Gorafe, Granada
Amanece un nuevo día y la vida continúa en el poblado Neolítico. Protegidos por el abrigo que proporciona el bosque de encinas donde se asienta esta comunidad, de sus cabañas empiezan a salir los primeros miembros de la tribu.
En su mayoría son sus viviendas de planta circular, levantadas en adobe y provistas de bloques pétreos en las bases; las techumbres están fabricadas mediante vegetación seca que cubren toda su parte superior. Las hay también de planta cuadrada, más espaciosas que las anteriores y con estancias dedicadas al aprovisionamiento de comida. Estas últimas quedan ocupadas por los patriarcas, los miembros del clan más longevos y a los que el resto de habitantes rinden respeto y acuden a ellos para solicitarles consejo y sabiduría.
En las paredes de las cabañas cuelgan pieles secas de animales y se esparcen las ramas secas por el suelo. Como decíamos, amanece un nuevo día en el poblado.
Los que primero inician una nueva jornada son aquellos que tienen encomendadas las tareas consideradas por la comunidad como menores, es decir, las mujeres y niños de corta edad encargados de la recogida de grano, aprovisionamiento de aguas, encendido de hogares, etc. En el interior de las viviendas aún descansan los cazadores, los hombres en edad de combatir. Sólo los dedicados a las labores de pastoreo se hayan fuera del asentamiento, arriba en la alta montaña, pendientes del final de temporada para su regreso.
Recordemos que la noche anterior se había dado sepultura a un joven. Una vez que los habitantes del valle regresaron de la necrópolis, estos le dedicaron sus últimas ofrendas y oraciones frente a las llamas de la gran hoguera.
Entre el colectivo más madrugador se encuentra la propia madre del joven fallecido. Bajo su brazo porta un enorme cesto elaborado con esparto que empleará para la recolección de grano de cebada silvestre. Con su actitud firme quiere demostrar, ante el resto de la comunidad, la normalidad del día a día. Sabe que su hijo, del que ayer se despidió, se encuentra en muy buenas manos. Además, le reconforta el haber orado toda la noche y pensar que las divinidades protegerán el espíritu del muchacho en su nueva vida.
O por lo menos así lo percibía otro habitante del poblado; un niño de corta edad con pelo enmarañado, piel morena y vestido con pequeñas pieles y sandalias fabricadas también con las mismas fibras de planta silvestre como las del canasto de la mujer.
Mientras esperaba calentar la piedra del hogar exterior, observaba como la mujer marchaba por el patio central del asentamiento, espacio comunitario que articula la distribución desorganizada del poblado, y se alejaba con paso seguro, fuera de la arbolada, hacia sus tareas diarias.
Trasladada la piedra de cocinar al interior de la cabaña, el pequeño se dispuso, como todas las mañanas, a marchar hacia la orilla del río para la recogida de agua. Con mucha precaución, de la vivienda con forma circular tomó una vieja vasija de barro fabricada a mano.
Hoy, especialmente, era un día importante para él. Esperaba la inminente llegada de su hermano mayor. Este había partido al territorio de montañas, hace ya bastantes lunas, con parte del rebaño encomendado por el poblado.
En realidad no se trataba de un hermano de sangre, sino que fue recogido por su progenitor siendo niño y convivía con la familia en calidad de acogido. Era esta la principal razón por el que los patriarcas del clan no le habían asignado la condición de cazador, aunque era el que mejor estaba preparado; o por lo menos así lo pensaba el pequeño.
Tal y como sucedía en estos casos, una vez que su hermano alcanzó la edad conveniente, fue llevado en presencia del concilio de sabios. Tras deliberar sobre su futuro, los miembros de la asamblea habían concluido que para quedarse en el poblado, tendrían que dedicarse a las labores de pastoreo; en caso contrario debería partir hacia otro asentamiento o territorio. Por su parte, y debido al gran arraigo contraído con la familia de acogida, obedeció al consejo sin objeción alguna.
<< Volver a la ruta Llano de Olivares / Continuar ruta >>
Todos los derechos reservados