Villa Romana en Torre de Benagalbón
Porque, sencillamente, no hay nada que enseñar.
«… Éste durante su duovirato ofreció juegos públicos y durante el mismo número de días (juegos) privados. Del mismo modo, a la totalidad de los habitantes en el Municipio y a los residentes los convocó ofreciéndoles, de modo gratuito, baños y ungüentos. Así también, en el mismo día a los jóvenes obsequió con juegos en el teatro (y) para los hombres y mujeres proporcionó gratuitamente (su entrada) al gimnasio y a los baños…«
Incluida en el Itinerarium Antonini con la mención de Item alio itinere a Bracara Asturica, la vía XVIII o Vía Nova fue mandada construir entre los años 79 y 80 d.C. por el legado de la provincia C. Calpetanus Rantius Quirinalis Velerius Festus, durante el mandato de Vespasiano y su hijo Tito. Su propósito, unir las importantes ciudades de Bracara Augusta y Asturica Augusta en un recorrido total de unas doscientas quince millas de distancia.
Acinipo. Capítulo II
Por supuesto que nadie recuerda cuál fue el motivo que empujó a estos colonos para asentarse en una comarca tan montañosa. Tal vez vinieran huyendo de las belicosas tribus celtas de donde procedían o puede que, por otro lado, formaran parte de alguna de ellas y alcanzaron estas ricas tierras con objeto de constituirse como punta de lanza en sus propósitos de expansión y colonización.
Puede que tan solo veas en esta imagen una simple roca. No te preocupes, a mí me sucedería lo mismo. Pero puede también que…
Acinipo. Capítulo I
No había acabado de despuntar el sol sobre la cima de las montañas cuando, la partida de jinetes ataviados con una guisa bastante extraña y sin hierro con el que proteger sus cuerpos, llegaron a galope por la vieja calzada. Lo hicieron envueltos bajo la polvareda provocada por los cascos de sus pequeñas monturas, unas cabalgaduras estas que nada tenían que ver con las robustas bestias de combate que utiliza la guardia y que, de vez en cuando, se ven pasar por estos viejos parajes olvidados por el hombre.
Al fondo podía distinguir las enormes puertas levantadas en la explanada, una construcción flanqueada por dos inmensas torres que se adosan al lienzo de la muralla. Su posición es inmejorable como puesto de control sobre el flujo continuado de personas y carruajes que por este entorno pasan.
Poco o casi nada conocemos de este asentamiento de origen turdetano que sirvió de base para una posterior ocupación romana desde época republicana (siglos II-I a.C.) y a los que algunos autores han querido identificar, a partir de un texto de Ptolomeo y sin apenas rigor científico, con la antigua ciudad de Calduba.
El viajero que llegaba por primera vez a estas fértiles tierras de la Baetica; el mercader con intenciones de ofrecer sus exóticas mercancías a los ciudadanos más notables; o, simplemente, el emigrante atraído por las favorables condiciones económicas y amplias miras de promoción social que ofrecía Singilia Barba, admirarían la majestuosidad de la ciudad mientras se iban acercando a ella a través del trazado que dibujaba su calzada. Atrás quedaban los grandes valles y sus extensiones de cultivo, así como las imponentes villae destinadas a la producción continuada de vino, aceite y cereales. Seguramente que, antes de partir, a estos viajeros y mercaderes de la Hispania del siglo II d.C. les hablarían de la riqueza de sus campos, aunque en su imaginación apenas pudieron acercarse a lo que llegaban a contemplar con sus propios ojos.
Una abundancia de recursos hídricos obtenidos por los ríos y afluentes de la zona, así como los buenos accesos a sus depósitos arcillosos, contribuyeron a la proliferación de este tipo de instalaciones dedicadas a la producción alfarera durante los siglos I y II d.C. Hornos excavados en el subsuelo, de cámara circular y parrillados, producían la cerámica común utilizada en la vida cotidiana de los habitantes de Singilia Barba y su ager dependiente.