Nos situamos ante uno de los accesos principales a Baelo Claudia, aquel que unía la calzada procedente de Malaca, conectaba con la ciudad de Carteia y, después de pasar por el centro productor de pesquerías en Mellaria, llegaba a la urbe para atravesarla de Este a Oeste por la costa.
Justo a nuestras espaldas quedan las construcciones funerarias correspondientes a la necrópolis oriental, la cual jalonaba el último tramo de esta vía terrestre para anticipar la llegada a la ciudad.
Los enterramientos practicados fueron de diversa índole. Los hubo de recursos sencillos y humildes, como los excavados directamente en tierra, recubiertos por capas pétreas y marcados con betilos que miraban al mar. Otros, en cambio, simplemente fueron rodeados con piedras.
Y estaban los más complejos, es decir, aquellos constituidos por mausoleos de mediano y gran tamaño, o los de enormes túmulos que lograban alcanzar, en algunos casos, hasta los seis metros de altura.
Varias fueron las puertas con las que contaba la antigua Baelo para el acceso a la urbe. Una, por ejemplo, se abrió a la calzada que conectaba la ciudad con el interior. Este fue el caso de la puerta de Asido que comunicaba Baelo Claudia con las poblaciones del Norte, en concreto la ciudad de Lascuta y la propia Asido Caesarina.
Otras, mucho más monumentales y representativas, se erigieron en la zona Sur. Estas fueron diseñadas en época del emperador Augusto con objeto de magnificar a la ciudad cuando los viajeros y comerciantes llegaran a ella, recorriendo la calzada costera, para permanecer bajo sus muros o continuar su camino dirección a Gades.
En nuestro caso nos hallamos delante de una de estas puertas principales, precisamente aquella construida en el lado sureste y a la que se denomina de Carteia. A sus pies se inicia el enlosado urbano que definió el decumanus maximus de la ciudad y que atravesaba en línea recta toda esta zona para finalizar en la otra puerta monumental, denominada puerta de Gades y levantada en la cara suroeste .
Debemos indicar que ambas puertas fueron simétricas en su diseño y las dos presentaban un vado central flanqueado por sendas torres con cuerpo de guardia que sobresalían de la línea muraria. Como cabe de esperar en este tipo de accesos urbanos, independientemente de la función defensiva con la que se idearon, también tuvieron un carácter propagandístico propio del nuevo poder establecido.
Sobre las medidas defensivas tomadas en las fechas de la fundación, Baelo Claudia quedó protegida por un lienzo murario que rodeaba todo su perímetro y cuya altura pudo estar comprendida entre los dos y los cuatro metros. Además, la muralla fue reforzada con la construcción de unas cuarenta y tres torres de vigilancia que permanecían adosadas a ella en un intervalo medio de unos veinticinco o veintiséis metros, aunque existieron casos con algunas variaciones.
Estas torres llegaron a ser de dos tipos: por un lado estaban las de planta cuadrada, levantadas con el empleo de grandes sillares y que sobresalían tanto por fuera como por dentro de la línea de muralla. Su acceso se realizaba desde el interior de la propia ciudad, habilitando un vado de un metro de ancho para tal fin.
El otro tipo de torre construida era de planta rectangular y, a diferencia de las anteriores, no sobresalían por el interior del lienzo murario, siendo su vado de acceso de un ancho mayor.
Según la planimetría y distribución de los espacios públicos, la muralla de la ciudad adquirió una morfología rectangular sobre la mitad Sur, justamente en aquella zona donde se construyeron los edificios más importantes. Por contra, el trazado se fue estrechando conforme se definía su recorrido hacia el Norte, lugar donde llegaba a unirse. Debemos de tener en cuenta que el ager baelonensis se extendió hacia las tierras del interior, por el Norte, donde quedaron instaladas las explotaciones agropecuarias. Y serán en estos mismos espacios, bordeando la calzada hacia Asido Caesarina, donde se repartieron las distintas villae rusticas a las que se trasladará la élite de la ciudad en el periodo de decadencia, a inicios del siglo III d.C.
En una menor medida, y debido a la proximidad de otras ciudades costeras como Mellaria y Baesippo, los terrenos dependientes a Baelo también serán poblados por su cara oriental y occidental respectivamente.
A lo largo del siglo I d.C., algunos tramos de la muralla originaria fueron remplazados por paramentos de hormigón. Esto pudo deberse a los efectos de un enorme seísmo que sufrió la ciudad y que dejaría el lienzo murario gravemente dañado.
La catástrofe pudo haber sucedido dentro del período de Pax Romana instaurado en todo el Imperio, por lo que la pérdida de grosor de la muralla dejó de tener un carácter prioritario. Es más, la obra en su conjunto empezó a carecer de su sentido militar más amplio y el trazado de la misma será entendido, independientemente a los aspectos ornamentales, como una mera línea delimitadora para el espacio sagrado reservado a los dioses, pomoerium. Tanto es así que el tramo de muralla que cerraba la zona sur de la ciudad con respecto al puerto de atraque y la costa, según los últimos estudios llevados a cabo, sería de un grosor mucho menor que la del resto. Esto nos da una idea de la falta de preocupación que tuvieron sus ciudadanos en este periodo ante un eventual ataque; cuestión que, verdaderamente, se producirá a finales de la centuria siguiente con las incursiones de los pueblos maurii (sobre las razzias llevadas a cabo por las tribus maurii en la bética romana, leer el Castellum de Santillán)
Y será en esta misma época, reinado de los emperadores Claudio y Nerón, cuando se construya una nueva puerta monumental reaprovechando una de las torres adosadas a la muralla. El nuevo vado servirá para definir el acceso al decumanus que llevaba desde este punto de la ciudad hasta la zona del teatro.
La nueva obra se ejecutará como fruto del segundo desarrollo urbano experimentado en Baelo Claudia, dando por finalizado el proceso de monumentalización de todo el periodo.
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