Año 858. Las naves vikingas de larga eslora, revestidas con redondos escudos y decoradas sus proas mediante imágenes de bestias infernales, volvían a arribar las costas de al-Andalus. En esta ocasión eran comandadas por dos jefes de gran reputación y prestigio: Bjorn Costado de Hierro y su hermano Hastein, ambos hijos del legendario rey vikingo Ragnar Lodbrok. Sus objetivos, los mismos que los del año 844 en tiempos del emir Abd al-Rahman II: atesorar todo el botón posible que se pusiera a su alcance y seguir acrecentando la estela de su fama.
Pero en esta ocasión los andalusíes estaban preparados. El emir omeya de Córdoba Muhammad I, hijo y sucesor de Abd al-Rahman II, había heredado de su padre la precaución de volver a ser atacado por la piratería extranjera.
Porque fue el mismo Abd al-Rahma quien ordenó construir, tras la sangrienta victoria sobre los vikingos de la primera incursión, una muralla defensiva que protegiera la costa hispalense por la cual habían conseguido penetrar estos sanguinarios guerreros hasta alcanzar la ciudad de Isbiliya y en ella dar muerte a hombres, ancianos y enfermos que no pudieron escapar, tomado como cautivos a sus mujeres e hijos.
Se levantaron ribats a lo largo de toda la costa atlántica con objeto de mantener una férrea vigilancia y detectar posibles ataques desde las aguas. Pero, sobre todo, el viejo emir ya fallecido había dispuesto las construcciones de atarazanas y arsenales, situándolas en Isbiliya, con los que preparar una armada lo suficientemente potente como para hacer frente a otra posible incursión pirata.
La nueva flota vikinga, capitaneada por Bjorn y Hastein, estaba constituida por sesenta y dos naves. Parece ser que, después de llegar a un pacto con el rey de Francia tras su asedio de dos semanas y pago de un rescate pertinente, partieron rumbo hacia las aguas del norte de España.
Ya en sus costas, y desde las mismas aguas galaicas, patrullaban embarcaciones de la armada emiral. Las naves vikingas fueron alcanzadas y atacadas en las playas de Vizcaya y siendo el desastre inminente, las naves nórdicas decidieron retirarse para, de esta forma, navegar dirección Sur.
Como medida preventiva, y ante otro eventual ataque de los andalusíes, los vikingos enviaron algunas naves exploradoras con las que otear los mares. Estas debían advertir al grueso de su flota de cualquier presencia enemiga que les obstaculizara en sus propósitos. Pero a la altura del Algarve, dos de estas naves de reconocimiento fueron apresadas por los navíos musulmanes. En ellas se cargaban oro, plata, prisioneros y víveres, resultado todo ello de las cruentas rapiñas llevadas a cabo.
Entonces los comandantes vikingos decidieron continuar avanzando, pero sin retomar el Baetis tal y como habían intentado sus predecesores cuando buscaron alcanzar la capital del emirato andalusí desde la saqueada Isbiliya. Temían una nueva emboscada de naves andalusíes que pudieran estar defendiendo la costa fluvial. En su lugar, los guerreros nórdicos llegaron hasta Yazirat al-Jadra (la isla verde, actual Algeciras), principal puerto de la orilla norte del Estrello. Esta sufriría su ataque despiadado y cruel.
Los hombres de Bjorn y Hastein saquearon la antigua Algeciras y todo su territorio dependiente, llegando a incendiar la mezquita de la ciudad. Sin embargo, nuevamente los planes vikingos fueron truncados por la milicia local andalusí que pudo llegar a tiempo para que las huestes bárbaras desistieran en su intento de penetrar hacia el interior peninsular. Los invasores, por su parte, continuaron navegando por aguas del Estrecho hasta cruzar a la costa africana.
Y después de este breve relato yo me pregunto, ¿dónde se esconden los guionistas de este país para no saber sacar partido a la riqueza de nuestra historia? Lo peor de todo es que sobre este tema aún hay más. Si no me crees, visita la publicación de Catoira
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