Iponuba

Cerro del Minguillar. Baena, Córdoba

Mediados del siglo II d.C., un liberto llamado Cornelio Saturnino, antiguo y fiel esclavo de la familia Cornelia, inquieto supervisa la instalación de un dintel en las proximidades de la plaza pública de Iponoba. Orgulloso contempla como en la epigrafía se hace mención a su reciente ascenso augustal. Sabe que con la importante donación satisfecha y su recién nombramiento a la magistratura de la ciudad, sus hijos y nietos tendrán el camino despejado para ocupar, en el futuro, un cargo en el Corsus Honorum Municipal. Por este motivo quiere asegurarse que la piedra con su dedicatoria quede bien visible y, a poder ser, perfectamente legible para el resto de ciudadanos.

Estatua de la Emperatriz Livia datada en época del Principado de Tiberio. Hallada en las excavaciones practicadas en el Cerro del Minguillar y expuesta actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Ha pasado casi un siglo desde que el emperador Cesar Augusto Tito Flavio Vespasiano otorgara, por decreto imperial y con carácter genérico, el ius latii (el derecho latino) a todo el territorio hispano. Su principal objetivo fue que las ciudades más romanizadas de la Provincia pudieran quedar organizadas como verdaderos municipios latinos. En este año del 74 d.C., por fin se hacía realidad la demanda de muchos miembros de la clase aristocrática local que, desde el inicio del Principado de Tiberio, solicitaban a Roma la equiparación administrativa con otras ciudades que ya gozaban de tal consideración desde el cambio de Era. Entre ellos se encontraba la élite de Iponoba, personajes influyentes quienes asistieron exultantes a la consideración de su ciudad como Municipium Flavium Iponobensis.

Pero volvamos la vista atrás antes que miembros de las familias más distinguidas como los Aelii, Aurelii, Annii, Clodii, Rocii, Pomponii o la mencionada Cornelii recorrieran las calles de la pequeña población hispanorromana; antes que las caligae republicanas levantasen el polvo en estas tierras a su paso; o antes incluso que el general cartaginés Aníbal Barca flanqueara con torres los viejos caminos por donde circulaban los metales procedentes de la rica Castulo en las montañas del Norte. Retrocedamos, pues, en el tiempo hasta el momento en el que este antiguo asentamiento quedara constituido como un importante oppidum fortificado llamado Iponuba.

CERRO DE MINGUILLAR

Cerro del Minguillar, asentamiento de la antigua Iponuba. Término municipal de Baena, Córdoba.

Sería en torno al siglo VI a.C., cuando las caravanas de colonos orientales arribaron por primera vez los vastos valles de la campiña. A su llegada encontraron pequeños grupos humanos diseminados por estas extensas tierras habitando en simples cabañas circulares construidas a base de adobe, cantos de piedra y cañizos. Tiempo atrás, estos primeros pobladores eligieron el lugar como asentamiento debido a la fertilidad de sus tierras, idóneas para el cultivo del cereal, así como por los excelentes pastos para la cría del ganado, independientemente de su privilegiada ubicación de la que ellos aún no eran conscientes.

Casi un siglo antes los colonos habían conseguido atravesar la cadena montañosa norteña y controlar las explotaciones mineras que allí abundaban; todo parecía indicar que las intensas relaciones comerciales con la población autóctona habían dado sus frutos. Dadas las inmensas riquezas que en esas lejanas tierras se obtenían, decidieron asentarse y fundar dos importantes ciudades en pacífica colaboración con sus habitantes: Lacimurgi y Conisturgis.

Cortijo de Izcar en el término municipal de Baena, Córdoba. Antiguo asentamiento hispanorromano de Ipsca.

Transcurridos los inviernos, y debido al aumento imparable en su densidad de población, el próspero pueblo venido de las orillas del Baetis decidió expandirse hacia el interior y seguir ocupando la rica ribera de esta gran vía fluvial. Lo hizo, además, con otro río, aquel que acabaría conociéndose como Singilis. Ambas vías fluviales procurarán un excelente rédito a esta población, puesto que les permitirá mantener el contacto con el mar y su comercio floreciente.

