Vaso del joven y el dragón. La Alcudia de Elche, Alicante
Cuando el niño nació, como todo hijo de ilicitano vinculado a la aristocracia, fue presentado ante el resto de la población. Si hubiese nacido niña, el veterano guerrero no tendría motivos para exhibir orgulloso la continuidad de su linaje.
En cuanto el pequeño tuvo la edad requerida, fue bautizado en el noble arte del combate. Le enseñaron a no retirarse jamás, a no rendirse jamás; que morir en el campo de batalla al servicio de Ilici era la mayor gloria que podía alcanzar en vida. Con cada golpe que recibiera su juvenil cuerpo, con cada derribo de la montura sobre la árida tierra, entre sangre y sudor, comprendería que los dioses lo habían escogido a él, y a otros hijos de la élite como él, para constituir los futuros cuadros de mandos de su ciudad.
Como era costumbre en Iberia, el joven fue formado en todos los aspectos asociados a la vida cotidiana: lucha, caza, doma. Se buscaba desarrollar su capacidad de supervivencia, también las habilidades y destrezas propias de las armas. No se trataba más que el equilibrio natural de una sociedad guerrera, tanto físico como ideológico.
Decidido, lejos de los límites establecidos en el territorio que lo vio nacer, el joven se adentra en el frondoso bosque para culminar su proceso de aprendizaje. Lo hace en soledad, acompañado sólo por la presencia divina, testigo de su hazaña. Sin armas ni defensas, portando una simple jabalina; no tendrá derecho a escudo ni falcata hasta cuando haya completado con éxito su formación. Viste túnica corta, sin ceñir. Ni tan siquiera ha obtenido el cinturón de prestigio; tampoco es que disponga de armas que colgar. Es una noche helada la escogida para enfrentarse a las fuerzas del mal.
El gigantesco lobo empieza a girar en torno al chico; enseña sus largas garras, afiladas como el frío metal. Desde su pelaje, negro como el azabache, las marcadas costillas denotan unas entrañas vacías provocadas por el crudo invierno. Monstruo y joven se miran intensamente, los ojos ensangrentados de la dantesca criatura no pierden el paso del que ya ha decidido convertir en su próxima víctima. Gruñe, muestra sus fauces, tiene hambre; una larga lengua asoma a través de los dientes asesinos. Es la mismísima boca del infierno.
El joven iniciado agarra con fuerza el venablo, pero no lo utiliza. En su lugar, extiende la otra mano para acercarla a la húmeda lengua del animal; busca demostrarle que no tiene miedo. Pero esa caza heroica, que ha venido a culminar, no consiste en un adiestramiento de fuerza y valor, sino de la astucia y la cautela, la paciencia y la habilidad como gran cazador que debe convertirse el futuro guerrero.
El lobo olfatea, saborea el olor del inminente bocado. Gruñe la bestia, respondiendo al gesto desafiante del muchacho con bocados al aire entrechocando sus afilados dientes.
No le sobrecoge el temor, simplemente es más consciente de todo cuanto le rodea. Siente frío en sus pulmones, aunque la respiración es tranquila, sosegada. Los árboles, que mecidos por el aire helado, se estrechan contra la apremiante noche; sus largos cabellos, ideal de belleza y juventud del íbero iniciado, se agitan libremente tras su espalda empujados por el fuerte viento.
Nuevos aullidos desgarradores bajo la luna llena. Pero su pulso es firme, su forma física… perfecta. El lobo, ante el intento de ejecutar su primer bocado, cae abatido por la jabalina.
Y así es como el joven, abandonando Ilici siendo un niño, regresa como héroe mostrando entre sus manos la lengua del animal, testimonio de la victoria. La fama de su acción se transmitirá de boca en boca; quedará impresa sobre la superficie de un vaso de buena factura que, después de su encargo y peregrinaje festivo hacia la cueva, será depositado ante los dioses como prueba del acto, como ofrenda, como recuerdo gráfico para las generaciones venideras.
Nota: El contenido del presente artículo no es más que una simple adaptación de las interpretaciones realizadas sobre la gran vasija conocida como ‘Joven y el dragón’, expuesto en el Centro de Interpretación la Alcudia de Elche, (Alicante, Valencia) utilizando parte del guion de una película muy popular. Seguro que esta última la conoces.
Bibliografía:
- El imaginario del joven en la cultura ibérica (Teresa Chapa y Ricardo Olmos)
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