Miedos

La caída de Sagunto. Capítulo I

Mi nombre es Urcebas y no, no soy un valeroso guerrero edetano. De hecho, y hasta hace poco, apenas había portado armas de guerra. Sí un viejo puñal de antenas y un cayado con los que afrontar en solitario los caminos inseguros, pero, tal vez, la trágica situación que nos ha tocado vivir me haya conducido a ello. Soy…, bueno, era un simple mercader, un comerciante dedicado a los negocios con los productos del interior y las rutas comerciales establecidas en el puerto de Arse. Aunque, si os soy sincero, en estos momentos ignoro el sentido de mi vida; tampoco importa. En realidad, antes de que se esconda el sol sabré aquello en lo que finalmente acabaré convirtiéndome: en otro cuerpo inerte más como todos esos cadáveres que se agolpan y pudren sobre los escombros de los muros derruidos.

SOLDADOS ENFRENTADOS

Relieve esculpido con dos soldados enfrentados. Formaría parte de un conjunto de relieves narrativos. Siglo I a.C. al cambio de era. Procedencia desconocida. Museo Arqueológico de Sagunto.

Nunca debí permanecer a resguardo de estas murallas, pero los dioses han sido caprichosos con mi destino y con el de todos los habitantes de esta ciudad. Así lo he aceptado mientras espero, fatigado y hambriento, el triste final que nos depara a los que aún logramos mantenernos en pie.

Ya se vuelven a escuchar los golpes secos y contundentes sobre los sillares de las maltrechas defensas, ya nada les impedirá pasar.

Hacía ya algún tiempo que las velas de los emporianos, siempre tan interesados por los productos de la Edetania, no se dejaban avistar desde la parte más alta de la ciudadela. Sólo algunas naves púnicas procedentes de su base en Iberia o del litoral gaditano, arribaban nuestras aguas. Cada vez era mayor el número de hornos para envasados que no emanaban columnas de humo en el espacio portuario. Sus almacenes permanecían vacíos, sin actividad, y desde la torre ubicada en el puerto no quedaba horizonte que otear. En definitiva, la imagen que presentaba el portus de Arse era desoladora en comparación con el intenso tráfico mercantil que se había disfrutado años atrás.

CALZADA ROMANA

Calzada romana. Ramal urbano de la Vía Augusta, planificada por Augusto y desarrollada por Tiberio en el siglo I, que discurría entre el pomerium de la ciudad de Saguntum y el área cementerial meridional de la ciudad. Vestigios en Avda. País Valencià. Sagunto.

Desde el inicio de temporada, cuando se abrieron nuevamente las aguas, día tras día esperaba paciente la llegada de alguna embarcación con el que poder mercadear los excedentes de las granjas y aldeas: básicamente cereal, higos, almendras y miel. Pero mi condición de comerciante me hacía intuir que algo grave se avecinaba. ¡Cuán equivocado estaba!

Irremediablemente, la prosperidad de esta ciudad se detuvo, de repente, sólo dos primaveras atrás; justo después de la muerte del general Asdrúbal y el posterior nombramiento de Aníbal como nuevo comandante en jefe del ejército africano establecido en la que llamaban tierras de Iberia.

INSCRIPCION ALFABETO IBERICO

Inscripción en alfabeto ibérico. Se desconoce la época a la que pertenece, ibérica o romana, así como su procedencia. Museo Arqueológico de Sagunto.

Una de las primeras decisiones que adoptó el general cartaginés, hijo del temible Amílcar Barca, fue la de someter a todos aquellos pueblos que aún vivían libres del yugo púnico. Según se cuenta, lo hizo amparándose en un acuerdo firmado entre el recién asesinado Asdrúbal, su cuñado, y el pueblo romano. Tal vez no se tratara más que de una simple provocación a su gran e histórico enemigo, pero no dudó un instante en poner sus miras sobre nuestros vecinos al otro lado de las montañas: los olcades. Sin tiempo que perder, movilizó un gran ejército para tomar al asalto la importante ciudad de Carthala Althea y saquear hasta el último de sus rincones.

