Cortijo de Izcar. Baena, Córdoba
Todo lo acontecido en la ciudad íbera de Iponuba no será para nada excluyente en el resto de comunidades asentadas en el valle, menos aún con aquellas que seguían compartiendo el sustrato tartesio ipo- (ciudad) cuando se colonializan las vías comerciales con el objetivo de conectar la ciudad principal con aquellas otras establecidas más allá de las montañas del norte.
En resumen, los inicios de la ciudad de Ipsca se remontarán al Bronce final y adquirirá un notable auge en época íbera, aunque su mayor apogeo se producirá cuando se lleve a cabo la romanización en toda esta parte de la campiña bañada por el Salsum Flumen.
Geográficamente, Ipsca se situará en una amplia meseta, según parece algo ondulada, delimitada al sur por el Salsum Flumen (el río Guadajoz) y al norte con la vía que conectaba con Corduba. Su ubicación relativamente elevada, la abundancia de los recursos hídricos y unas tierras fértiles, muy propicias para el cultivo y la cría de ganado, determinarán la temprana ocupación de este territorio.
Las tierras de Ipsca también fueron habitadas en el Bronce Final por comunidades de grupos aislados, dispersos estas por todo el valle. Cabañas circulares levantadas en adobe con pavimentos de cantos rodados y techumbres de cañizos dibujarán un paisaje en armonía.
Tras la llegada de los colonos tartessos en su segunda fase de expansión, se constituirán toda una serie de ciudades con el objetivo prioritario de controlar las vías de comunicación terrestres y así poder asegurar el circuito comercial establecido más allá de las montañas. Estos asentamientos presentarán un denominador común, el prefijo ipo- (ciudad), que utilizan para definir parte del nombre del núcleo urbano donde se asienten. En su mayoría, las nuevas colonias se extenderán al Este de la vía fluvial del Singilis (río Genil) como ocurrió en los casos de Epora (Montoro), Iponuba (Cerro del Minguillar), Ipagrum (Aguilar de la Frontera), Ipsca (Cortijo de Izcar), I(po)tucci (Torreparedones) e Ipolcobulcula (Carcabuey), todas ellas en tierras de la actual provincia de Córdoba. Aunque, también aparecerán como asentamientos colonos Ipolca (Porcuna, Jaén) e Iptuci (Prado del Rey, Cádiz)
En este sentido cabe señalar que algunos autores han planteado la posibilidad de que el nombre de Ipsca corresponda, realmente, a la ciudad de Osca citada por las fuentes literarias. Es decir, la denominación de Ipsca podría proceder del nombre deformado Iposca o, lo que es lo mismo, la ciudad de Osca.
Ya desde mediados del siglo VIII a.C. los poblados indígenas empezaron a recibir las influencias de unos colonizadores semitas que llegaban atraídos por la riqueza de los metales. Pero entre los siglos VII – VI a.C. es cuando verdaderamente se produce la gran eclosión, la proliferación en la Campiña una gran cantidad de pequeños asentamientos de carácter rústico.
La cultura material quedará enriquecida con aportaciones como la escritura, el hierro y la introducción del torno alfarero, una verdadera revolución para los pobladores indígenas puesto que la cerámica que se fabrica es de mayor calidad y belleza (suelen ser grises con decoraciones pintadas). Y empieza a ser común el uso de ánforas para el transporte y almacenamiento de elementos, así como las puntas de flecha de doble filo y el arpón.
Tal y como sucediera con la vecina I(po)tucci, así como presumiblemente con otros muchos asentamientos del valle, es en este periodo Orientalizante cuando el poblado de Ipsca fuera amurallado y su interior quedara definido como un auténtico núcleo urbano. Las viviendas circulares y ovaladas darán paso a las de planta rectangular, con lo que se generará una redistribución urbanística y, con ella, la aparición de las primeras calles.
Con la caída de los régulos tartessos y la llegada de la nueva clase aristocrática turdetana, el asentamiento de Ipsca se definirá como oppidum, recinto fortificado en altura. Su tamaño, por extensión, será inferior al de I(po)tucci. Por el contrario, abarcará el doble que su vecina Iponuba. Estos son los dos oppidum más próximos a esta comunidad íbera.
