Medusa

Villa de Río Verde. Marbella, Málaga

Según cuenta la mitología griega, Medusa, la ‘guardiana’ o la ‘protectora’, fue una de las tres gorgonas nacidas del incesto entre las divinidades marinas hermanas del inframundo Forcis y Cefo. A parte de ser la única hija mortal de las tres que tuvieron, también era la más bella de todas. Tal fue su belleza que llegó a cautivar al mismísimo Poseidón.

El rey de los mares, atraído por su gran hermosura, buscó seducirla hasta, finalmente, ultrajarla en uno de los templos sagrados dedicados a Atenea. Este acto de profanación provocó de súbito la ira incontenible de la diosa, por lo que no dudaría un instante en castigar a la joven a quien siempre había considerado como rival debido a su enorme atractivo. Primero la transformaría en monstruo con el mismo aspecto atroz que el de sus otras dos hermanas. No contenta con ello, acabará instigando en su muerte definitiva.

Como comentábamos, Medusa era la más joven de las tres hermanas y, a la vez, completamente distinta al resto de gorgonas, tanto en aspecto como en personalidad. La mayor de ellas se llamaba Euríale. Después estaba Esteno, la más agresiva, pues disponía de una extraordinaria fuerza, psíquica y física con la que conseguía manipular a su antojo a todo aquel que se le acercaba. Ambas criaturas eran verdaderos monstruos, siempre en lucha constante contra las deidades celestiales. Sus cuerpos aparecían cubiertos por escamas parecidas a las de los dragones, sus bocas repletas por colmillos de jabalí y las cabezas, en lugar de cabellos, pobladas de serpientes venenosas. Las manos eran de duro metal y contaban con pesadas alas doradas que les impedían volar. Las dos hermanas de Medusa provocaban auténtico pánico y terror a los lugareños cuando salían de su cueva para acecharlos. Pero lo peor de todo, lo más terrible sin duda, era que si cualquiera le miraba directamente a los ojos, acababa convertido en una figura de piedra.

CLIPEO MEDUSA - MUSEO NACIONAL DE ARTE ROMANO MERIDA

Ciclopeo de Medusa procedente del Pórtico del Foro de Augusta Emerita. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

Nada que ver todo esto con Medusa, una criatura hermosa y encantadora, deseada por los más valientes guerreros y cortejada por los grandes dioses. Pero llegó la noche en la que Poseidón la hizo suya, sobre el frío mármol de uno de los santuarios de la diosa guerrera y quien, en venganza, decidió transformarla con el mismo aspecto que sus dos hermanas mayores. Pero con una única salvedad, Medusa seguiría manteniendo su condición de mortal.

Desterrada a las tierras hiperbóreas,  a partir de entonces la menor de las tres gorgonas se dedicó a causar terror a los hombres y mujeres del lugar y a convertirlos en estatuas de piedra allí donde los encontraba; siempre motivada por el sufrimiento y daño sufrido. Su fama se extendería por todas las ciudades helenas, llegando a suscitar gran preocupación en el propio Olimpo.

Ajeno a toda esta historia se encontraba Perseo, un semidiós nacido de la relación mantenida entre Zeus y la mortal Dánae. En ese tiempo, el joven vivía junto a su madre en una isla llamada Sérifos, exiliados los dos por el rencor de su abuelo materno tras quedar ella en cinta del gran Dios. Para mayor desdicha de Perseo, el rey de las tierras que los había acogido, Polidectes, ansiaba casarse con su madre, algo en lo que ambos se negaban e intentaban evitar. La actitud obstinada del hijo se había convertido en un verdadero escollo para las pretendidas de bodas reales.

MOSAICO MEDUSA EN ALCAZAR REYES CATOLICOS - CORDOBA

Mosaico de Medusa en Alcázar de los Reyes Católicos. Córdoba.

