Qué y cómo podemos disfrutar del patrimonio de la Zaragoza romana. A continuación desarrollamos su Postrip© o publicación de ruta.
Mi recomendación para realizar la ruta de Caesaraugusta sería la siguiente:
Qué y cómo podemos disfrutar del patrimonio de la Zaragoza romana. A continuación desarrollamos su Postrip© o publicación de ruta.
Mi recomendación para realizar la ruta de Caesaraugusta sería la siguiente:
En el cruce donde se encuentran los caminos de la historia, la fantasía y la tradición, la única ruta posible a seguir será aquella que narra su leyenda.
Legion Novena Hispana
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Los cuatro hombres del grupo expedicionario asomaron sus cabezas entre el perfecto resguardo que les otorgaba la densa y cerrada masa forestal; y no daban crédito a lo que veían tras de ella. Esta tribu nómada había iniciado su asentamiento definitivo en las mismas tierras que ellos siempre habían considerado como siniestras.
El astro rey, divinidad celestial de los antiguos pobladores, empezaba a esconderse tras las montañas que sumergen estas tierras cuando la columna expedicionaria se internó en la espesura de los bosques que protegían al posible nuevo asentamiento.
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Por los caminos y senderos naturales que se dibujaban a las faldas de la montaña marchaba el grupo de guerreros. Unánimamente, el consejo de ancianos había decidido que un contingente bien nutrido de cazadores experimentados saliera al socorro de los pastores supervivientes, así como en búsqueda del rebaño al que estaban a cargo esta parte de la población.
El pequeño corrió ladera arriba por la senda que llegaba hasta las proximidades del bosque donde se levantaban las viviendas. Lo hizo sin perder un instante, llegando exhausto al poblado. Para su sorpresa, no advirtió a ningún miembro de la comunidad en las inmediaciones cuando lo más normal era encontrarse con algunos de ellos afanados en sus tareas cotidianas.
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Transcurrió poco tiempo para que el pequeño notara como su cuerpo había entrado en calor, o por lo menos no sintiera la tiritera con la que se vio obligado a sentarse junto al fuego. Decidió, por tanto, que ya era el momento de regresar a su cabaña y afrontar, de una vez por todas, el fatal desenlace de la cerámica quebrada en la orilla del río. No sabía cómo, pero en esos instantes se encontraba con las fuerzas suficientes. ¿Sería el amuleto, entregado a modo de presente, que empezaba a surtir efecto?, pensó.
En esta ocasión no hubo intercambios de palabras, ni gesto alguno, que indicara cierta comunicación entre los dos individuos. Por un lado, el niño, sencillamente, se levantó y se marchó corriendo. Por otro, el fabricante de herramientas continuó concentrado en su trabajo rutinario de pulimentado sin prestar mayor atención. Eso sí, en la cara del adulto se podía intuir cierta leve sonrisa.
Ladera arriba, el pequeño decidió volver de regreso al poblado por el mismo camino que había utilizado hasta llegar al río. Y lo hacía completamente empapado, casi entumecido; intentaba soportar como bien podía el inmenso frío que lo arreciaba en esa mañana. Por cada paso que daba, era acompasado de unos rítmicos temblores que le recorrían de arriba abajo todo su cuerpo.
Llevaba la cabeza agachada, con la mirada perdida en el suelo, signo inequívoco de la enorme preocupación que le embriagaba. No lograba quitarse de su mente las posibles represalias o castigos que pudieran adoptar los ancianos cuando tuviesen conocimiento del infortunio sufrido.
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Con el recipiente agarrado fuertemente entre sus manos, corría el pequeño ladera abajo hasta alcanzar los límites del territorio que definían las sepulturas en esta parte del valle. No quería perder ni un solo momento para regresar, cuanto antes, al poblado y continuar con sus labores encomendadas.
Así llegó hasta la orilla del río que discurre por este entorno. Animales como conejos y liebres bebían de sus aguas. También lo hacían algunos ciervos que habían bajado de la parte media del valle para saciar su sed. Por otro lado, castores y nutrias jugueteaban en las tempranas aguas e iban de acá para allá, con ramas y pequeños troncos entre sus dientes, afanándose por construir sus madrigueras.
Amanece un nuevo día y la vida continúa en el poblado Neolítico. Protegidos por el abrigo que proporciona el bosque de encinas donde se asienta esta comunidad, de sus cabañas empiezan a salir los primeros miembros de la tribu.
En su mayoría son sus viviendas de planta circular, levantadas en adobe y provistas de bloques pétreos en las bases; las techumbres están fabricadas mediante vegetación seca que cubren toda su parte superior. Las hay también de planta cuadrada, más espaciosas que las anteriores y con estancias dedicadas al aprovisionamiento de comida. Estas últimas quedan ocupadas por los patriarcas, los miembros del clan más longevos y a los que el resto de habitantes rinden respeto y acuden a ellos para solicitarles consejo y sabiduría.