La llegada al oppidum de Ategua

Julio César, desde su etapa como cuestor de la Hispania Ulterior, era perfecto conocedor de la ciudad de Corduba y todo su territorio próximo. Por este mismo motivo, sabía que el bastión de Ategua, segundo en importancia de la zona, era realmente la ciudad donde se protegían las grandes reservas de trigo recogidas en la campiña.

Controlando el oppidum, el dictador alcanzaría dos objetivos que en esos momentos calculaba como de gran trascendencia y prioridad: por un lado, se aseguraría el abastecimiento continuado para su tropa, cuestión de suma importancia si la contienda se alargaba en el tiempo. El mismo era consciente de que esas eran las pretensiones de sus enemigos. Por otro lado, dar un golpe de moral a sus hombres después del fracaso sufrido bajo las murallas de Corduba.

En sus maniobras de repliegue, el general ordenó prender grandes hogueras sobre el campo que, hasta esos momentos, había ocupado con su campamento. La intención era clara, utilizar el humo como camuflaje y, junto a la oscuridad de la noche, no ser descubierto. Con tal engaño evitaba padecer nuevas emboscadas que pudieran poner en peligro a sus legiones mientras cruzaban el puente y se alejaban por la orilla opuesta del río.

A la mañana siguiente el general Cneo fue avisado de la retirada del dictador. Sus tropas habían conseguido capturar en las inmediaciones algunos desertores de las filas cesarianas. Sin perder tiempo alguno, y antes de acceder al interior de la ciudad por sus enormes puertas, quiso recorrer la zona donde el enemigo había dispuesto el campamento base. En el lugar comprobó la gran cantidad de carros e ingenios de guerra que César se había visto obligado a dejar atrás para no ralentizar la marcha. Presto, Cneo ordenó que todo el espacio exterior de las murallas fuera completamente despejado.

El oppidum de Ategua se encontraba a menos de una jornada de distancia de Corduba. De camino hacia el nuevo objetivo, Julio César había ido conquistando bastiones de carácter menor, pero de una gran importancia desde el punto de vista estratégico (si quieres ver qué aspecto podía tener uno de estos bastiones fronterizos en época Republicana, te recomiendo que le eches un vistazo a la Torre Vigía de Hijovejo en la provincia de Badajoz). En ellos, el general quiso disponer destacamentos de infantería y caballería con los que controlar la retaguardia para cuando se iniciaran las operaciones de cerco. Estas patrullas tenían la misión de vigilar, día y noche, la muy probable llegada de las legiones pompeyanas en auxilio a los que serían sitiados.

Nada más llegar a las cercanías del oppidum, César ordenó que todo el perímetro de murallas fuese completamente rodeado, se excavaran fosos y se levantaran empalizadas. Había dado comienzo el sitio a Ategua.

De todos estos movimientos fue informado Cneo, detalladamente, por su red de espionaje. Teniendo pleno conocimiento de las nuevas intenciones de su enemigo y la estrategia que seguía, ordenó partir inmediatamente hacia su encuentro.

Estaba el dictador en pleno proceso de cercar la ciudad cuando el hijo mayor de Pompeyo El Grande hizo su aparición por la zona. Lo hizo durante la noche y bajo el cobijo que le proporcionaba una niebla espesa.

Conforme avanzaba, con mucha cautela y sigilo, topó con uno de los castella de control que mantenía César en su retaguardia. En el más absoluto de los silencios, consiguió acorralar a gran parte de las cohortes y caballería que en el emplazamiento militar se encontraban. Su ataque fue sin contemplaciones, provocando una gran matanza en su interior de la que muy pocos pudieron escapar.

Capítulo V

Por un tiempo paramenos las publicaciones de los siguientes capítulos del Bellum Hispaniense con idea de organizar toda la información recopilada y, por otro lado, dar protaginismo a otros yacimientos de la Península.

Perdonen las molestias.