Una vez establecidos en las respectivas comunidades, el siguiente paso consistió en controlar la red de comunicaciones terrestres, siempre complementarias a las rutas fluviales y marítimas. Esto se hizo a lo largo de los viejos caminos por los que circulaban los metales procedentes más allá de las montañas del Norte, justamante por donde habían decidido seguir expandiendo su cultura. Para estos nuevos propósitos, irremediablemente se alejaban de la gran vía fluvial que tanto dominaban; a sus espaldas quedaban las rutas de la costa y hacia Oriente, las importantes explotaciones mineras.

Río Genil, antes conocido como Singilis, visto desde su orilla izquierda donde, sobre un altozano, se encuentra el yacimiento arqueológico Cerro de la Mora. Moraleda de Zafayona, Granada. Se estima que estuvo habitado de forma ininterrumpida desde 1700 al 790 a. de C., constituyéndose como un asentamiento paulatino de fenicios, romanos, visigodos y musulmanes.

Conforme iban avanzando, ocupaban los ricos valles de la campiña fundando nuevas ciudades a lo largo de todo el recorrido que definía este circuito comercial: Ipora, Ipolcobulcula, Ipagrum, Iponuba donde nos encontramos, Ipsca, I(po)tucci e Ipolca entre otras. Desde luego que llegaron a configurar un auténtico armazón para el control viario de los recursos mineros del interior; todos estos asentamientos coloniales serían denominados con el término ‘Ipo’, que en su lengua materna servía para referirse al concepto de ciudad.

ATERRAZAMIENTO

Aterrazamiento en el Cerro del Minguillar. Baena, Córdoba.

Los nuevos pobladores quedaron asentados sobre las planicies de aquellos altozanos de mediana altura desde donde podían contar con una amplia visibilidad sobre el territorio sin alejarse demasiado de los recursos naturales; esas eran sus verdaderas intenciones desde un principio. En el caso de Iponuba, como también sucediera con el resto de poblados colonizados, gracias a la ayuda indígena se levantó un recinto amurallado al que se le adosarían robustas torres fabricadas con piedra local. Además, el lugar era el más idóneo, puesto que el cerro quedaba bordeado a sus pies por el curso del río que hoy llamamos Salsum Flumen (río Guadajoz) Esta vía fluvial fue aprovechada a modo de foso, además de elemento defensivo complementario a la seguridad de las murallas.

El río, cuyas aguas presentan un sabor tan salado como el de las marinas, sirvieron también de linde para los colonos; un espeso bosque cubierto de álamos, sauces y fresnos daba cobijo a las aguas que por aquí atraviesan. Por ello, tampoco es de extrañar que la solvencia acuífera comentada, su carácter navegable y comunicativo con otros asentamientos y la consiguiente fertilidad de las tierras, fuera el motivo para asentarse en este valle. De hecho, rápidamente se originó un intenso y prolongado poblamiento.

LEON

León procedente del Cerro de los Molinillos, asentamiento dependiente de Iponuba e identificado por algunos autores como Abra. Caliza, debe fecharse hacia los siglos III-II a.C. Museo Histórico y Arqueológico Municipal de Baena.

Estos nuevos pobladores fueron verdaderos maestros de las producciones agrícolas, así como también en la cría de ganado y el pastoreo; todos pilares básicos de su economía y desarrollo, pero siempre en correlación con las explotaciones mineras tan cuidadas para su continuo crecimiento. De ahí el interés suscitado en estas tierras.

Copando la fértil vega, pronto se vislumbraría en el horizonte los cultivos de huertas y las producciones cerealistas, junto, eso sí, a las explotaciones de olivos, viñedos y frutales. Para que todo ello se hiciera una realidad, previamente, sería preciso establecer una nueva jerarquización social, una nueva estructuración tal vez más en consonancia con su propio origen. Unos avances tecnológicos y culturales que darán pie a una nueva organización en las tareas colectivas e, inexorablemente, a una nueva definición del territorio y sus lindes.

VISTA VEGA

Vista de la vega desde el Cerro del Minguillar. Baena, Córdoba.

