Cuevas de Almanzora, Almería
Ya conocisteis Los Millares, ahora ha llegado el turno de descubrir qué fue de su población. De cómo este poblado megalítico evolucionó con el paso del tiempo hasta convertirse en una de las culturas más interesantes del Sudeste Peninsular. Nos adentramos en la Edad de Bronce.
Cuando tratábamos el artículo dedicado a Los Millares, yacimiento situado en la provincia de Almería, comentábamos cómo este asentamiento de la Edad del Cobre (3.400 – 2.200 a.C.), acabó intensamente fortificado debido a las frecuentes agresiones que, por parte de las tribus invasoras, sufriría a lo largo de su existencia. En la misma publicación detallábamos la obsesión de sus gentes por defenderse de estos ataques y, en consecuencia, por mantener protegida a su población de la forma más eficiente posible. Fruto de ello fueron sus murallas, accesos monumentales al interior de núcleo urbano, torres y fosas que han llegado hasta nuestros días, así como el conjunto de fortines que serían ubicados, de manera estratégica, alrededor del poblado.
Pero dentro del periodo comprendido entre los años 2.400 – 2.200 a.C. (Cobre Final), la arqueología ha podido demostrar que en este espacio temporal pudo recrudecerse dicha violencia, por lo que es precisamente en este intervalo de tiempo donde se ha establecido el abandono definitivo del antiguo asentamiento humano. Parece como si tanta obsesión por las defensas finalmente no hubiese servido de nada.
Estos conflictos, unido a los desastres naturales que se hubieran de originar, serán los motivos principales que darán lugar al despoblamiento de Los Millares y al final de su cultura. A partir de entonces, se producirá un desplazamiento de las familias a la búsqueda de nuevos hábitats, dando inicio la conocida como Cultura de El Argar.
Realmente, desde la vida en Los Millares hasta Fuente Álamo existe un vacío de unos doscientos años, pero será en torno al año 2.000 a.C. cuando se detecta un movimiento migratorio de la población indígena hacia las nuevas fundaciones de montaña, aunque también se establecerán en llano. Las defensas naturales de estos nuevos poblados levantados en altura quedarán complementadas con las construcciones de murallas. Pareciera como si se mantuviese intacta esa preocupación por el resguardo de posibles ataques.
Los nuevos poblados cumplirán una función doble. Por un lado, el control y vigilancia del territorio donde se asentaran estas comunidades, al igual que sucediera con los fortines que se construyeron en el despoblado Los Millares, aunque ahora la sociedad guerrera convivirá con sus familias.
Por otro, el abastecimiento de materias primas a los centros rectores dependientes y por el que se regían; núcleos metalúrgicos principales donde era transportado el mineral extraído por cada una de las comunidades, además de los excedentes de sus cosechas. Desde estos asentamientos productores centralizados, el mineral será transformado en metal con el que se elaborarán los diferentes utensilios y armas, siendo también el punto de partida de los productos y su distribución.
Como podéis imaginar, nos estamos refiriendo a la Edad del Bronce, desde inicios del II Milenio a.C. hasta mediados del mismo. Hablamos de la cultura de El Argar que se va a desarrollar en una amplia zona del Sudeste Peninsular y a la que correspondían las actuales provincias de Almería, Granada, Murcia, parte de Jaén, Albacete y Alicante.
Pues bien, podríamos afirmar que el antiguo asentamiento de Fuente Álamo es uno de los más representativos de la cultura argárica. Rodeado por montañas, su ubicación estratégica vino determinada por la necesidad de controlar el acceso de la ruta por la sierra desde el que fuera el fértil valle del Almanzora.
Cuando tratamos el poblado de Los Millares, comentábamos que su paisaje se encontraba cubierto por bosques de encina y pino y que el mismo dispuso de rivera propia. Es decir, que la tierra árida que hoy pisamos en estos parajes nada tiene que ver con los que nos encontraríamos hace más de 5.000 años.
En la Edad del Bronce nada había cambiado desde entonces y el proceso de desertización aún no se había iniciado. Desde las alturas de Fuente Álamo se podían divisar unas tierras verdes, húmedas y mucho más productivas que las actuales. Se ha confirmado la existencia de bosques típicos del Mediterráneo que sirvieron de hábitat a especies como el ciervo, el jabalí, el conejo, etc. Obviamente, estas características naturales del terreno favorecieron el asentamiento humando en la zona. De esta forma, los pastos de estos ricos valles serán muy favorables para la actividad pastoril, tradición ganadera heredada de sus antepasados y causa de su permanencia.
Así entendemos el aprovisionamiento de aguas de estos habitantes, el cual se realizaba a través de las distintas fuentes que se localizaban a los pies de la montaña. Una de ellas ha perdurado hasta nuestros días y es la que hoy da nombre al yacimiento.
El grupo humano integrado por las familias que decidió establecerse en Fuente Álamo, tuvo que adaptarse al paisaje montañoso característico del lugar. Básicamente, se trató de una comunidad agrícola, como así lo demuestran los silos que aún perduran en la parte alta del asentamiento y que, en su momento, servirían para almacenar el excedente de la cosecha.
