Un poblado de la Edad del Cobre
En el sector central de la muralla exterior se sitúa la monumental puerta principal de acceso al poblado, un paso flanqueado por enormes bastiones. La entrada, pensada inicialmente como simple vano de gran anchura, se fue estrechando paulatinamente hasta convertirse en una estructura mucho más compleja.
Avanzado el tiempo, se construyó delante de la misma una gran barbacana cuyos muros quedaron atravesados por estrechas aspilleras que permitieron a sus defensores dominar visualmente un entorno amenazado por otras tribus hostiles.
Estos huecos adaptados en la muralla funcionaron también como saeteras debido a la escasa distancia que se encuentran con respecto a la superficie del terreno. Es a partir de estos momentos cuando este poblado de la Edad del Cobre se prepara defensivamente, medidas necesarias por los continuos ataques que sufre a lo largo de su existencia.
Los Millares, un paisaje que hace más de cinco mil años se encontraba cubierto por bosques de encinas y pinos y que, incluso, llegóa a disponer de rivera propia por donde navegaban las embarcaciones comerciales venidas desde la costa. En la actualidad, la tierra que pisamos es árida, carente de vida, la misma que la de cualquier otro desierto.
En nuestro recorrido hacia el poblado lo primero que encontraremos serán los restos de algunos tholos (sepulturas) abiertos, situados a extramuros de la primera línea de muralla. Nos encontraremos cruzando la ciudad de los ‘no vivos’ de esta cultura.
En realidad lo hemos ido haciendo a lo largo del camino ya recorrido, pero sin habernos percatado de su presencia. A primera vista parecían simples montículos dispersos en el paisaje que creíamos formaban parte del entorno natural, pero con la primera tumba abierta entenderemos cuál fue la realidad de su historia y el verdadero sentido.
Apartado del yacimiento, tomando un sendero que se dirige hacia la izquierda nada más salir del Centro de Interpretación, llegaremos a la recreación de cómo sería la necrópolis del poblado ubicada extramuros. Bastante bien conseguida, el visitante podrá disponer de una mayor percepción y entendimiento de cómo era el urbanismo de este núcleo humano.
Básicamente, el poblado de Los Millares quedaba definido por tres líneas de murallas dispuestas de forma concéntrica. En su exterior, y de forma independiente, se levantó la ciudadela, la cuarta fortificación. Por otro lado y repartidos por el territorio dependiente, a modo de avanzadilla, el asentamiento contaba con un conjunto de fortines situados estratégicamente. La sensación que tendremos será que todas estas medidas adoptadas resultarían escasas en su obsesión por defenderse.
Atravesada la necrópolis llegaremos a la primera línea de muralla. Su construcción vendrá condicionada por el crecimiento de la población y la consiguiente ampliación del asentamiento. Las viviendas levantadas en un principio extramuros de la ciudad habían dejado de ser seguras y fue necesario la protección de sus habitantes.
Desde su interior, el acceso al recinto central quedó protegido por un extenso pasillo que se internaba hacia el poblado. En el espacio anejo, junto a la muralla, se han podido localizar zócalos de planta circular y pequeñas dimensiones correspondientes a varias viviendas adosadas a la espalda del muro.
La puerta secundaria daba acceso a un recinto diseñado como pequeña barbacana, con entradas laterales, extendiéndose también a modo de pasillo y prologándose hacia el interior del poblado. Su aspecto es muy similar al que encontraremos en la puerta principal.
En el centro mismo de la vaguada, espacio donde se abre la puerta, se construyeron estructuras destinadas a proteger la muralla de los efectos torrenciales que pudieron producirse. En este sentido, se han constatado la presencia de varios drenajes consistentes en pequeños vanos cuadrangulares. Por otro lado, paralelo a la muralla y al exterior de la misma, se dispuso un muro de contención para las aguas que estuvo sometido a continuas reparaciones. Entre el muro y muralla han sido documentados una serie de gaviones, elaborados con cantos rodados, que fueron empleados para impedir la erosión lateral y canalizar el flujo de agua a los drenajes.
En el sector Norte aparecieron alternancias de torres – abiertas al interior por una puerta situada en una antecámara de la muralla – y bastiones adosados a su paramento externo y sin acceso reconocido. Realmente, la muralla fue diseñada con dos paramentos de mampostería que descansaban sobre una hilera de grandes losas hincadas verticalmente. Su interior fue rellenado con capas superpuestas de cascajo y barro.
Cubriendo el recorrido de la primera línea de muralla, de norte a sur, iremos descubriendo una serie de bastiones y torres que fueron alternándose a intervalos regulares. Ahora bien, lo que más impacta en este punto del recorrido es, sin lugar a dudas, la puerta principal situada en el tramo central y desde donde se abría un extenso pasillo que daba acceso al interior del poblado.
