Augusto de Prima Porta
Dos son las esfinges que sostienen la coraza del que brinda una nueva época a Roma, la Pax Augusta, lejos de esa débil y caduca República. Una mira al frente, lo que ha de venir, la otra lo hace atrás, hacia aquellos tiempos decadentes ya pasados. Despiadadas e inteligentes, como el que ahora gobierna y protege la ciudad; implacables, si fuese necesario, ante cualquier nueva adversidad. Por ello arenga a sus tropas, adelantando su brazo derecho mientras el izquierdo, retrasado, sostiene el paludamentum enrollado a su cintura.