Si alguna vez decides dar una vuelta por el Almacén Visitable del Museo Arqueológico de Málaga, tras cruzar su puerta, al fondo del pasillo, descubrirás un conjunto de mosaicos colgados de la pared. Pues bien, te puedo adelantar que uno de ellos es completamente falso.
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Villa romana de Milreu
Estói, Faro. Portugal
Se trataba de mi primer yacimiento en tierras lusas; por fin se cumplía ese deseo, tan añorado durante largo tiempo, de recorrer el territorio portugués a la caza de sus antiguas ruinas. Nada más cruzar el umbral de las instalaciones pude contemplar esa calzada, con sus grandes losas de piedra, que atraviesa, de parte a parte, los restos arqueológicos y separa la pars urbana del enorme edificio de culto. Supe entonces que no se trataba de una villa romana al uso. Conforme me adentraba por el recorrido marcado, decidí cerrar los ojos y dejarme llevar, imaginando cómo pudo ser la vida en este impresionante fundus que, con el transcurrir de los años, llegué a comprender mejor. Dejad que os lo explique.
Caviclum, villae a mare
Yacimiento Arqueológico Faro de Torrox, Málaga
Desde el horizonte se divisa un inmenso promontorio extendido mar adentro, como si de una gran lengua rocosa se tratara. Un espacio donde la mano del hombre ha logrado arrebatar una pequeña porción de su reino al propio Neptuno y el señor de las aguas, en lugar de cargar su ira contra ellos, los obsequia con cuantiosos frutos. Allí, en tierra firme, se alza Caviclum presidida por su majestuosa villae maritimae.
Catoira
Las incursiones vikingas por el Ulla
Cuando arribaron a nuestras costas por primera vez, pudieron hacerles frente en las cercanas aguas del Faro Brigantium. Hombres de la talla de Ergica y Olmundo de Erice consiguieron rechazarlos, incluso acabaron incendiando gran número de sus naves. Fue esta una importante victoria, bien festejada por los supervivientes de las mesnadas allí reunidas. No sólo se consiguió la derrota y huida de los nórdicos, también trasladar sus razzias a las fronteras del califa andalusí.
En esos momentos el reino se sintió fuerte, infranqueable. Se había evitado la amenaza que acechaba a la población, los campos de labranza y templos. Pero este fue un gran error, el exceso de confianza y seguridad. Los sarracenos, nuestros enemigos en el Sur, conocieron de la crueldad de los guerreros venidos de las tierras heladas del Norte y se prepararon a conciencia para prevenir futuras incursiones. En cambio nosotros no lo hicimos y ahora han vuelto, una vez más.