<< Viene del artículo Begastri, una ciudad episcopal
No tardarían en llegar las guerras civiles entre monarcas y facciones aristócratas en el reino visigodo; nobles siempre codiciosos por usurpar el trono del Regnum Visigothorum. Atanagildo, careciendo de las tropas necesarias para intentar destronar a Agila I, decide buscar apoyo en el Imperio Romano de Oriente. Justiniano I, quien reinaba por aquel entonces, no desaprovechó la oportunidad de intervenir en Hispania y continuar avanzando en su ambicioso proyecto Renovatio Imperii Romanorum, es decir, la reunificación de todos aquellos territorios que en su día estuvieron bajo el poder del viejo Imperio Romano.
Así fue como, en el verano del 552, una primera flota desembarcará en las costas de Carthago Nova y Malaca de forma simultánea. Esta extensa franja costera quedará asegurada rápidamente por los romanos; al mando del ejército bizantino, un tal Liborio. Decir sólo que la población de la Carthaginense y otras ciudades de la Bética recibieron al ejército de Justiniano como a libertadores y no como invasores después de tanta desolación.
Tal y como fue acordado, Liborio apoyó a Atanagildo en su lucha contra el rey Agila e Hispalis, territorio perdido por el notable visigodo, será la primera ciudad en ser recuperada. Pero las luchas civiles entre los germanos no cesaron. Es más, se dilataron durante demasiado tiempo; una situación perfecta que aprovechará el emperador romano para enviar nuevas tropas e ir expandiendo su ocupación territorial y afianzar posiciones. En el año 554, Bizancio logró liberar tropas de sus campañas orientales, las cuales destinará a Hispania para continuar la reconquista propuesta por el poder imperial.
Ungido finalmente Atanagildo en el trono visigodo, al nuevo monarca no le quedará más salida que llegar a un acuerdo de paz con los romanos motivado por el vasto territorio que había tenido que scrificar. Este nuevo pacto al que había sido abocado, reconocía a Bizancio la propiedad de una amplia franja territorial que comprendía desde el río Guadalete hasta la ciudad de Denia, Begastri incluida. Los bizantinos denominarán a sus nuevas posesiones como provincia Spaniae, estableciendo su capital en Cartago Spartaria – nuestra antigua Carthago Nova – ahora bajo el mando de un magister militum hispaniae.
Es muy probable que durante estos años existiera una efímera ocupación bizantina en Begastrum, aún más cuando delante de la gran muralla que cerraba su acrópolis se construyera una nueva línea defensiva, esta vez sólo de un metro de grosor, al uso y costumbre de la ingeniería militar oriental. Pero este territorio será, finalmente, reconquistado durante el reinado de Leovigildo (568-586), momento a partir del cual Begastri no sólo se convertirá en ciudad fronteriza, sino también en una verdadera punta de lanza visigoda contra el poder de Bizancio establecido en Cartago Spartaria.
Tras la reconquista de Begastri se produce el abandono de la cátedra episcopal de Carthago Nova, desplazándose su obispado hacia la pequeña ciudad. A partir de entonces, este enclave se convierte en nueva sede bajo la autoridad de Toledo. Se trataba, pues, de la contrapartida germana ante la sede cartaginense controlada por los bizantinos, cuyos representantes no asistirán a ninguno de los concilios celebrados en la capital visigoda.
La ciudad que ocupó el cerro Cabezo Roenas vivirá, entonces, sus momentos de mayor esplendor, periodo coincidente con una nueva reordenación arquitectónica que arrasará los niveles del siglo anterior. Pudiera ser que, superados estos angustiosos años, fuera cuando la gran muralla que cerraba el perímetro urbano se enluciera con cal, un recubrimiento que permitió lucir a Begastri como una auténtica ciudad blanca vista desde la distancia. Por otro lado, y como dato de interés, entre los siglos VI y VII las cruces tipo monogramáticas presentará en su composición un añadido en su iconografía, además de la corrección en la forma de las letras.
Como primeros obispos de Begastri se han podido documentar los nombres de Vitalis en el siglo VI; Vincentius, primer obispo del que se tiene noticia por su asistencia al denominado Concilio Gundemaro o concilio toledano del año 610; y Acrusminus, quien, en el tercer año de su pontificado, consagra una basílica en la ciudad a San Vicente, muy probablemente en honor del obispo anterior.
En el año 622 el rey Suintila arrasará Cartago Spartaria, ciudad que, poco a poco, fue languideciendo con el paso de los años. Gran parte de su población terminará emigrando a otras ciudades con mayores posibilidades, reduciéndose su ocupación hasta quedar reducida, prácticamente, en una exigua aldea de pescadores protegida por una mínima guarnición. En contraposición, la bien defendida y amurallada Auriola se convertirá en ciudad central.