La noticia se vivió en Arse de forma preocupante, más aún cuando se supo que todas las ciudades dependientes de nuestros vecinos acabaron capitulando y pagando alto tributo a los invasores por miedo a correr la misma clase de suerte que su capital.

INSCRIPCION GRIEGA

Inscripción griega. Siglo I-II d.C. Procedencia desconocida. Texto poético en griego que menciona a las moiras porque alguien de esa lengua había fallecido en la localidad a finales del siglo I y así se lo pidió. En la mitología griega, las Moiras eran las personificaciones del destino. Museo Arqueológico de Sagunto.

En esas fechas Saigantha, como así conocen los extranjeros a este oppidum de la Edetania, era una especie de gran metrópolis donde convivían gentes de variada procedencia: comerciantes y ciudadanos procedentes de la Emporion griega; también los había colonos cartagineses y habitantes de las tierras del Sur sometidos a la influencia púnica; romanos con intereses en esta ciudad; y, por supuesto, familias completas nacidos todos sus miembros en la vieja Arse. Recuerdo que, por ese tiempo, cuando los ejércitos del Bárquida regresaban a Qart Hadast, sus cuarteles de invierno, cargados con el botín logrado tras sus campañas contra los olcades, las relaciones entre los emporianos y los púnicos residentes en la ciudad se vieron muy enturbiadas. Los primeros, apoyados por la aristocracia local, se quejaban que con la nueva política devastadora del general cartaginés sólo se lograba un descenso en el comercio del interior y una presión innecesaria ejercida sobre los pueblos ahora sometidos. La facción púnica, secundada por el miembro del consejo Alcón, alegaba todo lo contrario: el hecho de someter a estos pueblos al control púnico, nada tenía que ver con la actividad comercial llevada a cabo por sus habitantes. Finalmente, y como era de prever, esta tensión acabó trasladándose al Consejo de la ciudad.

Calzada romana. Ramal urbano de la Vía Augusta. El uso continuado de esta vía lo atestiguan las rodadas producidas por el trasiego continuado de los carros. Entre el siglo I y principios del siglo III se observa la ocupación de la calzada por una larga fachada en su lado este. En el siglo III, se produce una remodelación consistente en la aplicación de capas de mortero de cal y la incorporación de una acera adosada a la fachada existente. Vestigios en Avda. País Valencià. Sagunto.

En la asamblea popular que tuvo lugar aquella mañana, y a la cual asistieron todos los seniors de Arse ocupados de la vida pública, se concluyó que, aun permaneciendo a la expectativa sobre los acontecimientos venideros, nada debía temer la ciudad y su población en relación al fatal destino sufrido por sus vecinos olcades. Así lo trasladaba el mercader Alorco a los presentes. Con idea de tranquilizar a todas las partes, algunos miembros del Consejo quisieron subrayar que, aun manteniéndose neutrales en las disputas de los dos grandes pueblos como eran Roma y Cartago, el pacto de fidelidad firmado con los romanos garantizaba, en cierta forma, la seguridad en el futuro de Arse y su estabilidad en cuanto a los aspectos comerciales se refería. Por tanto, era obligación de la comunidad restablecer cuanto antes las relaciones cordiales y de buena convivencia, tan características de su pueblo, para que las actividades cotidianas no sufrieran perjuicio alguno.

Tras concluir esta reunión, en principio todas las partes quedaron satisfechas con las explicaciones y resoluciones emitidas en esa mañana de miedos y tensiones. Aunque eso sí, parece que nadie prestó atención a la mirada incierta y confusa que se proyectaba en el rostro serio del anciano Isbatoris. Durante el tiempo que había durado la sesión permaneció en completo silencio; quizás el no tuviera tan claro cuáles eran las verdaderas intenciones del nuevo general cartaginés.

