Se desconocen qué motivos reales pudieron llevar a los habitantes de Singilis y alrededores al definitivo abandono de su balneum. Entonces, ¿cuáles serían las causas para no querer (o no poder) reconstruir la parte del balneario público arrasado por la fuerza de las aguas? Seguimos contando la historia de la villa romana de Fuente Álamo (Puente Genil, Córdoba)
Puede que no fueran estas fuertes e intensas corrientes fluviales las primeras que se produjeran en la zona y, por miedo a un nuevo ataque de la ira de sus dioses, la población hispanorromana desistiese en la reconstrucción de las instalaciones afectadas. Si esto fuera así, con anterioridad tuvo que ocurrir algo en la vida de estos moradores para llegar a temer por un castigo divino tan severo.
O puede que, simplemente, coincidiera el abandono del balneario con un cambio en las estructuras sociales del lugar y lo que se plantease, en realidad, fuera una cuestión meramente económica.
El caso es que, sea por un motivo o por otro, casi cien años después que las aguas del arroyo destruyeran parte de la arquitectura anterior, un propietario rico y acomodado, con muchas posibilidades de que perteneciera al estamento militar, decidiera edificar un fundus romano sobre sus restos aun visibles. Fue esta una adquisición de tierras que, probablemente, otorgarían al nuevo propietario mayor poder y prestigio social del que ya sustentaba.
Será en el siglo III d.C., donde antes existía un balneario para el disfrute de la comunidad hispanorromana asentada en las proximidades del Singilis, cuando se levante una edificación rural dedicada a la explotación de los recursos agrícolas y, a la par, al bienestar y comodidad de sus nuevos inquilinos. Este fundus alcanzará su máximo apogeo a finales del siglo IV y principios del siglo V d.C, momento a partir del cual quede deshabitado.
Se concibió la idea del fundus no como una simple villae de descanso para el dominus y su familia, sino como todo un conjunto urbanístico donde la residencia señorial se encontrara integrada en el mismo contexto que la pars rustica y la pars frumentaria. El arroyo volvería a ser centro y parte de este proyecto tan ambicioso y en los alrededores de la nueva villa surgirá un asentamiento habitado por la mano de obra encargada de la explotación de sus tierras.
El nuevo propietario encargará la construcción de la majestuosa villa a un eminente arquitecto. Ignoramos si, con el cambio de titularidad de los terrenos, el dominus pidió previamente consejo al arquitecto para plantear la posibilidad de levantar un edificio en estos terrenos tan sumamente ricos o, por el contrario, adquirió los terrenos y, posteriormente, delegó la seguridad de la futura villae a uno de los mejores constructores del momento. La cuestión es que el arquitecto se debía de enfrentar a la amenaza que constituía el arroyo, motivo de la desaparición del balneum, si quería culminar con éxito la obra propuesta. Está claro que no debió tratarse de un constructor cualquiera.
De los restos de la villa estudiados hasta el momento, lo que sí se ha podido constatar ha sido que este constructor era perfecto conocedor de las teorías promulgadas por los agrónomos latinos Catón, Varrón y Columela. Dichos pensadores orientaban, a través de sus escritos, cómo los propietarios latinos debían llevar a cabo sus inversiones agrarias y qué aspectos tenían que tener en cuenta para su correcta explotación.
La ubicación de los terrenos de Fuente Álamo era perfecta según Columela y el resto de autores. Como ya conocemos de la época del balneario (pulsa aquí si aún no la conoces), la futura villae, junto a las dependencias destinadas a la producción agrícola, no quedaba situada en las cercanías de ninguna vía principal. Sí, en cambio, en un punto equidistante entre varios núcleos urbanos de relativa importancia y de fácil comunicación terrestre. Por otro lado, la existencia del arroyo también permitiría una comunicación directa, vía fluvial, para el comercio. Tanto al dominus en sus desplazamientos a la urbe, como a los agentes comerciales implicados, les sería fácil su acceso. Además, la existencia de abundante agua aseguraba su abastecimiento a la villa y a los espacios de producción.