Este cambio supondrá el definitivo acondicionamiento de la población indígena a las nuevas formas de vida urbana. Las viviendas pasarán de tener forma circular a erigirse bajo planta rectangular, sus paredes se alzarán en adobe y lujosamente enlucidas. Aparecen los primeros templos para el culto a las divinidades y se produce una transformación interna de índole político, económico y social, donde un nuevo sistema basado en jefes tribales o pequeñas monarquías empiezan a controlar los excedentes productivos. Este será el momento en el que el asentamiento alcence su máximo desarrollo.

A finales del siglo VI a.C. se inicia un proceso de decadencia en la actividad minera que conducirá, en última instancia, hacia una gran crisis del pueblo tartésico y a la desaparición de los circuitos comerciales establecidos hasta el momento. Esta desestabilización económica dará pie a un profundo conflicto que, irremediablemente, afectará al plano social y, más concretamente, a la pérdida de influencias de las pequeñas monarquías sobre las ciudades colonas dependientes.

LEON II

León II procedente del Cerro del Minguillar. Debe fecharse hacia el siglo V a.C. Museo Histórico y Arqueológico Municipal de Baena.

Como sucederá en el resto de asentamientos de la zona, en Iponuba también resurgirá la agricultura y la ganadería como principal fuente de riquezas. A niveles generales podríamos indicar que los excedentes productivos caerán en mano de una nueva minoría social, la aristocracia local, quienes, acaparando los medios de producción, ostentarán ahora el poder y el control sobre el resto de la población. Son estos príncipes pastores y ganaderos los nuevos dirigentes de unas ciudades que comienzan a transformarse bajo sustrato turdetano, pero herederas de la cultura tartésica.

Se ha perdido toda vinculación con la ciudad origen. A partir de estos momentos las fronteras quedan consolidadas, llevándose a cabo una nueva ordenación territorial donde los asentamientos más pequeños permanecerán adscritos a los núcleos de población principal. Por un lado, estas ciudades de rango inferior se definirán como recintos fortificados de carácter militar cumpliendo funciones de alerta temprana, es decir, defensivas y de control sobre el territorio; sus guerreros, al servicio de la aristocracia pujante, jugarán un papel importantísimo en el status quo de la comunidad. Por otro lado, se distribuirán granjas especializadas para la explotación agrícola y ganadera, controladas siempre por la élite desde el oppidum, la ciudad principal protegida con murallas y torres cuadradas.

LEONA DE BAENA

La Leona de Baena. Con las fauces abiertas en actitud amenazante, formaría parte de un monumento funerario, similar a Pozo Moro, cuya tumba estaría protegiendo. Piedra caliza, cultura ibérica. Siglo V a.C. Cerro del Minguillar. Baena, Córdoba. Actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de España.

Se constituirán pactos y alianzas entre las distintas comunidades para mejorar el control de las fronteras, así como de las distintas vías terrestres y fluviales que atraviesan el territorio. Desde Ipolca, el antiguo camino parte dirección sur hasta llegar al Salsum Flumen (río Guadajoz) atravesando uno de los asentamientos dependientes del oppidum de Iponuba (para algunos autores, la posible ciudad de Abra, hoy Cerro de los Molinillos). Después que la vía fluvial quede salvada por un vado, este camino se dirige hacia los pies del cerro donde se asienta nuestra importante ciudad. A partir de Iponuba la vía enlaza con otra que sirve para poner en contacto las ciudades de esta zona del valle con el importante asentamiento de Corduba.

El bosque en galería que circunda la vía fluvial del Salsum Flumen se convertirá en el espacio idóneo para las prácticas de caza y pesca de esta nueva clase dominante.

León del Cerro de los Molinillos. Siglos III – II a.C. Es posible que formara pareja con la otra escultura de felino hallada en el mismo lugar, posible núcleo urbano de Abra y dependiente de Iponuba. Su finalidad no era otra que funeraria, es decir, ahuyentar los malos espíritus y preservar el alma del difunto. Museo Histórico y Arqueológico Municipal de Baena.