Observando la complejidad de la obra y entendiendo la obsesión por defender y mantener protegida a su población, irremediablemente cabe deducir los frecuentes ataques que pudieron sufrir estos habitantes por parte de otras tribus invasoras.
Pero, ¿cómo vivían?, ¿cuáles fueron sus costumbres? Ya hemos señalado que la construcción de la primera línea de muralla vino motivada por una ampliación necesaria del espacio ocupado. Traspasado el pasillo de la puerta principal, todo el entorno protegido lo constituían viviendas circulares levantadas con paredes de barro y zócalos de mampostería. Posiblemente las cubiertas de estas casas fueran cónicas, cubiertas de cañizo embarrado y sostenidas con postes de madera.
Las viviendas de estos habitantes no contaban con estancias independientes, por lo que el interior de las mismas obligaba a una estricta organización funcional. Es decir, los espacios debían quedar perfectamente definidos para ubicar sus moliendas, hornillos de comida, la acumulación de cerámica y, por supuesto, la zona de descanso..
La caza de animales salvajes como el zorro, lince, jabalí, ciervo, etc., no formaba parte de su dieta común, aunque sí fueron consumidas sus carnes. Eso sí, estas presas realmente sirvieron para la obtención de pieles y elaboración de objetos y adornos.
En cambio, sí se dedicaron a la cría de ganado como eran las ovejas, cabras, terneros o bueyes. De ellos se aprovechaban sus pieles, leche y carne, siendo los vacunos, fundamentalmente jóvenes, imprescindibles para las tareas de arado de la tierra y el transporte de los materiales pesados. Una vez el animal se hacía adulto, era utilizado en los sacrificios.
Otra actividad fundamental era la dedicada al cultivo de cebada y trigo, además de la recogida de frutos silvestres como fue la aceituna, uva y bellota que les proporcionaba la vegetación circundante.
En lo relativo al ámbito funerario, como bien hemos comentado, la necrópolis definida como del Grupo Norte quedaba situada al norte de la muralla I. Estos tholos son un tipo de sepulturas basadas en corredor o pasillo y dispuestas en forma de cámara circular. Algunas de ellas presentan, incluso, una especie de vestíbulos que fueron reaprovechados en las inhumaciones practicadas.
En esta serie de tumbas se han hallado ajuares funerarios como son piezas fabricadas en marfil, huevos de avestruz, útiles de cobre, vasijas decoradas, etc. Una disposición elementos funerarios que quedaban esparcidos en el interior de la sepultura.
Debido a la ya mencionada ampliación del asentamiento, aquellas tumbas levantadas extramuros en un principio, finalmente quedaron integradas en el espacio urbano delimitado por la línea de muralla 1. Por tanto, y exclusivamente en este caso, no podríamos hablar de necrópolis en su sentido más estricto. Este sería el caso de la tumba número 17, la cual encontraremos reconstruida y visitable.
La tumba número 17 es el prototipo de sepultura en el territorio de Los Millares de la Edad de Cobre. Se presenta como una cubierta con falsa cúpula, de cámara circular y zócalos de lajas de piedras. Su corredor de acceso queda subdividido en tres tramos por puertas abiertas fabricadas con losas de pizarra. El túmulo de tierra que lo define se delimita por varios anillos concéntricos de mampostería y lajas hincadas en tierra.
Las tumbas de los Millares son todas de carácter colectivo, pero la práctica de inhumación no se realizó de manera indiscriminada. Cabe pensar que existió cierta jerarquización social a la hora de dar sepultura a sus difuntos.
En el primer escalafón estaban los tholos destinados al enterramiento de aquellos individuos que constituían las clases sociales más elevadas, los grupos influyentes. Junto al cuerpo de sus difuntos se depositaban una serie de objetos que eran considerados de gran calidad como fueron la cerámica decorada con simbología, figurillas elaboradas en marfil e ídolos.
También se depositaban alrededor del cuerpo aquellos enseres de tipo militar como armas metálicas, puñales, puntas de flechas, etc. En definitiva, todo objeto relacionado con cierto prestigio y diferenciación.
La despedida a este grupo de miembros tribales se solía realizar con banquetes rituales, llevando a cabo ofrendas a los mismos difuntos. Estas ceremonias fueron practicaban en espacios cerrados y bajo la presencia de betilos pétreos.
A continuación estaban los tholos utilizados para otro grupo de población que, aun no formando parte de su clase más alta, sí debieron poseer gran influencia en la colectividad. Entre estos podrían estar los guerreros, a los cuales se les despedía con objetos metálicos, armas y betilos.
