La leyenda de la fuente del elefante

Cuando unos hechos que sucedieron durante la conquista romana de Hispania son narrados en el periodo andalusí, irremediablemente su historia acabará llegando hasta nuestros días envuelta en un halo de leyenda. Este es el caso del cuento la Fuente del Elefante.

Antes de pasar a relatar esta preciosa historia, la cual salió a la luz gracias a la obra Leyendas de Medina Azahara del autor Manuel Pimentel, es de recibo que, previamente, pongamos sobre la mesa aquellos otros prolegómenos de los que pudieron derivar tales sucesos. Pero permítanme la licencia de pasar a contarlos sin ese adorno de tintes fantásticos que tanto caracterizan a este tipo de relatos, siguiendo la senda de otros artículos de nuestro blog.

ACUEDUCTO

Acueducto en las inmediaciones de la Fuente del Elefante. Este manantial debe su nombre a la escultura de piedra de un elefante de época califal que presidía este lugar, cuyo original se encuentra actualmente en el Museo Diocesano de Córdoba.

Año 142 a.C., por mandato del Senado romano y ejerciendo su cargo como nuevo cónsul en Hispania, Quinto Fabio Máximus llegará a estas tierras con el firme propósito de acabar con las insurrecciones íberas que habían dado lugar en los últimos tiempos. Al mando de dos legiones, junto a los hombres acantonados en el castrum hiberna de Corduba, penetrará en suelo lusitano para enfrentarse con los hispanos acaudillados por Viriato. Para este firme cometido reclamará el apoyo de aquellos líderes nativos aliados de Roma. Junto a ellos, despachará misivas al rey de los númidas, Micipsa, solicitando el envío de un contingente de jinetes norteafricanos además de un número suficiente de elefantes de guerra. Al poco de controlar las legiones el insurrecto oppidum de Tucci, ante sus puertas se presentaron trescientos jinetes númidas acompañados de diez robustos y letales paquidermos. (Para conocer más sobre esta historia, os recomiendo leer el artículo Yo soñé con Viriato)

Sofocadas las revueltas y pacificadas estas tierras, Roma no sabrá qué hacer con aquellos animales. Sin pretenderlo, se habían convertido en un verdadero lastre.

ACUEDUCTO

Acueducto en las inmediaciones de la Fuente del Elefante. Esta fuente formaba parte de una mansión de recreo de los califas cordobeses, quedando todavía restos de las construcciones hidráulicas.

Nuestra historia comienza cuando el alarife cordobés Maslama ben Abdallah recibiera el encargo de construir el complejo palatino más impresionante de todo occidente de manos del propio príncipe al-Hakam II, primogénito del autoproclamado califa de al-Andalus Abderramán III. Según cuenta la leyenda, se encontraba el maestro de obras recorriendo la sierra de la Qurtuba califal a la búsqueda de nuevos recursos con los que erigir tan magna construcción, cuando, sobre una cerca donde emanaba un chorro de agua, advirtió la presencia de un anciano sentado apaciblemente. Maslama lo desconocía, pero era el agua que los romanos habían sabido conducir siglos atrás a través del Aqua ‘Vetus’ Augusta para abastecer las fuentes y los ornamentos de las zonas públicas de la ciudad (pulsa aquí para conocer las fuentes de las que hablamos).

Con exquisita cortesía y suma amabilidad, no tardaría nuestro arquitecto en entablar conversación con el lugareño en este precioso, aunque solitario paraje natural. Interesado como estaba por el ingente brote acuífero que del lugar emanaba, quiso saciar su curiosidad preguntándole por el origen del mismo. Sería el anciano, sentado sobre el muro de ladrillos, quien le desvelara aquella historia que la gente apenas conocía.

RESTOS ORIGINALES DE LA FUENTE

Restos originales de la fuente. Los romanos construyeron el acueducto de Valdepuentes (Aqua Vetus Augusta) para llevar el agua desde la Fuente del Elefante y el Arroyo Bejarano hasta la ciudad de Corduva.

Se cuenta que cuando los romanos dieron por concluidas sus contiendas en estas tierras, no supieron qué hacer con aquellos elefantes de guerra que habían solicitado al rey norteafricano como apoyo. Su mantenimiento se había convertido en un verdadero quebradero de cabeza para sus generales, pues en la ciudad no existía cuadra ni establo tan amplios para resguardarlos, ni alimento suficiente para mantenerlos. La primera opción que se barajó resultaba la más práctica, aunque, todo hay que decirlo, también la más drástica. Si los animales no eran útiles para los romanos, lo mejor sería sacrificarlos.

Finalmente se decidió traer a los diez elefantes a esta parte de la sierra donde nos encontramos. Aquí, bajo un amplísimo cercado, tendrían todo el pasto que precisaran de estos ricos valles. Parece que la solución satisfacía a todas las partes – apostilló el anciano.

FUENTE DEL ELEFANTE

Fuente del Elefante. Próximo a Santa María de Trasierra y los Baños de la Popea, Córdoba.

Pero pronto volverían los problemas. Al poco de su traslado a la sierra, hubo escasez de lluvia en nuestra tierra. La fresca hierba del valle comenzaba a secarse y el agua del arroyo, donde saciaban su sed los elefantes, había dejado de correr. Los soldados encargados del cuidado de estos animales, preocupados y sin una solución práctica en sus manos, se vieron obligados a trasladar estas dificultades a su centurión. Este, cansado de todos los problemas que le ocasionaban los viejos elefantes de guerra, terminó por ordenar que los sacrificaran.