La clase aristocracia se diferencia del resto de la población por su alta capacidad y completa variedad de disposiciones materiales a las que tendrán alcance gracias a los contactos comerciales. Por este mismo motivo, se hará preciso justificar su dominio y afianzar el poder frente al resto de la población, es decir, ante la clase guerrera, los artesanos y los campesinos. Aparte de controlar las tierras, el comercio y los excedentes productivos, otro signo distintivo de esta élite es que habitarán en viviendas palaciales dentro de las propias ciudades, pero siempre separados y bien diferenciados del resto de viviendas más normalizadas. Serán en estas residencias de prestigio desde dónde ejerzan su autoridad.

Estatua femenina sedente. Hallada en el Cerro del Minguillar, fue concebida como pareja de la figura de Livia. Ambas podrían haber sido ejecutadas por el mismo artista. Se trataría de Dea Roma, que personificaba el Estado Romano, según el tipo Minerva. Debe fecharse entre el 15-20 d.C. Museo Histórico y Arqueológico Municipal de Baena.

Los paisajes funerarios se manifestarán como el vivo reflejo de esta diferenciación social. Aun siendo minoritarias, las tumbas principescas resultarán de lo más ostentosas, llegando a monumentalizar las laderas de los cerros más allá de las murallas. Además, los templos y santuarios depositarios de ofrendas y exvotos también ayudarán a afianzar y legitimar su poder sobre la estructura clientelar dependiente (pulsa aquí para ver el templo ibero-romano de la cercana Ituci). Los cultos que se practiquen dentro de la ciudad permitirán ensalzar la figura heroizante de estos grupos de nobles, resaltando su figura aristocrática en relación a la supremacía impuesta y a su poder.

En las necrópolis mencionadas, santuarios y templos, estos nuevos régulos se harán proteger de animales de fuerte naturaleza como son los leones y los lobos, de gran fertilidad como son los toros, así como de otras bestias sobrenaturales como fueron las esfinges y los grifos. Con el apoyo de esta simbología, el héroe aristocrático conformará su exaltación idealista de la propiedad y concienciará al resto de la población de su situación de poder, tanto en el mundo de los vivos, como en el de los muertos. El paraíso para la clase aristocrática quedará garantizado, procurando su recompensa en virtud del status social ostentado en vida. El resto de clases sociales girará en torno a ella, configurándose, de esta forma, una estructura social pensada para el más allá.

TOGADO

Togado. Mármol, siglo I. Iponuba. Se piensa que este tugado pudo haber representado a un rico patrono de la ciudad de Iponuba o incluso al propio emperador Germánico, hijo adoptivo de Tiberio. formando parte de un conjunto escultórico integrado además por otros togados y varias esculturas femeninas. Este grupo dedicado a la familia julio-claudia estaría instalado, con toda probabilidad, en la zona del foro. Baena, Córdoba. Actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de España.

En definitiva, este sería el paisaje que encontrarían los primeros conquistadores itálicos cuando pisaran por primera vez estas tierras. Desde la distancia y perfectamente visibles, pilares-estela de príncipes heroizados y tumbas monumentales para los aristócratas jalonarían las vías y caminos de tránsito obligatorio hasta alcanzar las inmediaciones de las laderas del oppidum. Tumbas de enorme envergadura donde los restos de una sociedad turdetana destacada (aristócratas, príncipes y régulos) eran protegidos por feroces animales; enterramientos todos que hacían recordar a los habitantes del entorno su presencia y carácter inmortal, además de legitimar el dominio y el poder del territorio en el que se encontraban.

Y en la parte superior del cerro, sobre su superficie bien amesetada, un gran oppidum defendido por altas y robustas torres con lienzos ciclópeos cerrando el recinto a modo de muralla. Era evidente que el enclave transmitía prestigio, sin duda resultado de su importante valor estratégico.

A raíz de la colonización romana, la antigua ciudad ibérica de Iponoba (nombre ahora latinizado) nunca llegará a definirse como verdadera urbe. Más bien resultó ser un centro administrativo, político y religioso que, cubriendo las necesidades de la población local, controlaría un determinado espacio territorial compuesto por comunidades indígenas preexistentes de tamaño menor.

En realidad, se constituirá una organización tipo municipal con la que agrupar a otros enclaves menores. Desde la hispanorromana Iponoba se centralizarán las funciones judiciales y administrativas de estos pequeños asentamientos, evitando, mediante esta fórmula jurídica, la presencia de un gran número de ciudades jurisdiccionales y financieramente autónomas inferiores.

