Sala Marco Craso en Cueva del Tesoro. Rincón de la Victoria, Málaga
Un historiador local de finales del siglo XVIII, don Cristóbal Medina Conde, recoge de otro autor anterior (siglo XVII, Fray Antonio Agustín de Milla y Suazo) que el refugio utilizado por Marco Craso en el año 86 a.C. con el objeto de esconderse de sus perseguidores Mario y Cinna durante ocho meses, según la obra de Plutarco, fue la Cueva del Higuerón, es decir, la actual Cueva del Tesoro y que, tras su descubrimiento, una de sus salas quedó bautizada con el nombre Sala de Marco Craso. Este historiador hace referencia a dos aspectos importantes que relacionarían este lugar con los hechos narrados por el historiador griego:
Por un lado, cuando sitúa la gruta de la Sierra llamada de los Cantales: “esta cueva podía ser una que existe con el nombre del Higuerón en uno de los puntos de la Sierra llamados los Cantales a dos leguas de Málaga, camino de Vélez entre los pintorescos pueblecitos de la Cala y Ventas de Mismiliana. La retirada del mar de estas costas y las variaciones continuadas de esta clase de oquedades impiden quizás que se conozcan en esta cueva las señas que de ella da el biógrafo Plutarco”.
El otro detalle sería cuando Vibio le facilita las dos jovencitas a Craso: “al dar vista al mar distinguieron una barca que se alejaba de la ribera y preguntando a Craso a ellas (porque se creía descubierto), contestaron que el mismo Vibio Paciego las había conducido en su barca a la puerta de la gruta” Es obvio que las propiedades y villae de Vibio debían de quedar próximas al refugio como para que éste, personalmente, acercara en su propio bote a las dos esclavas. Por lo tanto, ¿fue Vibio Paciano, realmente, uno de los propietarios de la Villa Romana Loma de Benagalbón?
Aquí os dejo el texto de Plutarco donde se narra este episodio de nuestra historia acontecido en el periodo de la Primera Guerra Civil romana:
IV.- Desde que Cinna y Mario quedaron vencedores se echó de ver que iban a entrar en la ciudad, no para bien de la patria, sino, al contrario, para destrucción y ruina de los buenos ciudadanos; y, por descontado, cuantos pudieron haber a las manos, todos perecieron, de cuyo número fueron el padre de Craso y su hermano. El mismo Craso, que todavía era muy joven, evitó el primer peligro; pero habiendo entendido que por todas partes lo perseguían y andaban solícitos para cazarle los tiranos, acompañado de dos amigos y de diez criados huyó con extraordinaria celeridad a Hispania, donde en otro tiempo había estado, con su padre, en ocasión de ser éste pretor, y había granjeado amigos; pero, habiendo observado que todos estaban llenos de recelos, temblando de la crueldad de Mario, como si lo tuvieran ya encima, no se atrevió a presentarse a ninguno, y dirigiéndose a unos campos que en la inmediación del mar tenía Vibio Paciano, donde había una gran cueva, allí se ocultó. Envió a Vibio uno de sus esclavos para que le tanteara; y más que ya empezaban a faltarle las provisiones. Alegróse Vibio de saber por la relación de éste que se había salvado, e informado de cuántos eran los que tenía consigo y del sitio, aunque no pasó a verle, llamó al punto al administrador de aquella ciudad y le dio orden de que haciendo todos los días aderezar una comida la llevara y pusiera delante de la piedra, retirándose calladamente, sin meterse a examinar ni inquirir lo que había, y anunciándole que el ser curioso le costaría la vida y el desempeñar fielmente lo que se le mandaba le valdría la libertad. La cueva está no lejos del mar, y las rocas que la circundan envían un aura delgada y apacible a los que se hallan dentro; si se quiere pasar adelante, aparece una elevación maravillosa, y en el fondo tiene diferentes senos de gran capacidad, que se comunican unos con otros. No carece de agua ni de luz, sino que al lado de las rocas mana una fuente de abundante y delicioso caudal, y unas hendiduras naturales de las peñas, por donde entre sí se juntan, reciben de afuera la luz; de manera que el sitio está alumbrado por el día. El que se halla dentro se conserva limpio y enjuto, porque el grande espesor de la piedra no da paso a la humedad y a los vapores, haciéndolos dirigirse hacia la fuente.
V.- Mientras allí se mantenía Craso, el administrador les llevaba todos los días el alimento, sin que los viese ni conociese; mas ellos le veían, sabedores de todo, y esperando que mudaran los tiempos; la comida con que se les asistía no se limitaba a lo preciso, sino que era abundante y regalada. Porque Vibio sabía agasajar a Craso con toda delicadeza; tanto, que hasta considerando sus pocos años, y viendo que era muy joven, quiso obsequiarle con los placeres que pide tal edad, pues ceñirse a lo puramente necesario más es de quien sólo tira a cumplir que de quien sirve con voluntad. Encaminándose, pues, a la ribera con dos esclavas bien parecidas, luego que llegó cerca del sitio, mostrando a éstas la puerta de la cueva, les dio orden de que entrasen en ella sin recelo. Craso y los que con él estaban, al ver que allá se dirigían, empezaron a temer no fuese que se hubiera descubierto o que se hubiera denunciado su retiro; preguntáronles, pues, qué querían y quiénes eran; mas luego que respondieron, como se les había prevenido, que buscaban a su amo que se hallaba allí refugiado, comprendiendo Craso la finura y esmero de Vibio para con él, dio entrada a las esclavas, las cuales permanecieron en su compañía por todo el tiempo restante, dando parte a Vibio de lo que les hacía falta. Dícese que Fenestela alcanzó a ver a una de ellas ya muy anciana y que muchas veces la oyó referir y traer a la memoria estas cosas con sumo placer.
VI.- Pasó allí Craso escondido ocho meses, y dejándose ver desde el punto en que se supo la muerte de Cinna, como acudiesen a él muchos de los naturales, reclutando unos dos mil y quinientos recorrió con ellos las ciudades, de las cuales sólo saqueó a Málaga, según opinión de muchos, aunque se dice que él lo negaba y que impugnó a aquellos escritores. Recogió después de esto algunas embarcaciones, y pasando al África se dirigió a Metelo Pío, varón de grande autoridad y que había juntado un ejército respetable…
Bibliografía:
- Plutarco: Vidas Paralelas. Tomo IV. Marco Craso.
- Historia de Rincón de la Victoria I: Desde los orígenes hasta la ocupación de Bezmiliana (Antonio Fernández Gutiérrez)
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