

Iglesia de San Ginés, Toledo

Ahmed-ar-Razi, también conocido como el moro Rasis, en su obra Crónica del moro Rasis ya desaparecida (siglo X d.C.), nos relata, a modo de vaticinio, el final del reino visigodo y la entrada de los musulmanes a la península, leyenda de la que se hicieron eco cronistas castellanos como Jiménez de Rada (De Rebus Hispaniae) o Alfonso X el Sabio (Crónica General de España) entre otros. En ella se relata que:

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El desembarco de Tariq

Ermita de los Santos Mártires. Medina Sidonia, Cádiz

Andaba reorganizando las notas y apuntes sobre la invasión musulmana cuando, irremediablemente, se me vino a la memoria mi primera visita a Medina Sinonia; de esto hace ya unos cuantos años. El motivo que me empujara a conocerla, aparte de sus maravillosos restos romanos, era la Ermita de los Santos Mártires, santuario también conocido con el nombre de Santiago del Camino, que se encuentra a las afueras de esta preciosa localidad. Resulta también que sobre esas fechas absorbía todo aquello que llegaba a mis manos relacionado con la batalla de Guadalete, la derrota de don Rodrigo y el final de un reino visigodo desde hacía tiempo en decadencia. Pues bien, hoy me animo a tratar uno de los episodios menos conocidos de esta parte de nuestra Historia, me estoy refiriendo a las jornadas previas al enfrentamiento entre ambos ejércitos cuando el general bereber Tariq ibn Ziyad desembarcara en las costas gaditanas. Espero que os guste.

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La leyenda de Medellín

Castillo de Medellín. Badajoz

A la muerte de este primer Conde (Rodrigo Portocarrero) le sucedió su hijo primogénito y heredero don Juan, a quien su madre disputó los derechos al condado encerrándole para su seguridad en una habitación secreta y casi subterránea de la planta baja del cubo o torreón que ocupa la parte central de la muralla que mira al Guadiana.

Nada menos que cinco años, según datos de la tradición, estuvo el desgraciado don Juan encerrado en aquella reducida prisión sin más luz que la muy escasa que entraba por la aspillera que aún existe, ni más ventilación y aire que el que de aquel pequeño espacio dentro del cual tenía que satisfacer todas sus corporales necesidades y sin ver ni hablar a nadie más que al criado que, de vez en cuando, bajase – también colgado – a limpiar la habitación.

Entablada las negociaciones parece que don Juan exigió que rompiera el muro como hoy está y aún se conserva la rotura, tratando de probar, por ésta su inocencia, al salir por sus pies y no colgando como entró.”.

CASTILLO DE MEDELLIN

Castillo de Medellín. Badajoz.

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