Museo Ifergan Collection, Málaga.
Debía volver, tenía que regresar. Necesitaba que, nuevamente, me volvieran a hablar de ella porque, desconociendo los motivos, algo me empujaba a escribir sobre lo que un día me narraron. ¿Pudiera ser que estuviera bajo cierto tipo de influjo?, ¿estaría sufriendo alguna extraña atracción? No lo sé, aún no he podido encontrar respuesta.
En la ciudad de Málaga, a espaldas del antiguo Mercado Central de Atarazanas, hace aproximadamente dos meses se inauguró el museo Ifergan Colecction. Una colección privada que, como gran atractivo para los amantes de la cultura y la historia antigua, expone una espectacular y abrumadora muestra de figuras fenicias elaboradas en terracota. La sala donde se exhiben la llaman Sala Malaka.
Pero hoy no voy a hablaros de estas fantásticas piezas procedentes de la antigua ciudad de Tiro. En el centro de la sala principal, cubierta con un paño negro, una vitrina se oculta de las miradas curiosas de aquellos que han decidido visitar el museo. Bajo la tela oscura, un cartel nos informa: “Por motivos de respeto y para no herir sensibilidades, esta cabeza de momia permanece oculta.”.
En ese momento tu curiosidad alcanza los grados más insospechables y, como se aconseja en la misma leyenda, decides acudir al personal del museo para que te desvelen el gran secreto. Cuando esto haces, no sin cierta dosis de simpatía y amabilidad, te advierten: “De acuerdo, pero no la mires a los ojos.”. Lo cierto es que, con estas palabras, no puedes evitar una pequeña sonrisa ante tanto misterio.
Y ahora es cuando te la descubren. Dedicándote su preciado tiempo, pasan a contarte la historia:
El médico y cirujano danés Christian Fenger trabajó en Alejandría y El Cairo entre los años 1875 y 1876. En dichas ciudades, aparte de realizar sus correspondientes estudios, estuvo curando a muchos niños de infecciones oculares.
Algo que pude conocer, después de leer la biografía de este médico danés, es que en su traslado a África se dedicó al estudio de la Tracoma y otras enfermedades como la Esquistosomiasis.
Para aquellos que lo desconozcan, la Tracoma es la causa principal de ceguera infecciosa a nivel mundial. Se cree que pudo aparecer en Egipto en torno al año 1500 a.C. (documentos como el código de Hammurabi y el papiro Ebers harían mención a sus síntomas), la cual se transmite por contacto directo con la persona infectada o por determinados tipos de moscas que se alimentan de las secreciones de las personas infectadas. Si sus síntomas no se tratan convenientemente, los pacientes acaban sufriendo cegueras, con la consiguiente ulceración y el posterior desgarro de la córnea.
Pero sigamos con el Dr. Fenger. En el año 1877, a causa de una afección pulmonar motivada por la falta de adaptación al clima egipcio, y después de seguir los consejos de un grupo de médicos estadounidenses que conoció en El Cairo, decidió partir hacia Estados Unidos estableciéndose en la ciudad de Chicago.
Antes de su partida, y en agradecimiento al servicio prestado hacia los pequeños de la comunidad donde había estado realizando sus estudios, un oficial egipcio le hizo entrega de un presente un tanto peculiar: dos momias egipcias.
Lo que ahora nos haría rasgar las vestiduras, a finales del siglo XIX era bastante común hacer entregas, a modo de regalo u obsequio, de momias y todo tipo de objetos procedentes de las excavaciones arqueológicas que se practicaban en Egipto. Es una realidad innegable que, tanto para la aristocracia, como para la burguesía que viajaba a tierras africanas, estos ‘souvenirs’ tuvieron un valor muy apreciado.
A partir de la llegada de Napoleón a tierras egipcias, todo lo concerniente a las pirámides, faraones y momias despertó una gran pasión y locura entre la clase alta europea. Se puso de moda el mundo egipcio y se generó un verdadero mercado entorno a las momias.
Durante mucho tiempo, con los cuerpos momificados se elaboró polvo que después era utilizado como regalo de prestigio. Este polvo era esnifado, especiado en la comida para dar sabor a los alimentos, como medicina e, incluso, como pintura marrón después de sufrir una transformación con aglutinante y clara de huevo. Por lo que parece, este tipo de pintura fue muy apreciada entre los artistas por su brillo y robustez.
También se troceaba la carne para ser ingerida directamente o a modo de condimento en los platos, se molió para generar abono y se llegó a utilizar como combustible para las calderas de los ferrocarriles de El Cairo. Todo un circuito económico se abrió en torno a las antiguas momias egipcias que por doquier se iban sustrayendo de sus sepulturas. Hasta tal punto llegó la moda de las momias que sus vendas de lino fueron reutilizadas como papel para envolver fruta.
