«… Éste durante su duovirato ofreció juegos públicos y durante el mismo número de días (juegos) privados. Del mismo modo, a la totalidad de los habitantes en el Municipio y a los residentes los convocó ofreciéndoles, de modo gratuito, baños y ungüentos. Así también, en el mismo día a los jóvenes obsequió con juegos en el teatro (y) para los hombres y mujeres proporcionó gratuitamente (su entrada) al gimnasio y a los baños…«
Así rezaba un texto grabado sobre la epigrafía dedicada al ciudadano y duoviro singiliense Marco Valerio Proculino a la entrada del foro de la ciudad.
En las cercanías de la escalinata que dan acceso a la plaza pública, y lugar donde otro distinguido ciudadano llamado Marco Acilio Ruga dedicaba una imagen al divino Trajano, se encontraba otra de las grandes construcciones de la ciudad de: su teatro, el edificio para la representación de pantomimas, tragedias comedias y otros espectáculos para disfrute de la población de Singilia Barba.
Esta obra fue levantada en el año 109 d.C. y financiada, en parte, por el magistrado local M. Valerius Proculinos. Para la construcción del theatrum de la ciudad se aprovecharía la ladera norte del cerro, apoyando la parte central de la cavea sobre la propia ladera del monte. Por otro lado, se acomodó el resto del graderío sobre una nueva fábrica pensada para tal fin.
Sobre la escena se situaron columnas con los que se quiso engalanar este edificio.
Como era común en este tipo de edificios lúdicos, las tres primeras gradas quedaron reservadas a la gente noble e importante de la ciudad y las restantes serían compartidas por las demás clases sociales. El funcionamiento de este espacio quedó regulado según lo expresado en el capítulo LXX de la Lex Ursonensis.
En la actualidad tan sólo se conservan los restos del semicírculo de las gradas hasta las dos extremidades por donde se unía por la scaena. Como dato de interés cabe reseñar que el teatro de Singilia Barba fue desmantelado, bloque a bloque, allá por el siglo XVIII para la construcción del Convento de San Juan de Dios en Antequera.
Continuando con el recorrido por la urbe, entre el espacio que ocupa el teatro y la cima del cerro donde se localiza el castellum, se hallaba el anfiteatro en una terraza intermedia. Por lo menos es lo que se puede desprender de la epigrafía hallada donde L. Clodius [s —M]ontanus, pontifex perpetuus municipium Liberi Singiliensis, costea ludi circensibus. Sobre la hipótesis del posible anfiteatro de Singilia hay que añadir que los últimos trabajos de estudio realizados en el yacimiento dieron con un edificio que se interpretó en su moemento como posible anfiteatro.
Por lo que nos ha llegado, fue un edificio de notable dimensiones que pudo tener un aforo hasta de dos mil doscientas personas. Sin lugar a dudas, este debió ser el espacio elegido por los ciudadanos para la realización de los multitudinarios juegos y fiestas populares celebradas en la ciudad; una obra motivo de orgullo en el que se quiso dejar constancia a modo de inscripción epigráfica.
Por último, y ya en las terrazas inferiores contiguas al teatro, se situaban, muy posiblemente, la thermae o baños públicos. Unas termas a las que se abastecía de agua a través del acueducto procedente de un arroyo de la vecina Anticaria.
Según la inscripción dedicada a M. Valerio Proculino, este edificio tuvo que contar con un gimnasio o palestra donde se practicaran ejercicios físicos. Además, las termas serían el lugar idóneo para que los ciudadanos de Singilia Barba mantuviesen sus conversaciones en un ambiente distendido, momentos que serían aprovechados para el recreo y las relaciones sociales entre baños relajantes y masajes.
Estos fueron los edificios lúdicos de Singilia Barba.
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