Caía la tarde en las inmediaciones del bosque cuando la comitiva fúnebre se aproximaba hacia la sepultura familiar situada en el exterior, justo en los límites de la zona norte donde se levantaba la necrópolis. Sobre sus hombros, apoyado en una especie de camilla fabricada en vasta madera, transportaban el cuerpo sin vida del joven. El cortejo lo precedía el viejo chamán purificando todo el camino hasta llegar al sepulcro. Tras él, otros miembros del clan, la propia madre y los hermanos mayores del recién fallecido quien tan sólo contaba con quince primaveras en el día de su muerte.
En las jornadas anteriores, miembros del poblado vecino, asentados en las proximidades del río que transcurre próximo a la ladera baja, vinieron a reclamar ayuda. De un tiempo para este, algunos cazadores procedentes más allá de las tierras, que ni si siquiera los ojos alcanzan a distinguir, habían estado traspasando su territorio. Lo que en un principio sólo era un hecho aislado, desde hacía varias lunas se había convertido en continuas incursiones de caza sobre los espacios delimitados mediante la frontera marcada a través de las construcciones fúnebres.
Esta situación había dado lugar a que el jefe del clan vecino enviase emisarios para tratar el problema con el líder del poblado situado en la parte alta de la montaña. Al fin y al cabo, esta comunidad también se beneficiaba de las presas que se cazaban en las proximidades al río. Ese fue el motivo por el que los miembros del clan, junto con las tribus de alrededor, recorriesen el territorio para enfrentarse con aquellos que robaban su sustento y sus pieles.
Desde la distancia ya se podían apreciar los anillos de piedra que rodeaban al túmulo de tierra que pertenecía a la familia del fallecido. Varios de la comitiva se adelantaron a la carrera para retirar las lajas verticales con la que sellaban el acceso al interior e impedían su entrada a las alimañas.
A los pies del sepulcro, el viejo chamán, apoyándose sobre sus rodillas, se introdujo en el interior a través del hueco que quedaba orientado a la salida del astro sol. Traspasado el umbral y corredor, llegó hasta la cámara para comprobar la amplitud existente y dar conformidad al espacio disponible para acomodar al cadáver.
Realizada la comprobación previa y necesaria, salió el hechicero nuevamente al exterior para dar paso a la madre del difunto. La mujer accedió al interior de la tumba para despejar su cámara y recoger los restos de los enterramientos anteriores. Sobre su regazo, se reservó los cráneos de los familiares fallecidos con anterioridad, entre ellos el de su marido.
Los hombres, junto con los menores en edad de luchar, atravesaron las tierras montañosas durante varias jornadas. Iban armados con hachas, arcos y lanzas. Llegaron a las cercanías de un arroyo cuyas aguas, a diferencia de las suyas, desprendían un calor inusual. Era como si los dioses malignos protegiesen el lugar junto a las tribus que allí se asentaban.
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Me encanta! Te transporta a esa época y te hace enternder mejor sus rituales y su vida cotidiana.
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Vamos a ver si lo conseguimos.
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