Sobre la zona más elevada del primitivo oppidum se preparará una terraza artificial donde quedarán constituidos los espacios públicos, un foro completamente pavimentado junto a un complejo cívico religioso, además de otros edificios. Estas instalaciones se mantendrán en uso hasta el siglo III d.C., fecha en el que Iponoba comienza a perder relevancia en la zona.

Príncipe Julio-Claudio. Mármol, siglo I d.C. Iponuba (Baena, Córdoba). Hallado en el foro de la ciudad de Iponuba, representa a un príncipe adolescente vestido con la infantil toga praetexta. Cuelga de su cuello la bulla, amuleto que llevan los niños nacidos libres hasta llegar a la edad adulta. Actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de España.

En este espacio forense, sobre pedestales y delimitando uno de los laterales de la plaza pública, se emplazó un grupo escultórico relacionado con los miembros de la familia imperial a quienes la población honraba. El conjunto de imágenes formaría parte de un programa propagandístico destinado a ensalzar los beneficios públicos de la política imperial de la dinastía julio-claudia.

A la par, miembros de las familias locales más poderosas e influyentes, interesadamente, empiezan a promocionar las obras de Iponoba para que esta ascienda al rango de municipio. Su verdadero objetivo no será otro que la promoción personal, bien en la ciudad, bien en la capital provincial de Corduba o bien en alguna otra ciudad prestigiosa del entorno.

Esto fue así hasta que el asentamiento se convierta en municipio romano durante la época Flavia: Municipium Flavium Iponobensis, su momento de mayor apogeo.

Durante los primeros años de dominación romana, la población dependiente de Iponoba tomará partido en la guerra emprendida contra Viriato en el año 140 a.C. (pulsa aquí para leer un capítulo de Viriato por estas tierras)

VISTA BAENA

Vista de la actual Baena desde el Cerro del Minguillar.

Tras la invasión de los pueblos bárbaros, el asentamiento quedará destruido. La escasa población se trasladará a las inmediaciones de una antigua villa romana próxima. Ya en el siglo VIII fueron los árabes quienes la conquistaron, identificando el lugar con el nombre de Bayyana (“Baiana”) Posiblemente esta denominación venga derivado del nombre hispanorromano Baius, quien pudiera haber sido el propietario de una de las múltiples villas que se ubicaban en el entorno. Se engendraba, de esta forma, la futura localidad de Baena.

Algo muy parecido sucederá con todos los asentamientos del entorno, como fue el caso de Ipsca.

Bibliografía:

  • Iponuba y su conjunto escultórico de época Julio-Claudia (Elena Castillo y Bruno Ruiz-Nicoli)
  • Los municipios Flavios (Eva María Morales Rodríguez)
  • El Cerro del Minguillar y la antigua ciudad de Iponoba (Baena) (Jose Antonio Morena López)
  • Turdetania y turdetanos: Contribución a una problemática historiográfica y arqueológica
  • Ciudades antiguas del valle del Guadajoz. El oppidum ignotum del Cerro de los Molinillos (Baena)
  • Cartelería del Museo Histórico y Arqueológico Municipal de Baena.
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9 comentarios en “Iponuba

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  3. Buenas. Enhorabuena por todo este trabajo. Es una labor ardua de divulgación siempre deseable eh esta Hispania nuestra tan alejada de toda su historia.
    El motivo de mi mensaje es pedirle permiso para reproducir una información que apareció en un artículo sobre Obulco. Sería unos datos y unas frases a propósito de Julio César y su relación con esta ciudad. Estoy acabando de escribir un trabajo sobre aprovechamientos hidráulicos en Marmolejo y creo que hay un vínculo necesario entre uno de ellos y Obulco. Julio César tendría que procurar harina para sus miles de soldados, ¿no? Muchas gracias. Espero su respuesta.
    Antonio Herrera Casado.

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    • Podría ser, claro que sí. Pero se precisan más investigaciones al respecto para que la hipótesis quede bien reforzada. Tome usted aquella parte que le hace falta. Ya me contará de sus resultados. Un saludo.

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