Y al igual que ocurriera con otros asentamientos de la zona, los caminos y pasos obligatorios hasta Ipsca quedarán flanqueados por amplias necrópolis levantadas con tumbas turriformes monumentales y pilares-estelas. Figuras de fieros animales protegerán los restos del difunto y se insistirá en el concepto de dominio, Este arraigo en la idea de poder se aprovechará para marcar todo un vasto territorio, incluyendo las vías y los caminos que unían un poblado con otro. De esta forma se conseguía perpetuar la posición de privilegio de esta clase alta o aristocrática sobre el resto de la población en la otra vida.
Pero, como indicábamos, el máximo apogeo de esta ciudad se producirá en época romana, cuando pasa de ser oppidum a convertirse primero en Municipium Contributum Ipscense y luego en municipio Flavio.
El ager dependiente de Ipsca limitaba al norte con la colonia de Ituci (Colonia Virtus Iulia, antes Ipotucci) y al sureste con Iponoba. El Municipium Contributum Ipscense hacía relación a la inclusión de este antiguo asentamiento dentro del conjunto de ciudades (pagi o vici) dependientes de una colonia de nueva creación, como fue el caso de Colonia Ituci, o de una comunidad donde se centralizaban las funciones administrativas y judiciales, caso de Iponoba. Añadir que los pobladores de estas ciudades menores y dependientes gozaban del mismo estatus social y personal que la comunidad establecida por encima de ellos.
Esto fue una realidad en el periodo de la romanización. Cuando llegan por primera vez los colonos itálicos a estas fértiles tierras, encontrarán un gran cantidad de asentamientos dispersos por todo el territorio. Ante tal situación, urgía encontrar una fórmula eficaz que, judicialmente, facilitara el gobierno sobre los distintas poblaciones. Por este mismo motivo se creó esta organización tipo municipal que permitía agrupar núcleos urbanos de menor entidad en torno a otra de rango mayor, la cual cumplía funciones centralizadoras para las tareas judiciales y administrativas que se pudieran derivar.
Se ha señalado que la ciudad hispanorromana de Ipsca fue contributa de una ciudad de mayor entidad próxima a ella, en este caso de la Colonia Ituci Virtus Iulia que se encontraba a tan sólo diez kilómetros de distancia.
Ahora bien, tras el ius latii de Vespasiano y el ascenso al rango de Municipio de la ciudad de Ipsca, ésta obtendría su total autonomía con respecto a su ciudad de dependencia Ituci, desligándose definitivamente de la contributio. Esta nueva situación jurídica perjudicaría gravemente a la Colonia, puesto que se le arrebataba gran parte del territorio. Se piensa que la independencia de Ipsca tras el ius latii terminó provocando la rápida decadencia de Ituci que contemplaba impotente como perdía una de sus ciudades dependientes más prósperas y ricas.
Ipsca continuará poblada durante la época tardoantigua y visigoda. Prueba de ello es la cruz monogramática que se encontró en el interior de una tumba en los terrenos contiguos al cerro, la cual correspondía al periodo comprendido entre finales del siglo VI y principios del VII d.C.
Junto a la cruz de Begastri y a la de Bovala-Seros (Lleida), la cruz monograma de Ipsca constituye una de las mejores representaciones del nombre de Cristo en antiguo.
El desarrollo del antiguo cristianismo en la zona puede verse confirmada en el siglo IV, cuando se celebra el Concilio de Iliberri (Concilio de Elvira o Concilium Eliberritanum que pudo tener lugar entre los años 300 y 324) En sus actas se pone de manifiesto el enorme arraigo de la nueva religión en localidades muy próximas a Ipsca, como fueron Tucci, Igabrum, Ipagrum y Ategua. Pudiera ser que esta ciudad, junto a Iponoba, aprovecharán su privilegiada situación geográfica, en relación a las vías de comunicación, para formar parte del anillo de influencias con otras comunidades donde el cristianismo empezaba a introducirse con fuerza.
Bibliografía:
- Un anillo de oro con inscripción del Museo Histórico de Baena (José Antonio Morena)
- El camino de Corduba a Ategua: Nuevos hallazgos de infraestructura viaria romana en la provincia de Córdoba (Enrique Melchor Gil y Juan Ignacio Cano Montero)
- Ipsca (Baena, Córdoba): Un núcleo urbano milenario a orillas del Guadajoz (José Antonio Morena López)
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