Nerviosos por la falta de agua y antes de que los soldados llegaran para cumplir debidamente con las instrucciones de su centurión, a pesar del apego y cariño que ya tenían con ellos, los animales rompieron el cercado que los retenía y escaparon desesperados a la búsqueda de agua en este entorno.

Uno de los machos, enorme y de colmillos afilados, cabalgó hasta este mismo descampado donde hoy, tú y yo, conversamos amigablemente. – señalaba el anciano con su dedo a Maslama mientras continuaba relatando la historia. – Abatido por el esfuerzo realizado en su larga y desesperada huida, sediento también como estaba, el animal se dejó caer en aplomo justamente sobre estas rocas, partiéndolas por su propio peso. De repente, del suelo empezó a manar agua, no tardando en brotar este espléndido caño a presión del que hoy disfrutamos.”.

FUENTE DEL ELEFANTE

Fuente del Elefante. Posteriormente los musulmanes reutilizaron este acueducto para abastecer de agua a la ciudad de Medina Azahara.

Maslama observaba atónito el chorro de agua fresca que allí regaba la tierra sin perder de vista, incrédulo, el semblante serio del anciano al que, desde la comisura de sus arrugados labios, se le intuía cierta satisfacción. Quiso el lugareño, sentado siempre sobre la cerca, continuar con el relato:

Al parecer, este rico venero no había sido descubierto por los romanos cuando decidieron construir su gran acueducto y conducir las aguas de la sierra hasta la misma Qurtuba. Rápidamente los soldados corrieron a informar a su centurión sobre la rica fuente que los elefantes habían encontrado. Quiso comprobarlo personalmente y decidió acudir al lugar sin compañía alguna, verlo con sus propios ojos. Allí, tumbado sobre la roca, se encontraba el elefante empapado por el gran caño de agua que brotaba. El animal lo miraba entristecido.

FUENTE DEL ELEFANTE

Fuente del Elefante.

Arrepentido por la orden que había dado a sus subordinados horas antes, el centurión, sin perder su mirada, buscó acercarse hasta donde quedaba desplomado el animal, con la mala fortuna de resbalar y caer al agua golpeándose la cabeza con la misma roca.

Realizando un descomunal esfuerzo, el elefante logró levantarse y aproximarse donde yacía inconsciente el romano, sumergido boca abajo como estaba en la pequeña laguna que se había formado. Con su enorme trompa logró sacarlo y llevarlo a un lugar seco y seguro. Minutos más tardes, al recobrar el conocimiento el centurión, pudo contemplar al gran elefante pastando tranquilamente cerca de él. Posiblemente no lo oyera, ni tampoco entendiera – aunque puede que sí -, cuando el militar arrepentido pidiera perdón al animal.

Nunca más fueron requeridos los elefantes para el combate y el centurión, personalmente, se encargó de que no les faltara nada hasta el final de sus días. Poco a poco fueron muriendo los animales, quedando únicamente aquel macho que le había salvado la vida. Se cuenta que el militar, ya envejecido, continuaba visitando al elefante en la sierra y la gente del lugar asegurar haberlos visto paseando en solitario por estas fértiles praderas. Ambos murieron con pocos días de diferencia. Es por este motivo que, desde aquellos tiempos lejanos, los pastores que hasta aquí traen a sus rebaños conocen este lugar como la Fuente del Elefante.”.

BAÑOS DE LA POPEA

Baños de la Popea. La fuente se encuentra en el paleolje de la Escarabita, una gran depresión de roca caliza desprovista de vegetación, con una fractura de donde emana el agua que sustenta la fuente.

Al igual que hiciera el centurión con el gran elefante, Maslama, el alarife de Medina Azahara, cada vez que podía y las obras del nuevo palacio se lo permitían, recorría la sierra al encuentro del anciano. Una tarde lo halló tumbado sobre su viejo jergón, arropado con una manta desgastada por el paso de los años. Estaba enfermo, moribundo. En esos momentos supo que, la próxima vez que volviera a visitarlo, ya no se encontraría en el mundo de los vivos. Por este mismo motivo, una vez regresó a las obras, buscó a su más destacado escultor y a él le dio el encargo de realizar la escultura del elefante que sería colocada en la fuente donde una mañana conoció a su viejo amigo.

Autor: Javier Nero

Notas:

La Fuente del Elefante consta, básicamente, de tres partes: un arca de recogida de agua de planta rectangular y construida en mampostería, donde en su lado norte aún conserva su orificio de salida; un pilar cuadrado también de mampostería en el cual se observan las huellas originales de la escultura; y una alberca de planta rectangular. La escultura que se situaba en el pilar fue elaborada en caliza gris y servía como soporte parta el caño, cuya agua sigue corriendo hacia el arroyo del Molino donde se encuentran los Baños de la Popea. Construida en el siglo X d.C., pudo formar parte de una finca de algún personaje importante de esta época califal. La escultura original se encuentra en el museo del Arzobispado de Córdoba, por lo que el elefante que podemos contemplar en el lugar de origen es una reproducción.

RESTOS DEL MOLINO

Restos del molino en las proximidades del arroyo que lleva su nombre.

Bibliografía:

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