Las obras del segundo frigidarium se encontraban bastante avanzadas, tal vez por ese motivo se debieran las prisas en su pavimentación. Para las paredes de esta piscina se había escogido una elegante pintura mural, recreando en su cubierta una representación con motivo del triunfo de Venus. Para sus zócalos, los responsables en la rehabilitación de la villa habían optado por una decoración que emulaba losas marmoleadas en tonos ocres, algo que le otorgaba cierra solemnidad al espacio.
Las salas de agua fría daban paso a las calefactadas, las cuales recibían el aire caliente de las calderas próximas, ubicadas estas un poco más al sur. Antes de abandonar el recinto, quiso mi improvisado guía detenerse unos instantes en las estancias destinadas a letrinae.
Las letrinas respetaban la misma sintonía ornamental que el resto de habitaciones visitadas, es decir, estaban decoradas con flores negras de cuatro pétalos sobre fondo tono crema, un sencillo mosaico y las paredes delicadamente dibujadas. Llamaba la atención la buena factura de las pilas para el aseo con cabeceras y brazos de mármol.
Pero era el pozo de aguas mineralizadas, situado junto a ellas, la causa por la cual el esclavo había insistido tanto en detenernos. Ya a mi llegada a la collegia iuvenum me había percatado de los excelentes recursos hídricos con los que contaban estas tierras. – Fue decisión de nuestro fundador construir este pozo y aprovechar, de alguna forma, las cualidades salutíferas de las aguas que corren bajo el suelo y de las que ya disfrutaban los antiguos pobladores del lugar. Si lo piensa detenidamente, la sensación es como tener al alcance de la mano la fuerza y la vitalidad de los espíritus que moran en la Naturaleza. Beber de ellas es como sentir a las ninfas, númenes o a la propia Diana inundar tu cuerpo. – Me relataba el esclavo muy orgulloso de su discruso.
Desde la fachada Este del edificio se abría un gran espacio ajardinado; un lugar que, de alguna forma, me hizo traer a la memoria mis múltiples viajes por las provincias orientales del Imperio. Esta maravilla de jardín se extendía completamente hacia el Sur, lugar elegido para levantar el mausoleo dedicado a la familia de los Annios. La totalidad del espacio se articulaba a modo de dos terrazas diferenciadas, separadas una de otra a través de un sencillo escalón.
En este jardín se respiraba una extraña mezcla de gratas sensaciones. Supongo que se debiera a la conjunción entre sus elementos arquitectónicos, la flora y la fauna existente y que coexistían en perfecta armonía. Fue en esta parte de la schola donde coincidí por primera vez con un grupo de colegiados, los cuales, en esos momentos, seguían las lecciones que impartía su pedagogus. Por las palabras y expresiones que utilizaba el maestro, puede que estuviesen practicando alguna clase de retórica. Los pupilos asistían a la lección del maestro griego sentados en una especie de bancadas con apariencia semicircular. Más concretamente, cuatro a cada lado y a modo de exedra, protegidos de los rayos del sol gracias a unos toldos alzados en lona.
Son estos bancos recubiertos de mármol el lugar donde los pedagogos de la collegia imparten sus materias cuando no lo hacen, tranquilamente, paseando por los jardines. – Realmente, todos estos espacios son aprovechados para cualquier tipo de actividad colegial como son las cenas comunales, elecciones de los magistrados y demás reuniones institucionales – Quiso aclararme el esclavo – Puede, incluso, que tenga cabida para sesenta o noventa personas y entenderá que las comidas en grupo, junto con los baños, son una de las prácticas comunales más importantes que aquí se realizan. Amenizadas con música, bailarines o recitadores de poemas es cuando, realmente, nuestros colegiados estrechan sus relaciones con el resto del grupo.
La terraza del área Norte, aquella elevada con respecto a la anterior, aparecía engalanada con una gran fuente que también cumplía las funciones de estanque. Sobre los podios se erguían altas columnas, que a su vez eran aprovechados para apoyar delicadas cráteras de cerámica. Pero lo que verdaderamente sobresalía de todo el conjunto era el jardín que allí habían logrado recrear.
Con gran inteligencia y conocimiento, su diseño estaba basado en un espléndido entorno natural donde se combinaba la vegetación propia del lugar con otras de procedencias lejanas, pero que fácilmente reconocí. De esta forma habían crecido gran variedad de palmeras, palmitos, jazmines y otras tantas plantas de propiedades medicinales. Y sobre tanta belleza floral anidaban, plácidamente, palomas o exóticos pelícanos. Es evidente que el coste sufragado para permitirse este tipo de jardín tuvo que ser bastante elevado; cualquier ciudadano no puede permitirse especies del Oriente y de la Tingitana en sus viviendas de esta manera tan ostensible.
– No nos detengamos, ni distraigamos a los colegiados en su formación. Quisiera enseñarle un último rincón de la collegia – me propuso el esclavo mientras me hacía indicaciones con la mano para que le siguiera por un caminito de tierra batida que cruzaba los jardines.
Nos acercamos a una especie de gruta que se abría directamente sobre los espacios naturales del jardín, pero con la extraña sensación de que se adentraba en el edificio. En su interior, presidiendo una pequeña sala rodeada de columnas, la imagen de Diana Cazadora. Su suelo, nuevamente, aparecía pavimentado con motivos vegetales. Sin lugar a dudas, estos debían de ser los espacios sagrados de la iuvenum.