Begastri alcanzará el punto álgido gracias a su sede episcopal, en detrimento de la antigua y mal lograda capital de la Cartaginense. Llegamos al siglo final del reino visigodo, periodo en el que la ciudad envía a sus obispos o presbíteros a Toledo para la celebración de los diferentes concilios. Las firmas en sus respectivas actas atestiguan la presencia de clérigos begastrenses entre los años 633 y 688, es decir, durante los concilios IV y XV. Los asistentes fueron Vigitinus (IV en el 633, V en 636, VI en 638 y VII en 646 representado por el diácono Egila); Giberius (VIII en 653, IX en 655 y X en 656); Iohannes (XI en 675); y Proculus (XII en 681, XIII en 683, XIV en 684 y XV en 688)
La fecha del IV concilio firmado por el primer representante de la sede episcopal begastrense, Vigitinus en el año 633, por su proximidad al final de la presencia bizantina, se ha querido tomar como evidencia de la normalización religiosa alcanzada en la zona del Levante, conclusión que pondría cierto énfasis sobre las discrepancias surgidas entre los obispos toledanos y los obispos bizantinos.
Por otro lado, la asistencia a los cuatro últimos concilios a los que acude el obispo Proculus en tan sólo siete años (desde el 681 al 688), hacen intuir, casi con toda seguridad, que en aquella zona se volviera a vivir una nueva época de enorme inestabilidad, tal vez debido a una nueva crisis visigoda; incluso pudiera ser que estas guerras internas fueran el preludio de la invasión musulmana que tendría lugar en el cercano 711. Lo cierto es que se siguen celebrando concilios en la capital del Regnum Visigothorum (XVI en el año 693, XVII en el año 694 y XVIII que podría haberse celebrado entre los años 698 y 702, ya que se perdieron sus actas), aunque ya no acude ningún obispo de la sede begastrense representándola.
Gracias al periodo comprendido entre los últimos cuatro concilios toledanos a los que asiste un obispo de Begastri y los tres que, a continuación, se celebran y no acude ningún representante de la ciudad, podemos hacernos una ligera idea de cuál era la delicada situación en el Reino Visigodo justo antes de que el ejército musulmán hiciera su aparición en tierras hispanas. Efectivamente, nos estamos refiriendo a las guerras intestinas representadas por las facciones de Wamba y los Chindasvintas, conflictos civiles en los que estuvieron inmersos los visigodos en los años finales de su gobierno. Los concilios celebrados entre los años 681 y 688 van a coincidir con la entronización de Ervigio en el poder real, sustituyendo a Wamba, y el último con la coronación de Egica.
Durante el reinado de Wamba, el norte de África se encontraba bajo poder de los nuevos conquistadores, los musulmanes, quienes mantenían en jaque a los romanos de Oriente. Precisamente, bajo su gobierno se va a producir un primer conato de invasión contra la Península, finalmente rechazado por la flota visigoda. Lo que sí va a caracterizar el reinado de Wamba fueron las tensas relaciones entre la monarquía y la Iglesia, pero tras un golpe de Estado de los nobles, también perjudicados por la política de este rey, llegará al trono Ervigio.
El rey Ervigio va a reforzar el papel preponderante de la aristocracia y la iglesia católica arrebatado durante el reinado de Wamba. Obtendrán un mayor poder sobre las instituciones, se les devolverán sus tierras y patrimonio incautado en años anteriores y se les liberará de la obligatoriedad del llamamiento a levas en tiempos de campañas militares. Además de todo aquello, la persona del rey y su familia será blindada, protegida bajo los propios estamentos visigodos. En definitiva, todos ellos quedarán a salvo de prisión y tortura, medidas adoptadas con anterioridad por otros reyes para intentar controlar las posibles conjuras que vieron sucederse.
Este cambio radical de legislación visigoda no hará otra cosa que marcar aún más el distanciamiento entre monarca, nobles e iglesia con respecto al resto de la población, además de llevar a la ruina económica un Estado ya debilitado de por sí.
Ervigio (del clan Chindasvinta) intentó la reconciliación y el orden con las facciones de Wamba, por lo que hizo casar a su hija con el aristócrata Egica. Nada más subir este último al trono, el nuevo monarca se apresurará en celebrar un nuevo concilio (el XV y último en el que asiste un obispo de Begastri); habrá una gran asistencia de obispos y nobles tras el enorme interés suscitado. Durante su oficio, el ahora rey buscó librarse de los juramentos emitidos por Ervigio a su muerte. Por tanto, perdidos nuevamente los beneficios de nobles y obispos, volverán las conjuras. Es a partir de esta fecha y estos hechos cuando ya no existe presencia de los obispos Begastrenses en los Concilios de Toledo, se pierde toda referencia escrita sobre la sede episcopal de Begastri y sólo nos llega el Pacto de Teodomiro.
Pero, como ya hemos indicado, los concilios toledanos continúan celebrándose en la capital visigoda: XVI, XVII y XVIII en los años 693, 694 y periodo 698-702, respectivamente. ¿Qué estaba sucediendo en estos años? Religiosos y nobles se vuelven a conjurar para intentar un nuevo golpe de Estado que se llevará a cabo en el año 692. Consiguieron tomar la ciudad de Toledo, pero no lograron impedir que Egica escapara. A su regreso, ya victorioso ante los insurrectos, el monarca ordenará celebrar el Concilio XVI, una especie de juicio sumarísimo de traidores.