Un día Polidectes, tras urdir un plan con el que deshacerse del joven, hizo llamarlo a palacio. Reunidos en audiencia, el rey de Séfiros, tranquilo y prudente, fue exponiendo a Perseo sus argumentos con los que había pensado acabar con él. Le comentaba, en tono amigable, que ya no era un niño, sino todo un muchacho fuerte y capaz. Pero como cualquier infante que se convierte en hombre, dentro de las fronteras del reino debía demostrar su valía buscando su propio reto. En realidad se trataba de un gesto que servía para demostrar al resto de habitantes que el niño, llegado el momento, había abandonado la protección maternal y se enfrentaba a su destino con toda su virilidad. Con ello se ganaba el respeto del pueblo.

Ante estas palabras, Perseo quedó confundido, sin argumentos. Desde que fuera informado del encuentro ante el monarca, se había convencido que el único motivo de esa reunión no era otro que las intenciones de boda con su madre, tal y como había insistido hasta la fecha. Pero hora, en los salones reales, el rey le estaba hablando de su inmadurez y de la necesidad de demostrar ante el reino su valía como hombre. Ciertamente que, hasta esos momentos, Perseo nunca se había planteado tales situaciones y menos aún que tuviera que ponerlas de manifiesto para conformidad del resto de habitantes.

Polidectes leyó rápidamente las dudas reflejadas en el rostro del joven; la semilla había sido sembrada con eficiencia y sólo quedaba esperar a que germinara. Sin dejarle tiempo a meditar sus palabras, el rey se ofreció a proponerle un desafío que, de conseguirlo, seguro se granjearía el respeto de todos. “Si matas a la gorgona Medusa y me haces entrega de su cabeza, demostrarás con creces que no hay nada en este mundo que te asuste y el reino al completo te verá como un gran guerrero” – Le confesó.

MOSAICO DE MEDUSA EN PALACIO DE LEBRIJA

Mosaico de Medusa descubierto en el olivar de Los Palacios y actualmente formando parte de una sala que lleva su nombre en Palacio de Lebrija. Sevilla.

La diosa Atenea, enemiga manifiesta de Medusa, escuchaba atentamente la conversación entre el rey de Séfiros y Perseo. Decidió entonces interferir en el designio del muchacho acompañándole en su arriesgada y peligrosa aventura. Una mañana se le presentó sin avisar, haciéndole entrega de un regalo realizado por Hades. Se trataba de un yelmo oscuro con el que lograba la invisibilidad. Como obsequio de Hermes, también le proporcionó unas sandalias aladas con las que podía caminar velozmente y recorrer grandes distancias, además de una hoz diamantina bien afilada que debía utilizar para cortarle la cabeza a la gorgona.

Pero, sin lugar a dudas, el mejor de todos los presentes de los que Atenea le hizo entrega esa mañana fue el de la propia diosa. Aquel que le abriría las puertas al triunfo, aunque en esos momentos Perseo no lo supiera: un escudo tan escrupulosamente pulimentado que parecía la superficie de un espejo.

Así fue como Perseo, decidido, se encaminó hacia el país de las Hiperbóreas a la búsqueda de la Medusa. Era este un lugar oscuro y tenebroso, donde el sol salía y se ponía una vez al año. Recorrió kilómetros y kilómetros ayudado por las sandalias aladas; conforme se iba acercando a la morada del monstruo, la visión del paisaje era cada vez más dantesco. A ambos lados del camino se amontonaban las figuras erosionadas de hombres y animales salvajes completamente petrificados.

04 MOSAICO DE MEDUSA EN DOMUS DE LOS PAJAROS

Mosaico de Medusa en la Domus de los Págaros. Itálica. Santiponce, Sevilla.

Las tres gorgonas no vivían lejos de allí, moraban cerca de un pueblo en una pequeña cueva rodeada por estas tristes imágenes pétreas. El momento de Perseo había llegado; armado de valor agarró con firmeza su hoz afilada y se dispuso a recorrer el último tramo de camino hasta llegar a ella. Fue entonces cuando Atenea se le volvió a aparecer para advertirle que nunca mirara directamente a los ojos de Medusa, ya que acabaría convertido en figura de piedra como las que había visto esparcidas en el lugar. Si quería dar muerte a la gorgona con seguridad, tendría que ayudarse del escudo. Y para lograr su objetivo, debía caminar de espaldas hacia ella buscando siempre su reflejo en esta protección. Era la única manera de conseguirlo.

