El derrumbe de las defensas

La caída de Sagunto. Capítulo VII

Durante algún tiempo, mientras sanaba la pierna del Bárquida, disfrutamos de cierta tranquilidad en las defensas. El bloqueo permanecía, eso es cierto, impidiendo con su cerco que nadie pudiera entrar o salir de la ciudad. Pero también es cierto que se produjo una especie de tregua no pactada, un leve respiro necesario a la población que permitió la continuidad en las obras de fortificación interna con todos los brazos disponibles.

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Aníbal llega a Sagunto

La caída de Sagunto. Capítulo V

Espoleando sus pequeñas y ágiles monturas – sin bridas, ni bocados, ni tampoco sillas; tan sólo el uso de una vara y una cuerda alrededor del cuello -, un cuerpo bien nutrido de caballería ligera númida avanzó hasta alcanzar las proximidades del oppidum. A sus espaldas dejaban una densa polvareda que terminaba fundiéndose con las altas columnas de humo de unos campos envueltos en llamas.

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Una larga espera

La caída de Sagunto. Capítulo IV

De forma tranquila y apacible transcurrió el final de temporada en Sagunto. Las naves apenas fondeaban en su portus desde que se declarara el cierre de las aguas. Sólo alguna que otra embarcación, de carácter menor y procedentes del área de influencia púnica, se atrevía a arribar en nuestras costas. Estos navíos, utilizados para cabotaje, arriesgaban la mercancía que fletaban al navegar por el océano encrespado, pero siempre lo hacían cargados de armas y defensas. La guerra parecía próxima e inminente y, desgraciadamente, resultaba todo un suculento negocio muy a tener en cuenta.

CEPO ANCLA

Cepo de ancla con inscripción. Siglo I d.C. Grau Vell. Hallazgo subacuático. Museo Arqueológico de Sagunto.

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Medidas preventivas

La caída de Sagunto. Capítulo III

Las intenciones de Aníbal no están para nada claras. Puede que el general cartaginés tan sólo esté jugando con nosotros, utilizándonos ante su eterna enemiga Roma, aunque sea a costa de nuestras vidas. Si esto fuera así, creo que se trataría de un juego un tanto cruel, ¿no crees?

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La delegación saguntina

La caída de Sagunto. Capítulo II

El consejo de Arse volvió a reunirse para evaluar las repercusiones que habían dado lugar con motivo de los últimos ataques cartagineses. En la asamblea celebrada esa mañana se dieron cita miembros de dicho órgano, junto con la aristocracia de la ciudad y representantes de los emporianos con intereses en la región, además de otra gente influyente; el semblante de sus rostros denotaba cuál era el grado de preocupación que se vivía en esos momentos. Se debía debatir con urgencia qué medidas iban a adoptarse para el supuesto que, en la próxima campaña o con posterioridad, Aníbal decidiera atacar sus murallas.

Vía del Pòrtic. Decumanus minor pavimentado con grandes losas de caliza gris, junto con entramado hidráulico de la ciudad romana. Plaça Antiga Moreria, 9. Sagunto.

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Miedos

La caída de Sagunto. Capítulo I

Mi nombre es Urcebas y no, no soy un valeroso guerrero edetano. De hecho, y hasta hace poco, apenas había portado armas de guerra. Sí un viejo puñal de antenas y un cayado con los que afrontar en solitario los caminos inseguros, pero, tal vez, la trágica situación que nos ha tocado vivir me haya conducido a ello. Soy…, bueno, era un simple mercader, un comerciante dedicado a los negocios con los productos del interior y las rutas comerciales establecidas en el puerto de Arse. Aunque, si os soy sincero, en estos momentos ignoro el sentido de mi vida; tampoco importa. En realidad, antes de que se esconda el sol sabré aquello en lo que finalmente acabaré convirtiéndome: en otro cuerpo inerte más como todos esos cadáveres que se agolpan y pudren sobre los escombros de los muros derruidos.

SOLDADOS ENFRENTADOS

Relieve esculpido con dos soldados enfrentados. Formaría parte de un conjunto de relieves narrativos. Siglo I a.C. al cambio de era. Procedencia desconocida. Museo Arqueológico de Sagunto.

Nunca debí permanecer a resguardo de estas murallas, pero los dioses han sido caprichosos con mi destino y con el de todos los habitantes de esta ciudad. Así lo he aceptado mientras espero, fatigado y hambriento, el triste final que nos depara a los que aún logramos mantenernos en pie.

Ya se vuelven a escuchar los golpes secos y contundentes sobre los sillares de las maltrechas defensas, ya nada les impedirá pasar.

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Yo soñé con Viriato

Yacimiento Arqueológico Laderas de Morana. Lucena, Córdoba

ESTATUA DE VIRIATO

Estatua de Viriato en Zamora.

En dos ocasiones salí a su encuentro y por dos veces regresé con las manos vacías. Sabía que estaba allí, escondido entre rocas y agreste vegetación, pero no lograba dar con él. Confieso que durante un tiempo llegué a sentirme como el mismo Serviliano en su incansable persecución sobre el insurrecto Viriato por tierras hispanas, pues nunca lograba alcanzar mi objetivo. Aún peor, se había convertido en una verdadera obsesión; una idea que, por mucho que intentara, no podía quitármela de la cabeza.

Esta es la historia de esta persecución y de unos restos arqueológicos que los historiadores del lugar han querido identificar con la antigua Erisana, oppidum nombrado por Apiano en su obra Historia Romana: Sobre Iberia.

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El auxilio a Ulia

B.H. Capítulo III

En las fechas en las que Julio César llegaba al oppidum de Obulco, Sexto Pompeyo controlaba la plaza fortificada de Corduba, base principal del reducto optimate en la Hispania Ulterior. Su cometido no era otro que el de proteger la que entonces estaba considerada como la capital de la provincia.

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