La climatología y riqueza de sus tierras eran factores determinantes que hacían de estos terrenos un lugar idóneo donde construir una producción vinaria u oleica de gran envergadura.
Debido a estas dos cuestiones planteadas resulta lógico suponer que el dominus se dejara aconsejar por el constructor a la hora de adquirir dichas tierras. La decisión de la compra no fue, por tanto, fruto del mero azar y sería todo un reto para el arquitecto desafiar a las fuerzas de la Naturaleza.
La planta de la villae se construye vinculada nuevamente al arroyo y a su dependencia acuífera, por lo que resultaba crucial alejarse del peligro que suponían las corrientes fluviales. Se decide adaptar la nueva edificación a la topografía que presentaba el propio terreno, separándose, crucialmente, del curso del río. Tampoco se ejecuta la obra en función de sus orillas, tal y como se realizara en la etapa anterior; los muros más próximos al arroyo cumplirán una doble función: actuarán como cierre del edificio y, además, como contenedor de las aguas. Este fue el motivo por el que se decidiera levantarlos con el doble de anchura.
Por otra parte, se trató de prevenir las futuras avenidas construyendo, aguas arriba, dos embalses que cumplirían la función de lago artificial con objeto de controlar posibles inundaciones. En consecuencia, con este ingenio se aseguraban un caudal mínimo en época de sequía, cuando el río alcanzara sus niveles más bajos.
En algunos casos la villae se levantará aprovechando las estructuras anteriores, realizando un simple cambio de orientación en función de las estructuras del balneum. En otros, se extenderán sus límites a nuevos espacios para los cuales se reutilizan los propios escombros del balneario afectados en la antigua destrucción y ya inservibles. La idea consistía en buscar una nivelación del terreno lo más propicia posible.
En conclusión, el arroyo seguirá siendo el centro de toda la construcción, encuadrado a lo largo de dos pasillos paralelos a ambos lados del afluente y unidos entre sí mediante un tercer pasillo puente. Se construirá un pasillo en el margen izquierdo del arroyo, donde antes quedaban ubicadas las piscinas de verano, que darán paso a la residencia de invierno. Y al otro lado del río, donde se hallaban las piscinas de invierno, un palacete para el disfrute en época veraniega.
Hacia mediados del siglo III quedará levantado todo el módulo norte y probablemente también el sur. Una villa de grandes dimensiones, pero exenta de cualquier lujo en sus pavimentos a excepción del mitreum (de aquí la hipótesis que el comprador y nuevo dominus fuera o hubiese sido, realmente, un importante militar) A finales del siglo IV o principios del siglo V d.C. se llevará a cabo una remodelación general, coincidiendo con la estancia de un nuevo propietario. Será justamente en este último periodo cuando se pavimenten sus suelos, con bellos mosaicos, desgastados por el uso.
Notas:
Sobre la elección del emplazamiento idóneo, autores como Columela, Catón y Varrón aconsejaban estudiar previamente el terreno antes de adquirirlos e iniciar en ellos cualquier proceso de explotación agrícola. La climatología era fundamental si se buscaba un lugar con temperatura agradable, además de buena iluminación y secado. Este futuro propietario debía conocer, sin lugar a dudas, la calidad de las tierras que tenía previsto adquirir, puesto que el objetivo era obtener de ellas la mayor rentabilidad posible. Debía de experimentar tanto con los campos fértiles, como con los menos favorecidos.
La presencia de agua y la buena comunicación del lugar también eran factores determinantes; no sólo consistía en adquirir un buen suelo. La cantidad de agua para el correcto riego de las tierras y el suministro de la vivienda eran cuestiones fundamentales a la hora de obtener beneficios. Es más, con el agua se conseguía suavizar cuantitativamente las temperaturas.
La existencia de agua era un requisito primordial, anterior a la propia construcción de la vivienda. La cercanía de cualquier flujo acuífero, fuera mar o río navegable, ofrecía otras ventajas como una buena comunicación y facilidad en el transporte de mercancías, cualidades estas que siempre revertían directamente en las actividades de la villa.
En definitiva, la villa debía ubicarse en un lugar que reuniera unas características determinadas acordes siempre con sus funciones.
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