Domus con atrio. Parte de una vivienda unifamiliar romana (domus) de ámbito urbano y de cierto nivel económico, consistente en una secuencia de habitaciones, en una única planta entorno a un atrium o patio central. Fue abandonada en el siglo II d.C. Vestigios en Avda. País Valencià. Sagunto.

La nueva temporada estival comenzaba de la misma forma en la que se había iniciado la anterior. En esta ocasión, Aníbal extendió sus acciones de represión contra el pueblo cercano de los vacceos, atacando a dos de sus ciudades más emblemáticas: Arbocala y Helmántica. Esta nueva movilización del contingente púnico provocó que la semilla, fruto de la discordia sembrada en la anterior campaña, terminara de germinar en el interior de las murallas de Arse. Como cabría de esperar, entre sus habitantes volvió a cundir el pánico y con él regresaron las desavenencias entre las poblaciones de distintas comunidades que convivían en Sagunto.

Cerámica ibérica. Siglos III-II a.C., periodos en el que se produce el conflicto. Museo Arqueológico de Sagunto.

Tras la conquista de estas dos ciudades referidas, los vacceos huidos de Helmántica buscaron unir sus fuerzas con aquellos guerreros olcades supervivientes del desastre de Carthala Althea del año anterior. También intentaron conseguir el apoyo de otros pueblos de los alrededores que aún no habían sido sometidos por el poder del Bárquida, Edeta entre ellos. Pero la ciudad de Arse, fuera por su carácter neutral, decidió permanecer al margen de este conflicto.

En cambio, sí consiguieron levantar en armas al pueblo carpetano y, con su respaldo, marcharon decididos al enfrentamiento directo contra la amenaza invasora. Desgraciadamente, esta alianza improvisada entre pueblos hermanos fue aplastada, sin miramientos, por los elefantes de Aníbal traídos desde la lejana África. A partir de esos momentos, ya no quedaba ciudad a este lado del Iber que no estuviese sometido al poder cartaginés, a excepción de Saigantha.

La población estaba aterrorizada, no en vano estos hechos ni eran aislados, ni menos aún inconexos a su oppidum. La inseguridad se había instaurado en toda esta parte del territorio y, más pronto que tarde, el Bárquida acabaría fijando las murallas de Arse como su siguiente objetivo dentro de la ya incuestionable política de conquistas. Este fue el motivo por el que muchos comerciantes, mercaderes y productores, junto a sus familias, decidieron abandonar la ciudad y retornar hacia sus lugares de origen.

Fragmento escultórico de cabeza. Ibero-romana. Excavaciones González Simancas. Foro. Museo Arqueológico de Sagunto.

Algunos cargaron sus pertenencias en los navíos que surcaban las aguas del norte, dentro del área de influencia griega. Otros hicieron lo propio, pero hacia la costa del sur, a los espacios de dominio cartaginés de donde procedían. En esos días vi marchar a Alorco en una de las naves de regreso a Qart Hadast. Su ánimo era el de un hombre consternado al que habían culpabilizado por unas circunstancias en las que él nunca tuvo nada que ver. El mercader, junto a muchos de los suyos, sólo habían anhelado lo mejor para Arse; cabizbajo, cruzaba las puertas de la ciudad dirección al puerto junto al resto de los suyos.

Por el contrario, los demás habitantes decidieron permanecer bajo el abrigo de los muros. En ella quedaba la población nativa, aquella que no podía hacer otra cosa que esperar a que la suerte se pusiera de su lado. También decidieron quedarse gentes de otros lugares, los cuales optaron por esperar un poco más de tiempo para ver aclarada la situación y tomar la decisión de abandonar la ciudad sólo cuando fuera irremediablemente necesario. Este fue mi caso, que resolví mantenerme a la espera de nuevos acontecimientos. Días atrás ya había tratado este tema con otro mercader de Edeta, los dos pensábamos que este podría ser un gran momento para dar salida al género gracias a la marcha de un buen número de comerciantes y mercaderes. Sólo teníamos que esperar la llegada de una nave, quizás dos, para vender toda la mercancía y abandonar el avispero en el que se había convertido la ciudad de Sagunto.

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