A finales del siglo XIX los turistas europeos que viajaban a Egipto tomaron por costumbre adquirir momias como recuerdo del viaje; fue muy común exhibirlas en los salones de sus casas. El momento estelar en la vida social de estos burgueses europeos era cuando el anfitrión desvendaba la momia ante la mirada curiosa de sus invitados, sacaba un sable o espada y la destripaba ante sus ojos para mostrar las entrañas en público.
Afortunadamente, nada de esto le sucedió a las momias de Christian Fenger. En su caso, se trataron de los cuerpos de una joven mujer y el de un hombre. Ambos correspondientes a la XVIII Dinastía (1500 – 1200 a.C.), una de las épocas más importantes y prósperas del Antiguo Egipto. Aunque, finalmente, el médico danés optó por no llevarse los cuerpos enteros.
Se desconocen los motivos reales de esta decisión, pero, perfectamente, podrían estar justificados por problemas de logística o de carga en su largo viaje de retorno. La cuestión fue esa, que sólo se llevó las cabezas de las momias que le habían sido regaladas.
La cabeza de momia que se expone en el museo Ifergan Collection de Málaga es la que corresponde a la mujer, bautizada cariñosamente con el nombre de Néfer. Conserva todas las superficies de la piel, los párpados y dientes. Sus cabellos son de color rubio y se aprecian perfectamente las fosas nasales por donde sería extraído su celebro. Tal vez, lo más importante de esta momia es que mantiene en perfecto estado la vértebra cervical, lo que acredita que la separación del cuerpo fue realizada sumo cuidado. ¿Serían las manos de un cirujano la que llevaron a cabo esta separación?
De las características de la segunda cabeza momificada que trajo el Dr. Fenger de Egipto no tenía ningún dato cuando me puse a escribir esta historia. Sólo tras dedicarle algo de tiempo y realizar algunas búsquedas por internet, pude dar con la página donde, presumiblemente, se subastaba. Según la información que, como digo, aún estoy pendiente de contrastar, se trata de “una cabeza masculina procedente de Egipto, de extremada finura y rareza, con características fuertes y que mantiene prácticamente todas las superficies de la piel y el cabello… Se trata de la pieza complementaria de la cabeza femenina vendida el año pasado y son, como mucho, los mejores ejemplos disponibles en el mercado que pueden compararse con los mejores museos del mundo… Entregada por el gobierno egipcio en 1877 al Dr. Christian Fenger…”.
Como decíamos, tras su regreso a Estados Unidos, el médico danés se estableció en Chicago, ocupando plaza en uno de los hospitales más importantes de la ciudad. Por aquel entonces saltó el rumor que el prestigioso médico tuvo que vender las momias traídas de Egipto para poder costearse la plaza en el Hospital.
Nada más lejos de la realidad. Al morir el médico, las cabezas pasaron a su hijo Frederick y, a la muerte de éste, a su nieto Christian. Este último sería el encargado de venderlas finalmente, tal y como indica en la web de la subasta que “… permanecieron en poder de la familia Fenger hasta el año 2013.”. Fue entonces cuando el propietario del actual Ifergan Collection, Vicente Jiménez Ifergan, decidió comprar la cabeza momificada femenina para su colección particular.
Ante la mezcla de curiosidad, precaución y respeto, tras adquirir la pieza, su nuevo propietario viajó a Luxor, Egipto, y tras entrevistarse con conocedores y estudiosos del Libro de los muertos, decidió someterse a un ritual de protección.
Las maldiciones o los maleficios que envuelven el mundo funerario del Antiguo Egipto, en relación a sus momias, son ideas que nadie ha podido demostrar. Pero el propietario de Ifergan Collection quiso llevar a cabo esta ceremonia protectora, primero por respeto a la propia Néfer y, ¿por qué no?, para una mayor conciliación con el mito de las posibles maldiciones de la momia.
Así pues, si algún día viajáis a Málaga y decidís visitar este fabuloso museo, cuando su personal os descubra el rostro de Néfer protegido en el interior de una vitrina bajo un paño oscuro, por si las moscas, no vayáis a mirarla a los ojos.
Este artículo se ha escrito por cortesía del Museo Ifergan Collection de Málaga. Con todo mi cariño, dedicado a su personal por el trato recibido en cada una de mis visitas.
Saludos.
Bibliografía:
- Cartelería del museo y explicaciones proporcionadas por su personal.
- Detalle de la pieza en subasta, web http://www.liveauctioneers.com
- Biografía publicada en County Hospital de Chicago.
Todos los derechos reservados. Aviso Legal. RGPD 2018