Perseo hizo caso a los consejos de la diosa. Tomó el escudo en su mano izquierda y, volviéndose de espaldas, comenzó a caminar, lentamente, paso a paso. Lo hacía con suma cautela, ya que en el reflejo del escudo se podía distinguir a la bestia dormida dentro de la cueva. Pero, sin querer, tropezó con una piedra que acabó rodando ladera abajo hasta impactar sobre una roca. El golpe propició un enorme estruendo que hizo despertar de sus sueños al ser del inframundo.

Rápidamente, Medusa se puso en guardia, emitiendo con su boca unos temibles gemidos mientras que las serpientes de su cabeza no cesaban de silbar. Desde el escudo Perseo pudo ver como la gorgona se acercaba hasta él y también como, incrédula, la bestia se detenía al comprobar que el hombre no se transformaba en piedra. Perseo esperaba su ocasión, sabía que sólo tendría una oportunidad y no la podía desaprovechar. Sobre la superficie del escudo ya se reflejaba una boca poblada de colmillos.

DETALLE DE LA MEDUSA EN MOSAICO DE DOMUS PAJAROS

Detalle de la Medusa en el mosaico de la Domus de los Pájaros en Itálica. Santiponce, Sevilla.

Todo sucedió muy rápido. Medusa comenzó a moverse nuevamente hasta casi echársele encima. Con la mirada siempre puesta en el escudo, y agarrando fuertemente la hoz con su mano derecha, Perseo no dudó un instante y le asestó un golpe seco con todas sus fuerzas. Se escuchó un enorme grito y, a continuación, sólo el silencio.

Perseo permaneció inmóvil durante largo tiempo a la espera de que la gorgona reaccionara y se levantara. Pero no fue así, sin perder nunca de vista su escudo pudo comprobar como el monstruo yacía inmóvil en el suelo con su espeluznante cabeza separada del cuerpo. Para su sorpresa, del cadáver de Medusa nacieron los dos hijos engendrados por Poseidón: el caballo alado de Pegaso y el guerrero Crisaor portando una cimitarra de oro. De esta gestación nadie tenía conocimiento alguno, sólo la diosa Atenea que con la muerte de Medusa daba por completada su venganza tras la profanación consumada en su templo.

RETRATO DE ADRIANO - MUSEO ARQ SEVILLA

Retrato de Adriano. A la altura del pecho, relieve de la gorgona Medusa que a él le gustaba ostentar. Museo Arqueológico de Sevilla.

Sin perder tiempo, Perseo guardó la cabeza y emprendió su viaje de regreso. Para evitar el riesgo de enfrentarse a las dos hermanas, Euríale y Esteno, decidió colocarse el casco regalo de Hades y escapó hacia tierras del Sur.

Algunos helenos cuentan que Atenea acabaría colocando la cabeza de Medusa en su égida después de que Perseo se la entregara y que utilizaría este escudo con la imagen de la gorgona en cada una de sus batallas. Este es el motivo por el que, en la antigüedad, Medusa aparece representada como amuleto, la guardiana, conociéndose popularmente su figura como Gorgoneion. Fueron muchos los que utilizaron su rostro para proteger sus viviendas, decorar sus armaduras, etc.

El mosaico de Medusa en la Villa de Río Verde

13 de enero de 2016, saltaba la noticia en prensa. Un nuevo Perseo, o con las pretensiones de imitarlo, volvía a acabar con Medusa muchos siglos después de que su cabeza quedara separada del cuerpo. Esta vez no sucedió en las tierras hiperbóreas, sino más al Oeste; a orillas del Mar Mediterráneo en el Sur Peninsular.