Nótese como en varias ocasiones nos hemos referido al concepto de familia para definir a las gentes que constituían estas comunidades. Ello se debe a que, gracias al estudio de los enterramientos más antiguos, la arqueología ha logrado demostrar que el núcleo principal de esta sociedad, en un principio, estaría basado en la misma. Los ritos funerarios de estos primeros momentos de fundación, practicados entonces en cuevas artificiales, fueron del tipo individual o familiar, pero nunca colectivos como sucediera en Los Millares.
Otro de los motivos que propiciaron el desarrollo en estos parajes serranos fue que se encontraba situado en una zona rica en cobre y plata, junto a otros metales como el plomo y el estaño. Este hecho facilitó la explotación de los recursos que proporcionaba el medio dentro de la actividad minera, crucial en la cultura argárica. Se sabe, por ejemplo, que en Fuente Álamo se extraía mineral, pero no se llevaba a cabo ningún proceso de transformación con los metales. Esta misma circunstancia se da en otros poblados estudiados en la zona, donde no se han documentado evidencias de los procesos metalúrgicos como son las herramientas para fundir o elaborar objetos de bronce, aunque sí herramientas elaboradas toscamente. Este hecho hace sospechar que el mineral extraído en las proximidades de Fuente Álamo fuera transportado hacia otro lugar que sí cumpliera la función de transformación y distribución de los productos, es decir, una ciudad principal y centralizada.
Las viviendas del grueso de la población, de construcción sencilla, se adaptaron a las condiciones del terreno, extendiéndose por las terrazas escalonadas de las faldas del cerro. Serán levantadas mediante zócalos de piedras, arcilla y madera y, en algunos de los casos, compartimentadas en diferentes habitáculos.
La cima de la montaña, fortificada, fue reservada a las estructuras comunes. Destaca la gran cisterna para la recogida de agua de lluvia, reutilizada en los tiempos de la colonización fenicia y, posteriormente, romana. También encontramos los silos circulares para el almacenamiento del grano. Pero, aparte de estas estructuras de tipo público, además destacan las viviendas de una clase dominante que poco a poco se fue imponiendo. Dos edificios macizos y rectangulares con división interna presentan sus muros reforzados en la parte alta del yacimiento.
Esta diferenciación social se hace patente en la pequeña necrópolis de urnas y cistas situada en la parte alta de la montaña donde fueron enterrados los personajes más poderosos y relevantes del asentamiento; el resto de la población practicará sus ritos funerarios dentro o fuera de las viviendas, en hoyos, cistas de piedras o tinajas. Las cistas son tumbas excavadas en el suelo y rodeadas de piedras planas a modo de cajas, cuyo ajuar variará en función del sexo y el rango social que ocupe el difunto en el poblado: copa argárica, vasijas bruñidas, joyas de oro y plata, armas de bronce, etc. Todos los enterramientos son ya individuales, lejos quedan los enterramientos colectivos a modo de tholos de Los Millares.
A modo de resumen podemos concluir que el yacimiento arqueológico de Fuente Álamo puede considerarse uno de los principales exponentes de la Cultura Argárica, hábitat que pudo prolongarse unos seiscientos años (entre 1.900 a 1.300 a.C.), aunque sus explotaciones mineras fueran posteriormente reutilizadas por los colonos fenicios y por los romanos. Con esta cultura primitiva se introduce el bronce entre sus pobladores, que no es más que la aleación del cobre y el estaño y que, por cierto, estas tierras fueron muy ricas en ambos metales.
No se han documentado evidencias de una actividad metalúrgica en el lugar, por lo que la evolución tecnológica de la cultura megalítica de Los Millares tuvo que pasar, necesariamente, por otro asentamiento que cumpliera las funciones de centralización y transformación de estos metales. Se sugiere el Argar como lugar de elaboración y distribución de los productos acabados y que Fuente Álamo, como tantos otros poblados montañosos de la zona (El Argar se encuentra situado a unos doce kilómetros al Sur de Fuente Álamo), no fuera más que un suministrador de las materias primas.
El gran número de armas halladas en el yacimiento de Fuente Álamo, así como sus monumentales defensas, dejan entrever que, aparte de ser un centro de extracción mineral, tuvo que ser también un puesto de defensa provisto de guerreros, además de agricultores y pastores. Los ajuares recuperados en su necrópolis nos indican que en el poblado existió una clara diferenciación social dentro de la evolución de la cultura argárica.
Bibliografía:
- Estudios sobre la Tumba 111 de Fuente Álamo, Almería (Hermanfrid Schubart, Volker Pingel, Manfred Kunter, Corina Liesau Von Lettow-Vorbeck, Inda Hägg)
- Excavaciones arqueológicas en la ladera Sur de Fuente Álamo: Campaña de 1999 (Volker Pingel, Hermanfrid Schubart, Oswaldo Arteaga, Anna-Maria Roos, Michael Kunts)
- Guía de enclaves arqueológicos: Los Millares. Red de espacios culturales de Andalucía.
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