Un sacerdote había iniciado los preparativos para algún tipo de liturgia u otro tipo de oficio que se celebraría en las horas siguientes. Próximo a Diana, madre de la caza y la naturaleza, se levantaba una imagen del dios Hércules, símbolo inequívoco de la juventud. – Este dios es al que se encomiendan todos nuestros colegiados, junto al Genius Iuventutis de la collegia. – enfatizó mi acompañante. – A ellos, y a la imagen de nuestro fundador que ves allí, van dedicadas las ofrendas y sacrificios antes de cualquier combate, cacería o cualquier otro acto de carácter social y lúdico.
Con estas últimas palabras regresamos nuevamente a los jardines. Intuí que se daba por concluido el recorrido. – Entiendo que ya dispone de una visión bastante amplia para comprender en qué consiste nuestra collegia y lo que representa para la ciudad de Complutum. – afirmó el esclavo con total pasividad. – Por tanto, podemos dar por finalizada nuestra visita, si usted así también lo entiende. – Sin darme tiempo para formularle alguna pregunta o aclarar cualquier duda, el esclavo me invitó, muy cortésmente, a que le siguiera hacia la puerta de salida.
Una vez en el exterior, mis impresiones eran que estas instalaciones simbolizaban una mayor magnitud y relevancia de lo que en un principio consideraba. Jóvenes togados con prendas confeccionadas en lana de calidad, pedagogos orientales residentes en Complutum y traídos aquí expresamente. Todo envuelto en un ambiente relajante y distendido, donde la Naturaleza es el elemento cohesionador de las actividades que realizan y los conocimientos y experiencia que se transmiten.
Y eso solo de cara a lo que se puede ver desde fuera, porque internamente se constata una influencia claramente filosófica. Las termas, por ejemplo, debían de ser los espacios propicios para que los colegiados, además de relajarse, compartiesen sus conocimientos o debatieran sobre las teorías impartidas. Y nunca alejados de un ambiente natural, aunque fuese desde la decoración y ornamentación que utilizaban en cada sala. Sobre todas estas ideas conceptuales iba reflexionando por el camino de tierra batida de regreso a la calzada que conectaba con Complutum.
Jardines exóticos en el exterior y una fauna y vegetación digna de mención. Por otro lado, en el interior un frigidarium pendiente a ser decorado. Puede que en estas zonas ajardinadas se consiga transmitir al colegiado parte de la esencia conjunta. Pero, ¿y los conceptos de una naturaleza marina? Me dio la sensación de no haber visto nada al respecto, o por lo menos que se me haya podido mostrar.
¿Un catálogo de especies marinas? Podría aprovechar, perfectamente, mi experiencia en los viajes por otras provincias. Con ello conseguiría plasmar, de forma didáctica, el sinfín de especies descubiertas en los distintos portus y astilleros que he visitado: delfines, túnidos, morenas, doradas, crustáceos, cetáceos y demás. El motivo sería perfecto debido a la importancia que le otorgan a los recursos hídricos.
Y en el centro del mosaico tal vez pudiera representar a unos jóvenes pescadores, en clara alusión a su fuerza y destreza. Los recrearía subidos en algún tipo de hippois o cualquier otro bote pequeño, donde se pudiera apreciar su técnica de remado y arrastre en las redes de captura.
Eso es, quizás sea la recreación que más se ajuste al motivo musivario del frigidarium. Hablaré con mi amigo de Complutum. Creo que precisaré de materiales y un espacio donde trabajar. Hoy mismo podría comenzar con los primeros esbozos y bocetos.
Y ahora que caigo, creo que aún no me he presentado. Por los dioses, cuanta descortesía por mi parte. Espero que puedan perdonar mi enorme despiste, pero desde que he llegado a la ciudad no he tenido un instante para centrar mis ideas. Mi nombre es Hippolytus y me dedico a la elaboración de mosaicos.
Nota
Esta historia es completamente ficticia. Para el desarrollo de la misma se han utilizado los contenidos incluidos en la cartelería del yacimiento. Además, como apoyo, se ha tomado como referencia y material de consulta el capítulo La casa de Hippolytus: Sede de una agrupación colegial complutense, correspondiente al título Guía-Catálogo de Complutum, ciudad romana (Guías arqueológicas de Alcalá de Henares, 1. Autores: Ana Lucía Sánchez Montes, Sebastián Rascón Marqués y Joaquín Gómez-Pantoja)
Me es de obligado cumplimiento reseñar la acertada decisión que los responsables de este formidable yacimiento tomaron a la hora de enfocar parte del contenido explicativo de los paneles a los visitantes más pequeños con objeto de acercarles su historia y facilitar su comprensión.
Saludos.
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Pingback: La casa de Hippolytus en Complutum | Legión Novena Hispana
Excelente relato. Parece que estoy dentro de la casa. Una pregunta. ¿Era un internado? Gracias.
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No, no. Un collegia iuvenum no es un internado. Piensa como su fuese una universidad privada donde prepararán a los futuros gobernantes de tu país. Sí, esa idea creo que se acerca mas.
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