Mosaico en el Oecus de Fuente Álamo
Andaba documentándome sobre la espléndida y conocida Villa Romana de Fuente Álamo, situada en la localidad cordobesa de Puente Genil, cuando, rastreando en Internet, topé con la interesantísima Memoria de Fuente Álamo escrita por el Dr. Luis Alberto López Palomo (director de excavaciones del Proyecto de Estudio) Si alguien aún desconoce de qué villa romana estamos hablando, aquí os dejo una vista general de su pars urbana:
En el contenido de dicha memoria se detalla, minuciosamente, cuáles fueron cada una de las campañas e intervenciones realizadas en el yacimiento, los hallazgos encontrados, los resultados de sus investigaciones y otros muchos datos de gran interés.
Bueno, a lo que íbamos. También se realiza un amplio repaso a las distintas fases históricas de ocupación en la que estuvo inmersa la villae rústica, tanto como edificio público de recreo, como por su explotación agrícola privada. Resumiendo brevemente su secuencia, podríamos destacar:
Tras el final de las segundas guerras civiles (que me gusta el Bellum Hispaniense) y las centuraciones entregadas a modo de parcelaciones a los veteranos itálicos, se decidió levantar un balneario público aprovechando las proximidades de uno de los arroyos del Singilis (pulsa aquí para conocer con más detalle esta parte de la historia). Para esta nueva construcción se precisó de la ayuda de la comunidad indígena del entorno.
El balneum, dedicado al ocio y al culto al agua, contó con frigidarium, caldarium¸nymphaeum, salas de masajes, apodyterium y tabernae. Se mantiene en funcionamiento hasta mediados del siglo II d.C., fechas en las que unas temibles inundaciones dejan completamente inservibles las instalaciones y, en consecuencia, son abandonadas.
Tuvieron que transcurrir unos cien años (mediados del siglo III d.C.) para que el lugar fuera nuevamente habitado. Lo que con anterioridad era de dominio público, ahora pasaba a manos privadas. Un pater familias, al que se le asigna un más que probable origen militar (caso del Mitreo construido en la villa) adquirió estos terrenos para construir su fundus, su villa de explotación agrícola.
Para tal empresa se decidió contratar a un arquitecto encargado de construir su residencia privada, manteniendo parte de las antiguas estructuras y, por lo tanto, la vinculación con el mismo arroyo cuyas aguas devastaron el balneario. En realidad, lo que ansiaba este possesor era disponer de una residencia donde vivir él junto a su familia, unas tierras para explotar y, además, contar con aquellos espacios donde pudiera rodearse de los placeres y lujurias propios de la sociedad romana pudiente del momento.
En conclusión, muchas de las estructuras originales del balneum son reutilizadas como estancias de la villa, ampliando aquellas consideradas necesarias y construyendo otras nuevas.
Transcurrido el tiempo, a mediados del siglo IV o principios del V d.C, en lo que ha venido a denominarse como Bajo Imperio, se llevó a cabo una remodelación de la villa. Esta no afectará a su distribución de espacios, pero sí a la nivelación de los suelos. A causa del desgaste sufrido por su continuado uso, se pavimentarán las distintas estancias con bellos mosaicos.
Uno de los mosaicos más interesantes con los que cuenta la Villa Romana de Fuente Álamo es aquel que podemos contemplar en su oecus, es decir, la gran habitación con cabecera semicircular reservada a los grandes actos sociales (banquetes y reuniones) que se realizaron en la vivienda.
Bien, en este punto del desarrollo histórico es a donde queremos llevar la esencia del presente artículo. El mosaico al que hacemos referencia se divide en dos partes sustanciales (tres, si contamos el acceso a la habitación y en donde podremos contemplar tres escenas mitológicas: Pegaso bebiendo agua en manos de la ninfa; las tres gracias Áglae, Eufrosine y Talía; y la persecución del Sátiro a la ninfa). La primera de estas dos partes es la cabecera con mosaico en forma de abanico y enmarcado con orlas. Muy posiblemente, en este lugar se erigiría alguna estatua de índole religioso u otro motivo que impactara al visitante cuando entrara a la estancia.
A continuación, como segunda de las partes, quedaría la superficie de la habitación en sí misma donde un enorme mosaico representaba dos momentos distintos de la mitológica vida de Baco: en la parte superior, el cortejo triunfal de Dionisios y, en la inferior, la lucha entre Dionisos y las ménades en la batalla contra los indios.
Centrémonos ahora en la parte superior donde se plasma el cortejo triunfal de Dionisios, justo en la esquina superior derecha en la que aparece un hombre montando una acémila y acompañado de una mujer y un joven. Pues bien, quiso el dueño de la villa que, en los momentos de remodelación del edificio y embellecimiento de su suelo, perdurar él y su familia a lo largo del transcurso de la historia, como si de un cuadro se tratara.
Exactamente, la imagen que aparece en esa parte del mosaico del Cortejo de Baco corresponde al retrato del nuevo pater familias que ordenó colocarlo (allá, a mediados del siglo IV o principios del V d.C.) y como resto del cuadro familiar, se hizo acompañar de su mujer y su hijo.
En nuestro país son muchos los casos en los que la imagen de los propietarios o los miembros de sus familias llegan a nosotros a modo de esculturas, escenas de mosaicos, estelas funerarias, etc. Lo único que sucede es que cuando tratamos la parte de la historia dedicada a la cultura romana, tendemos siempre a acordarnos o a relacionarla con los grandes nombres como Augusto, Trajano, Adriano, etc., olvidándonos que gente corriente, como tú y como yo, gente de a pie, vivieron en estas tierras y también hicieron su historia.
Ahora imagínate que, dentro de unos mil quinientos años, un habitante de esa época entra en unas instalaciones en donde has vivido y encuentra, de forma fortuita, el que podría ser el retrato tuyo o de tu familia. ¿Cuáles serían sus sensaciones? Supongo que las mismas que las nuestras en la actualidad con los legados de nuestro pasado, siempre y cuando sean valoradas.
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