Aparte de las rebeliones internas, por las que mostró la mayor de las crudezas persiguiendo y reprimiendo cualquier signo de amenaza, a Égica le tocó hacer frente a un reino mermado por las malas cosechas y hambrunas que estaba padeciendo la Península desde los gobiernos anteriores. Además, hizo su aparición la peste procedente de oriente que causó una gran mortandad y debilitamiento, dejando al reino sin fuerzas efectivas que pudiera recurrir en caso de llamamiento a las armas. En el caso de Begastri se ha documentado un foso crematorio con restos humanos incinerados, bien motivado por la propia epidemia, bien para evitar que esta se propagara aún más tras un determinado conflicto armado.
Se promulgó una ley contra los judíos, temiendo Egica que dicha comunidad mantuviese contacto con pueblos extranjeros, tal vez los musulmanes, cuestión que en el concilio XVIII se pone de manifiesto la posibilidad de conspiraciones contra el reino. Sus consecuencias, una mayor represión contra el pueblo hebrero que, básicamente, los convertía en esclavos exentos de cualquier derecho.
Sobre el año 697, el comes Teodomiro rechazará un intento de invasión bizantina contra la zona de Orihuela, posiblemente una incursión marítima de segundo orden dentro de otra mucho más amplia. La intención de los romanos fue reocupar la ciudad de Cartago, perdida en favor de los árabes. Por el momento, la Cartaginense parecía controlada, aunque al otro lado del Estrecho tomaban buena cuenta de todo lo que sucedía en el territorio peninsular. Entre los años 707 – 710 fueron conquistados los últimos puertos romanos del norte africano: Tánger y Ceuta.
Como anunciábamos al inicio de la anterior publicación, la ciudad visigoda de Begastri caerá bajo dominio musulmán a comienzos del siglo VIII d.C. sin experimentar proceso traumático alguno; ahora entendemos la multitud de problemas que facilitaron la invasión en el 711. Su importancia como urbe episcopal le hará ser una de las ciudades que capitulen en el pacto de Teodomiro en el año 713, aunque su no comparecencia desde el año 688 a los concilios toledanos se le supone, sobre esas fechas, una pérdida de poder político, social y religioso.
Cuando los nuevos invasores llegaron a tierras de Begastri, no se asentaron en la antigua ciudad visigoda. La tribu de los zenehegíes que allí se establece, decide hacerlo bajo una nueva ciudad (actual Cehegín) próxima al viejo núcleo. Su objetivo fue el de controlar el rico valle del río Argos y la ciudadela blanca sobre el Cabezo de Roenas.
¿Cómo acaba nuestra historia? Se sabe que Begastri mantuvo intacta su funcionalidad y organización entre los siglos VIII y IX, tal vez gracias a la comunidad de mozárabes que la pobló, además de la pervivencia del pacto de Teodomiro. Pero las luchas internas entre las principales familias del emirato, unida a la participación activa de los hispanogodos en estos levantamientos, harán que muchas ciudades pierdan los privilegios heredados y, por consiguiente, sus defensas desmanteladas. Este fue el caso concreto de Begastri, donde una población cada vez más miserable, reducida y marginal, intenta subsistir como puede reutilizando el material devastado para construir viviendas precarias. Por entonces, Cehegín ya se había convertido en núcleo urbano del control musulmán, por lo que el antiguo cerro fue despoblándose paulatinamente.
A mediados del siglo XIII, tras la reconquista castellana del sureste peninsular, la sede episcopal regresará a Cartagena, una ciudad que no había sido destruida durante el siglo IX y que permanecía prácticamente intacta. En ese periodo de la Historia, Murcia se había convertido en el centro económico y administrativo más importante de esta parte del territorio. Por el contrario, Begastri no pudo volver a configurarse como episcopal cuando los castellanos llegan a ella. Ya no queda nada, ni población, ni edificios en pie; sólo y exclusivamente ruinas. El nuevo poder sería el encargado de reutilizar el último material que aún quedaba disponible en la vieja ciudad antes de su traslado a Cehegín. Fue, entonces, cuando el cerro donde estuvo asentada Begastri pasó a denominarse Cabezo Roenas, es decir, Cabezo de Ruinas.
Un saludo a todos.
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Enlaces externos:
- Resumen de la exposición: Begastri. Un antes y un después
- Sitio web Begastri. Municipio romano – Ciudad visigoda
Bibliografía:
- La aventura de los Godos (Juan Antonio Cebrián)
- Godos de Hispania (León Arsenal)
- Begastri. «Un antes y un después»
- Begastri. Municipio romano, ciudad visigoda
- La ciudad episcopal de Begastri (Antonio Yelo Templado)
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