En esta ocasión el joven, con idea de satisfacer la furia de sus dioses o la suya propia, no necesitó protegerse con el casco de Hades; no había más gorgonas de las que huir y Medusa se encontraba sola cuando se perpetuó el despiadado acto. Puede, incluso, que tampoco le importara ser descubierto mientras cumplía con su cruel designio. ¿Quién sabe?

Tampoco precisó de las sandalias aladas de Hermes con las que recorrer grandes distancias; sólo tuvo que salvar un pequeño obstáculo a pie de vía hasta llegar a ella y darle caza. Ni siquiera cargó con la hoz diamantina, le bastaba un martillo y un cincel para no dejar rastro de su imagen. ¿Tanta era su ira?

MOSAICO DE MEDUSA EN VILLA VERDE

Mosaico de Medusa en Villa de Río Verde. Marbella, Málaga.

También rehusó a utilizar el escudo pulido de Atenea, hacía tiempo que Medusa había perdido sus poderes y, desde que se le cercenara el cuello, su cabeza había quedado convertida en piedra al igual que ella siempre había hecho con los hombres que la miraban a los ojos. Pero ahora no se trataba de una figura pétrea erosionada por los efectos del viento y la lluvia. Al contrario, era un mosaico tan bello y hermoso como cuando era joven y fuera ultrajada por el dios de los mares.

Allí permanecía, maldecida por los dioses y odiada por los hombres, guardando la villa bajo silencio sepulcral. Sólo que esta vez, como comenta la guardia del reino, Polidectes requería para sí la cabeza de Medusa y ese fue el motivo por el que buscara a un nuevo Perseo para conseguirla, aunque no fuera tan avezado como el anterior. En cambio, son muchos los lugareños y gentes del pueblo que sostienen que esta impune acción ha sido guiada por la mano de un dios mucho más ruin y vengativo de lo que fuera Atenea en su momento. Mantienen esta afirmación porque el hombre que perpetuó el salvaje episodio se aseguró de no dejar recuerdo de ella.

Volvió a ocurrir todo muy rápido. Este Perseo se encaminó tranquilo y decidido hacia el encuentro con la gorgona. La vio allí, indefensa, tras el cercado a pie de vía. Medusa lo miraba con sus ojos complacientes, como acostumbraba a hacerlo cuando era joven y bella. Nada que ver con la mirada fulminante del monstruo en la que la convirtieron.

Era la única imagen que moraba en la antigua villa, ningún otro rostro se encontraba presente allí; nada ni nadie que pudiera interceder. Pero ella seguía manteniendo la custodia y protección del lugar, tal y como se le había encomendado siglos atrás.

MOSAICO DE MEDUSA EN VILLA VERDE

Mosaico de Medusa en Villa de Río Verde. Marbella, Málaga.

El joven salvó el único obstáculo que los separaba y una vez dentro del recinto se postró de rodillas ante ella. Con su mano firme sostuvo el cincel mientras contemplaba por última vez unos ojos vivos que lo miraban impotentes. El que se creyera un valioso guerrero alzó la otra mano con la que sujetaba el martillo. La gorgona le miró por última vez, su mirada era cálida. Y sin esperar tiempo alguno, el joven empezó a martillear el cincel una y otra vez sobre su imagen humana, con golpes secos y profundos, en un acto tan desalmado que hizo estremecer los corazones de los dioses y los mortales por vez primera. Materializado el desafío, abandonó tranquilamente el lugar sin volver la vista atrás.

Ya no queda huella de Medusa y todos lloran su ausencia. Los mortales quieren recomponer su imagen, pero no hallan los restos para restaurarla. Los dioses, demasiado tarde, se han propuesto vigilar desde las alturas su antigua morada, ahora vacía y sin vida.

Tal debió ser la belleza de esta criatura que hasta en dos ocasiones han buscado y conseguido destrozarla. Algo demasiado ruin y cobarde porque cuando dejó de ser bella, cuando la convirtieron en un monstruo como sus dos hermanas, nadie se atrevió a mirarle directamente a los ojos. Ni siquiera el propio Perseo.

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