Por último estaban las sepulturas que denotan un carácter inferior en la jerarquía social, pero que, tratándose de miembros del poblado, eran enterrados en tumbas próximas al de los dos grupos anteriores. Por supuesto, sus ajuares no eran de tanta importancia.
Siguiendo nuestro recorrido encontraremos la segunda línea de muralla del poblado Los Millares, la cual cerraría lo que llegó a ser su meseta central. Resulta un tanto curioso, pero este lienzo murario se mantuvo en uso durante toda la ocupación, sufriendo continuas reformas a lo largo de toda su vida.
Este medio defensivo contaba con un profundo foso inmediato a ella y su acceso se realizaba a través de una puerta. Se levantaron torres circulares que la flanqueaban y un estrecho pasillo que daba paso al interior. Por supuesto que sobre esta muralla también se adosaron viviendas.
En cambio, la tercera línea de muralla perduró poco en el tiempo. Su obra, en comparación con las dos anteriores, fue de orden mucho más sencillo. En la parte central de este espacio fortificado ha aparecido, lo que parece ser, un gran edificio de planta rectangular, patio central y estancias adosadas a su muro. Aunque aún se encuentra en fase de estudio, todo apunta a que se tratara de una construcción de uso público.
Aparte del gran edificio rectangular, se han documentado viviendas de pequeñas dimensiones. Pero lo que más llamativo de este sector es un taller metalúrgico, el mejor conservado de Los Millares. Su construcción fue realizada en mampostería, de una calidad mucho más duradera que la utilizada en las cabañas. La ausencia de agujeros en el suelo para la colocación de postes sugiere que este edificio siempre permaneció a cielo abierto.
En el interior del taller han aparecido los restos de una fosa, un horno delimitado por un anillo de barro cocido con un pequeño hueco donde se disponían las vasijas-hornos con las que calentar el metal y una pequeña estructura de lajas de pizarra en una de sus esquinas. (Añadir que el día de nuestra visita, tanto la fosa como el horno, se encontraban cubiertos. Este es el motivo por el que no aparecen en la imagen utilizada)
Esta cultura transformaba las piezas de mineral en dos fases bien diferenciadas. Por un lado, y a pie de mina, depositaban las piezas en hoyos, hornos de barro o en las vasijas-horno, las cuales permitían extraer con facilidad el metal rompiendo la pieza de cerámica.
A continuación, se llevaba a cabo la fundición propiamente dicha. Esta se realizaba en los talleres o espacios especializados mediante vasijas-hornos o crisoles. Una vez fundido el metal, el resultado se vertía en el interior de un molde. Finalmente, para obtener la forma deseada, se procedía el martilleo de la misma.
Una cuarta muralla bordea la meseta más extrema del espolón sobre el que se sitúa el poblado. Tras las excavaciones y estudios llevados a cabo, se ha determinado la existencia de una posible ciudadela fortificada de planta, aproximadamente, cuadrangular.
Este recinto permaneció defendido por una muralla de gran envergadura y complejidad a lo largo de toda la ocupación del asentamiento. La muralla ofrece un pasillo de acceso al interior del recinto, enmarcado por dos lienzos que conservan una altura original próxima a los 4 metros.
En el interior de la ciudadela es donde se ha documentado la secuencia más amplia de poblamiento de todo el yacimiento, abarcando, aproximadamente, un periodo desde el 3200 a.C. hasta el 2250 a.C. En la cabaña aquí excavada se ha detectado una producción masiva de cerámica de estilo Campaniforme durante el Cobre Tardío.
La fundación del gran poblado fortificado de Los Millares vendrá a producirse en el período del Cobre Antiguo (3400 – 3000 a.C.) y perdurará hasta el que ha venido a definirse como Cobre Final (2400 – 2200 a.C.), momento en el que se detecta un incremento de la violencia en las relaciones sociales. Esta situación dará paso a un descenso sustancial de los niveles demográficos y en este último periodo es donde debemos ubicar el abandono definitivo de Los Millares.
Conflictos entre las distintas tribus y desastres naturales serán los motivos principales para el despoblamiento del asentamiento y el final de una cultura. Se produce un desplazamiento humano a la búsqueda de nuevos hábitat, iniciándose, de esta forma, la denominada Cultura de El Argar.
Autor: Javier Nero.
Enlaces de interés:
- Este ha sido, de forma muy resumida, un paseo por la cultura de la Edad del Cobre y el poblado fortificado del Yacimiento Arqueológico de Los Millares en Almería. Para los interesados en visitar el álbum completo de este fantástico yacimiento, puede pulsar aquí.
Enlaces externos de interés:
- Esperanza Varoblog: Los Millares, Calcolítico.
- Caminando por la Historia: Los Millares, el nacimiento de una nueva sociedad hace más de 5000 años.
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